LA
DEFORESTACIÓN ARRASA CON TRONCOS, RAÍCES
Y RAMAS
PARA
SER QUEMADOS.ESAS TIERRAS SE CONVIERTEN
EN PÁRAMOS POR NO SER APTAS PARA CULTIVOS INTENSIVOS
Escribe
CENTRO DE PROTECCIÓN
A LA NATURALEZA.
SANTA FE. República Argentina
LA
COMISIÓN DIRECTIVA.
18 de agosto de 2015.
Publica:
“BIODIVERSIDAD”
Fuente original:
Las
inundaciones en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe son la muestra de que
algo está sucediendo con el Planeta. No es sólo el famoso “cambio climático”
que hace que llueva más en un lado y
menos en otro, o que en un mes caiga el
agua de todo un año en un lugar, sino que también tiene que ver la situación
del receptor de tamaña cantidad de agua. Las imágenes de los arroyos y ríos
desbordados, las rutas cortadas o con circulación limitada, cientos de
viviendas inundadas, campos bajo agua donde apenas asoman los postes del
alambrado y la población durmiendo en lugares precarios, resultan cada vez más
recurrentes y lo seguirán siendo en el futuro mientras no se tomen las medidas
de adaptación y mitigación del cambio climático. En este marco, las obras hidráulicas son necesarias pero no constituyen la solución: cuando el suelo no absorbe lo que debe, esa agua escurre hacia las cuencas inferiores. Y es el estado del suelo el que determina que se agraven o no las
inundaciones. Entre
los factores, la deforestación incontrolada juega un rol importante pero no es
el único. Hace décadas, se deforestaba sólo para extraer las especies
maderables; ahora, ni siquiera eso sucede porque se arrasa con troncos, raíces
y ramas -que son apilados por las topadoras para ser quemados- para incorporar
tierras a la producción de monocultivos de exportación. Por un lado, se
incorpora dióxido de carbono a la atmósfera -generando más gases de efecto
invernadero-
y por otro, esas tierras se convierten rápidamente en páramos
debido a que no son aptas para cultivos intensivos. El ejemplo más evidente de
este caso es lo que sucede en Tartagal en la provincia de Salta. Por lo tanto,
llueve lo mismo o más y al no existir cobertura arbórea, se invierten los
términos de absorción y escurrimiento: hoy, 8 de cada 10 litros del agua que
caen en estos suelos, escurren hacia los cursos de agua y los colmatan,
inundando vastas extensiones de zonas aledañas. En cuanto a la salud del suelo
– entre otras cosas, su
capacidad de absorción -, cambia totalmente de acuerdo
al uso que se desarrolle en el mismo. En el caso particular de las inundaciones
de la provincia de Buenos Aires, las nuevas urbanizaciones sin control
edificadas sobre humedales eliminan áreas de absorción o terminan siendo
rellenados, derivando el agua hacia las zonas bajas. Pero el uso del suelo más
importante y de más alto impacto, sin lugar a dudas, es la actividad agrícola.
En la zona pampeana, del pastizal original se pasó a los cultivos agrícolas con
rotación, barbecho y alternancia con la actividad pecuaria hasta principios de
los años 90 del pasado siglo. La aplicación del paquete tecnológico de
transgénicos, agrotóxicos y siembra directa significó la subida de las capas
freáticas, la uniformidad de la granulometría superficial del suelo y la muerte
directa de los micro y macro organismos edáficos. Para los especialistas, la
certeza es que el modelo agrobio tecnológico agrava las inundaciones. Estudios
realizados por universidades públicas ratifican, entre otros, que los cultivos
de raíces pequeñas como la soja transgénica no permiten la infiltración
profunda o la evaporación; la eliminación de la actividad pecuaria provoca la
subida de las capas freáticas tal como se verifica en el Departamento Las
Colonias en Santa Fe; la inexistencia de roturación -condición intrínseca de la
siembra directa-, asociado con la desaparición de la fauna y flora edáfica por
la aplicación de mas de 300 millones de litros de agrotóxicos en cada campaña,
compacta los suelos y los convierte en un vidrio en el que rebota el agua. Esto
sucede en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y en la nuestra, Santa Fe,
con suelos ya frágiles o con distintos grados de erosión luego de 100 años de
prácticas agrícolas, intensificado en las últimas dos décadas por los
monocultivos de exportación. Por lo tanto, más allá de que los representantes
de los productores o las corporaciones enroladas en la siembra directa, la
venta de insumos agrícolas o el transporte de granos presionen sobre los
poderes públicos o usen a los medios de comunicación, EL MODELO APLICADO NO ES
AMIGABLE CON EL AMBIENTE, y sus daños colaterales hoy son sufridos por miles de
ciudadanos que ven como sus pertenencias
quedan bajo el agua. Consideramos que estas organizaciones no tienen ni la
ética ni la razón ni el conocimiento suficiente al afirmar de que realizan
buenas prácticas agrícolas o de labranza cuando el modelo de producción en sí
es hegemónico y, en modo similar a la minería, exprime al suelo hasta sus
últimos nutrientes. Avanzar en la concreción de un nuevo modelo agrícola de
producción es inevitable para poder mitigar los efectos del cambio climático y
asegurar la sustentabilidad del ambiente y la sociedad argentina.
(Texto
completo aquí)
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