viernes, 24 de julio de 2015

CHILE CORPORATIVISTA: EL LABERINTO DE LA ELITE

PARA MARX, EN UN ANÁLISIS MATERIALISTA,
LAS ELITES QUE OCUPAN EL PODER POLÍTICO
NO SON MÁS QUE LOS REPRESENTANTES DE LA
 CLASE QUE POSEE MEDIOS DE PRODUCCIÓN.     

Escribe 
ALDO TORRES BAEZA (*) 
Fuente “Rebelión”  
22 de Julio 2015 
(título del Blog)

(*) ALDO TORRES BAEZA. (CHILE) Periodista. Escritor. Es asiduo columnista en “Barómetro Internacional”, “Rebelión”, entre otros varios medios de la prensa alternativa del  continente. Su perfil profesional se halla en Linkedln.


La DC amenaza con salir de la Nueva Mayoría. La derecha reclama más crecimiento. Bachelet, la última carta de la elite, no repunta. Nadie confía en nadie. Al parecer, algo se resquebraja en la estructura de poder que sostiene el espacio político
. Para indagar en los mecanismos y redes del poder, es imprescindible no retornar a su génesis. En el libro “La Doctrina del Shock”, Naomi Klein identifica a Chile como el país donde se inauguró el capitalismo más fundamentalista del mundo. No entraré en los detalles de aquel record. Sí en otro concepto, lo que define como “Estado corporativista”. Dice: “En todos los países en que se han aplicado las recetas económicas de la Escuela de Chicago durante las tres últimas décadas, se detecta la emergencia de una alianza entre unas pocas multinacionales y una clase política compuesta por miembros enriquecidos; una combinación
que acumula un inmenso poder, con líneas divisorias confusas entre ambos grupos”… Y continúa: “en lugar de liberar al mercado del Estado, estas élites políticas y empresariales sencillamente se han fusionado, intercambiando favores para garantizar su derecho a apropiarse de los preciados recursos que anteriormente eran públicos”… “El término más preciso para definir un sistema que elimina los límites en el gobierno y el sector empresarial no es liberal, conservador o capitalista sino
corporativista. Sus principales características consisten en una gran transferencia de riqueza pública hacia la propiedad privada —a menudo acompañada de un creciente endeudamiento—, el incremento de las distancias entre los inmensamente ricos y los pobres descartables, y un nacionalismo agresivo que justifica un cheque en blanco en gastos de defensa y seguridad. Para los que permanecen dentro de la burbuja de extrema riqueza que este sistema crea, no
existe una forma de organizar la sociedad que dé más beneficios. Pero dadas las obvias desventajas que se derivan para la gran mayoría de la población que está excluida de los beneficios de la burbuja, una de las características del Estado corporativista es que suele incluir un sistema de vigilancia agresiva (organizado mediante acuerdos y contratos entre el gobierno y las grandes empresas)
, encarcelamientos en masa, reducción de las libertades civiles y a menudo, aunque no siempre, tortura”. En Chile, ese Estado corporativista se generó por medio de tres shock: el de los militares y civiles en el golpe de Estado, el shock de la elite que instaló el modelo neoliberal y el shock de las torturas contra los disidentes. Deslegitimados (para casi todos, claro) está el primer y tercer shock. El shock económico, sin embargo, sigue funcionando. Alguna vez Pinochet declaró que quería construir “un
país de propietarios, no de proletarios”. Lo logró. Y en esa apuesta que comenzó hace muchos años parece hoy descansar la deslegitimidad del modelo. Está en La Florida, se llama Panúl, es el último bosque que le queda a Santiago. Hasta la dictadura, pertenecía al Estado y estaba a cargo de la Universidad de Chile, que lo utilizaba como su instituto bacteriológico. Salió a remate; se lo adjudicó el señor Vicente Navarro, amigo personal de Pinochet y único
asistente a dicho remate. Compró el bosque entero al precio de lo que costaba una citroneta de la época. Sabemos que Pinochet repartió lo público, pero también él aprovechó de meterle la mano al bolsillo del FISCO, embolsándose activos con un valor cercano a los U$ 26 millones tras sus 17 años como “servidor público”. En el libro “EL SAQUEO de los grupos económicos al Estado chileno”, María Olivia Mönckeberg detalla ese proceso que llevó al Estado chileno a convertirse en un Estado corporativista, es decir, al momento en que los poderes económicos y políticos se fusionan en una sola elite. Algunas compañías repartidas entre empleados públicos de la
dictadura: la Industria Azucarera Nacional IANSA, ENDESA, la Compañía de Teléfonos de Chile (CTC), Compañía de Acero del Pacífico (CAP), SOQUIMICH, y, en fin, un largo, triste e impresionante etcétera. Digámoslo, el poder conservador de esas elites no son un patrimonio ni de Chile ni de este momento del tiempo. En sus Discursos, Maquiavelo decía que en las cúpulas de poder debía haber apenas unas cuantas personas. Augusto Comte proponía que esa cúpula fuese ocupada por una aristocracia científica. Los griegos desconfiaban de la democracia por estar sustentada en las mayorías, por eso se inclinaban por un gobierno de la aristocracias, entendida como el gobierno de los mejores. Pareto, el teórico de las elites más estudiado en ciencia política, decía que "la historia es un cementerio de aristocracias". Para Marx, en un análisis materialista, las elites que ocupan el poder político no son más que los representantes de la clase que posee los medios de producción.     

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