UNA REALIDAD ARGENTINA QUE POR OTRA PARTE VALE PARA
VARIOS PAISES DEL CONTINENTE. .. “AMPLIANDO LA FRONTERA
SOJERA Y TRANSGÉNICA APARECEN LAS CONSECUENCIAS…”
Escribe
JULIO C GAMBINA (*)
Fuente BLOG del autor
17 de Agosto 2015
(*)GAMBINA JULIO CESAR – (Argentina) Doctor
en Ciencias Sociales (UBA) Profesor de Economía Política en la Facultad de
Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, Presidente de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo
del consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Director
del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, IEF-CTA Autónoma Miembro del
Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación
de la Federación Judicial Argentina. Columnista sobre Economía en diversos medios.
Las inundaciones y su consecuencia en
familias evacuadas traen a la discusión el modelo productivo, ya sea por
la situación derivada del cambio climático a escala global, o las
características de la producción
en el sector primario en la Argentina. Con la
ampliación de la frontera agrícola, sojera y transgénica aparecen variadas
consecuencias. Una es la expansión económica expresada en las cuentas
nacionales como incremento del Producto bruto Interno, PBI. El crecimiento es
algo que se lee como positivo, y termina siendo un fetiche. (….).Del mismo modo
que se instala un clima de preocupación con el bajo crecimiento, la desaceleración
o la baja del producto. Para nosotros, el problema es discutir qué tipo de
producción es la que se necesita y para satisfacer que necesidades.
Se puede crecer sobre la base de
actividades no productivas, por ende innecesarias, como la producción de armas,
drogas o la especulación financiera, y sin embargo, esas actividades y
lo que
suponen en circulación monetaria, medidas en la contabilidad nacional (en forma
directa o indirecta) alimentan el fetiche del crecimiento. Otra remite al uso
del excedente generado por la actividad primaria, especialmente orientado en
las inversiones en la construcción residencial y la especulación financiera,
incluida la fuga de capitales; todo lo cual incide en las cuentas nacionales y
la evolución de la economía, considerado como factor favorable. El
resultado es
una creciente urbanización no planificada que incorpora mayores problemas al
modelo de desarrollo y a la política de población, radicación y orientación de
la actividad productiva soberana.
Surgen así barrios cerrados y
grandes edificios que demandan inversiones públicas y agudizan los problemas de
servicios, al tiempo que restan recursos fiscales a las necesarias obras de
infraestructura rural. La urbanización en las
condiciones del capitalismo en el
país agiganta la fractura entre lo rural y lo urbano, con un Estado subordinado
a la lógica del capital. Por eso no sorprende que ante la ausencia de las
necesarias obras de infraestructura para aliviar y recuperar aguas, la solución
del mercado apunta a canales aliviadores clandestinos, que resuelven la
rentabilidad inmediata del inversor en desmedro del suelo, las aguas
subterráneas y los cursos de agua que recogen en conjunto los tóxicos de la
forma de producción privilegiada en el campo argentino.
Debemos adicionar que se trata de
una producción para el mercado
mundial, principalmente China, que ahora pone de
manifiesto su crisis con la devaluación del yuan. Ello impacta en el comercio exterior y por lo
tanto a la Argentina, sea por compras o ventas. La devaluación del yuan hace
más competitiva la producción china y puede generar dificultades para la
producción local. Es creciente el déficit comercial de Argentina respecto de
China, derivado de nuestras exportaciones primarias y de importaciones de
bienes manufacturados en ese país. La dependencia comercial con China es grave,
sea como gran
comprador que induce al monocultivo de soja, como por el tipo de
productos que China vende a la Argentina, contribuyendo a complicar el proceso
industrial, agravando la recesión productiva que lleva ya casi dos años.
La dependencia comercial se
agrava con la dependencia tecnológica del paquete productivo en manos de las
transnacionales de la alimentación y la biotecnología. Los defensores del
modelo productivo agrario y la siembra directa culpan a la política económica
por la ausencia de inversiones en infraestructura y por no alentar en mayor
medida la ampliación de la frontera agrícola sojera y sus derivados en materia
de agro energía.
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