EN EL LA CRISIS DE
LOS 70 LAS TENDENCIAS EXPANSIVAS SE AGUDIZAN.
EN GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL A LO LARGO Y ANCHO DEL MUNDO.
AGRICULTURA,
SERVICIOS, MINERALES, ESTADOS Y PUEBLOS…
Escribe
GONZALO FERNÁNDEZ ORTIZ
Fuente
“Revista Pueblos”
25 de Agosto 2015
(*) FERNÁNDEZ
ORTIZ DE ZÁRATE, GONZALO. Analista Investigador Periodista. Coordinador general de Hegoa y de Paz con Dignidad –
Euskadi e del Observatorio de
Multinacionales – Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación
Internacional. Miembro de la Mesa
Internacionalista de Alternatiba. Columnista en “Rebelión”, Revista “Pueblos” y
otros medios de la prensa alternativa.
Perfil profesional en LinkedIn,
la red de negocios (Chile)
Quienes asistieron al nacimiento
de las primeras compañías comerciales en Holanda en el siglo XVII, quienes
vivieron la aparición de las fábricas textiles en Manchester en el siglo XIX, e
incluso las
grandes empresas fordistas y de los incipientes conglomerados
corporativos a lo largo de los primeros
dos tercios del siglo XX, asombrados ante el poder acumulado hoy por las empresas
transnacionales. Tal vez Karl Marx se
quedaría perplejo ante la dimensión global y el peso que han alcanzado en múltiples aspectos de las
vidas, de todas y cada una de las personas y pueblos que vivimos en este mundo.
A partir de la actual globalización neoliberal, iniciada hace cuatro décadas se
convierten en los agentes que impulsan
una salida desde los valores civilizatorios vigentes.
(Ánimo de lucro, maximización de la ganancia,
acumulación,
crecimiento incesante), a través de una propuesta política
conocida como Consenso de Washington (desregulación, apertura, flexibilización,
limitación de las capacidades de los Estados). De esta manera, asumen
el papel de agente hegemónico y amplían no sólo su frontera espacial a lo largo
y ancho del mundo, sino también su frontera sectorial (incorporando
progresivamente al mercado
capitalista y controlando ámbitos como la
agricultura, los servicios, los bienes naturales, las patentes sobre la propia
vida, etc.), e incluso su frontera política (alcanzando una capacidad de
incidencia superior a la de los Estados y los pueblos). Acumulan poder que se expande más allá de lo económico
a los ámbitos político, cultural y jurídico.
Empresas transnacionales se sitúan
en el centro de cadenas globales de producción, distribución, comercialización,
finanzas y comunicación, lo que les permite acumular beneficios que superan las
capacidades de los propios Estados. Algunos ejemplos: Wal-Mart, la
mayor
empresa del mundo, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del PIB
de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera Shell tiene unos ingresos
superiores al PIB de Emiratos Árabes Unidos, al igual que el BBVA comparado con
Guatemala. Por supuesto, esta situación de privilegio económico se traslada de
manera natural a un poder político creciente. Las multinacionales son las
principales beneficiarias (y defensoras a ultranza) de la democracia de baja
intensidad en la que vivimos, donde las decisiones se alejan de la ciudadanía y
se toman cada vez
más en ámbitos supraestatales (como estamos viendo en las
negociaciones del TTIP o del TISA,)
Sin las mínimas garantías democráticas de
participación e información, y contando con la connivencia de Estados matrices
y receptores, así como de las principales instituciones multilaterales,
formales (FMI, OMC) o informales (G7). Es en este contexto y en estos espacios
donde su capacidad de incidencia a través de lobbies se acrecienta, a la vez
que, en
sentido contrario, los Estados (y no digamos ya los pueblos) pierden
peso específico. De esta manera, los gobiernos ven limitada su capacidad para
actuar en defensa de la ciudadanía en espacios donde no tienen protagonismo. A
su vez, la infiltración de las transnacionales en sus competencias y
responsabilidades es tal que en muchas ocasiones los Estados priman la alianza
con éstas frente a su compromiso con las mayorías sociales, bien sea por
derrotismo (no hay alternativa), persuasión (empleo, negocios, inversión
extranjera directa, etc.) y/o corrupción
(sobornos, puertas giratorias, etc.).
Situando a las grandes
corporaciones como agentes políticos de primer orden. Además, acumulan también
poder cultural, jugando un papel fundamental en la reproducción simbólica del
sistema, convirtiéndose en sujetos activos en defensa de una civilización
individualista, consumista, fragmentada y despolitizada. De esta manera, han
entendido con claridad que su legitimación depende de los imaginarios
colectivos, de los valores imperantes, para lo cual han llevado la cultura a su
terreno (mercantilizándola en la medida de lo posible), a la vez que han
diseñado, impulsado y generalizado un formato universal de sociedad, de
ciudadanía global, y de saber y conocimiento, adaptado a la primacía del
crecimiento capitalista y a la democracia de baja intensidad.
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