miércoles, 19 de agosto de 2015

INUNDACIONES CONDUCEN A MIRAR MODELO PRODUCTIVO

UNA REALIDAD ARGENTINA  QUE POR OTRA PARTE VALE PARA
VARIOS PAISES DEL CONTINENTE. .. “AMPLIANDO LA FRONTERA
SOJERA Y TRANSGÉNICA APARECEN  LAS CONSECUENCIAS…”


Escribe 
JULIO C GAMBINA (*)
 Fuente BLOG del autor  
17 de Agosto 2015

(*)GAMBINA JULIO CESAR – (Argentina) Doctor en Ciencias Sociales (UBA) Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo del consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, IEF-CTA Autónoma Miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la Federación Judicial Argentina. Columnista sobre  Economía en diversos medios.

Las inundaciones y su consecuencia en familias evacuadas traen a la discusión el modelo productivo, ya sea por la situación derivada del cambio climático a escala global, o las características de la producción
en el sector primario en la Argentina. Con la ampliación de la frontera agrícola, sojera y transgénica aparecen variadas consecuencias. Una es la expansión económica expresada en las cuentas nacionales como incremento del Producto bruto Interno, PBI. El crecimiento es algo que se lee como positivo, y termina siendo un fetiche. (….).Del mismo modo que se instala un clima de preocupación con el bajo crecimiento, la desaceleración o la baja del producto. Para nosotros, el problema es discutir qué tipo de producción es la que se necesita y para satisfacer que necesidades.
Se puede crecer sobre la base de actividades no productivas, por ende innecesarias, como la producción de armas, drogas o la especulación financiera, y sin embargo, esas actividades y
lo que suponen en circulación monetaria, medidas en la contabilidad nacional (en forma directa o indirecta) alimentan el fetiche del crecimiento. Otra remite al uso del excedente generado por la actividad primaria, especialmente orientado en las inversiones en la construcción residencial y la especulación financiera, incluida la fuga de capitales; todo lo cual incide en las cuentas nacionales y la evolución de la economía, considerado como factor favorable. El

resultado es una creciente urbanización no planificada que incorpora mayores problemas al modelo de desarrollo y a la política de población, radicación y orientación de la actividad productiva soberana.

Surgen así barrios cerrados y grandes edificios que demandan inversiones públicas y agudizan los problemas de servicios, al tiempo que restan recursos fiscales a las necesarias obras de infraestructura rural. La urbanización en las
condiciones del capitalismo en el país agiganta la fractura entre lo rural y lo urbano, con un Estado subordinado a la lógica del capital. Por eso no sorprende que ante la ausencia de las necesarias obras de infraestructura para aliviar y recuperar aguas, la solución del mercado apunta a canales aliviadores clandestinos, que resuelven la rentabilidad inmediata del inversor en desmedro del suelo, las aguas subterráneas y los cursos de agua que recogen en conjunto los tóxicos de la forma de producción privilegiada en el campo argentino.
Debemos adicionar que se trata de una producción para el mercado
mundial, principalmente China, que ahora pone de manifiesto su crisis con la devaluación del yuan.  Ello impacta en el comercio exterior y por lo tanto a la Argentina, sea por compras o ventas. La devaluación del yuan hace más competitiva la producción china y puede generar dificultades para la producción local. Es creciente el déficit comercial de Argentina respecto de China, derivado de nuestras exportaciones primarias y de importaciones de bienes manufacturados en ese país. La dependencia comercial con China es grave, sea como gran

comprador que induce al monocultivo de soja, como por el tipo de productos que China vende a la Argentina, contribuyendo a complicar el proceso industrial, agravando la recesión productiva que lleva ya casi dos años.


La dependencia comercial se agrava con la dependencia tecnológica del paquete productivo en manos de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología. Los defensores del modelo productivo agrario y la siembra directa culpan a la política económica por la ausencia de inversiones en infraestructura y por no alentar en mayor medida la ampliación de la frontera agrícola sojera y sus derivados en materia de agro energía.  

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