CIENTOS DE MILES EMIGRAN EN BUSCA DE CONDICIONES DE VIDA
MÁS
HUMANAS. ARRIESGAN LA VIDA EN MARES O
DESIERTOS PARA
TERMINAR EXPLOTADOS EN TIERRAS EXTRAÑAS, SIN CONTAR CON
DERECHOS
Y CON SALARIOS Y TRABAJOS INFERIORES E INDIGNOS.
Escribe
GUILLERMO ALMEYRA (*)
Fuente “Rebelión”
7 de Septiembre 2015
(*) GUILLERMO ALMEYRA- Argentino-mexicano, nacido en Buenos Aires. Doctor en Ciencias Políticas (Univ. París VIII),
profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad
Xochimilco, de México. Miembro del Consejo Editor de “SinPermiso” Columnista
habitual en “La Jornada” de México. Periodista y escritor en especial en temas
históricos; en esa línea ha publicado sobre los principales referentes del
marxismo. Marx, Lenin, Trostky.
La crisis económica no ha cesado
aún en Estados Unidos ni mucho menos en la Unión Europea y golpea ahora a Rusia
y a China, por no hablar de América Latina y de todos los países dependientes.
Los
grandes capitales y los gobiernos a su servicio utilizan esta crisis para
aplastar las resistencias sociales, imponer a los trabajadores relaciones de
fuerza más desfavorables, rebajar sus salarios reales, intentar destruir sus
sindicatos, tratar de acabar con toda solidaridad e imponer la cultura egoísta
del primero yo y del sálvese quien pueda.
Sobre esa base crecen en Europa, como
en los años 30, movimientos xenófobos, racistas,
fascistizantes como el que
gobierna Hungría, que se desarrollan también en los países nórdicos y en el
Norte de Italia con la Lega, dan perspectivas de victoria al Frente Nacional y
al lepenismo inconfesado de la derecha francesa o se expresan en Grecia con
Aurora Dorada. Y en el campo opuesto quienes rechazan el sistema nunca han
estado tan aislados, desunidos y confundidos ante lo que no es sólo una crisis
clásica sino una crisis de civilización.
Por si faltase algo para demostrar que
estamos hundidos en la
barbarie, ahí están los desastres climáticos cada vez
más graves provocados por la política depredadora capitalista y la terrible
tragedia de los cientos de miles de personas obligadas a emigrar en busca de
trabajo y de condiciones de vida más humanas y condenadas a arriesgar la vida
en los mares o en los desiertos estadounidenses para poder ser explotados en
tierras extrañas, sin derechos y con salarios y trabajos inferiores e indignos.
En el siglo pasado, entre las dos guerras mundiales, el capitalismo
sorteó las
terribles hambrunas en Rusia y China, la inmensa desocupación en Europa
central, Estados Unidos y Japón y el estancamiento económico generalizado
preparando y realizando una guerra mundial que costó decenas de millones de
muertos y de la que sólo se salvaron los territorios de ambas Américas. Las
mismas causas tienen hoy efectos similares y por eso la Historia, grosso modo,
parece repetirse pese a las grandes diferencias que existen entre el 1900 y
hoy.
Ya se acabaron los efectos estabilizadores de la bocanada de oxígeno que
le dio al capitalismo mundial el derrumbe inglorioso de la burocracia soviética
heredera de Stalin y de su atroz “socialismo real”, ya se acabó el boom
resultante de la conquista capitalista del vasto mercado chino. China, que es
la primera potencia comercial mundial y el principal acreedor de Estados Unidos
y detentor de sus bonos del Tesoro y sus dólares, necesita
mantener al menos un
ritmo de crecimiento del 7 por ciento anual para controlar la desocupación y
expandir su industria.
Sin embargo, debido a la crisis mundial que afecta sus
exportaciones, a sus bajísimos salarios que reducen el mercado interno y a la
especulación inmobiliaria y financiera similar a la del resto del sistema
capitalista, sólo crece un 5-6 por ciento anual, cifra importante pero que
representa sólo la mitad del crecimiento
anterior. Rusia, por su parte, depende
de la producción de gas y de petróleo, cuyos precios son muy bajos y, como
China, ha tenido que devaluar su moneda frente al dólar, divisa que se afirma
también ante el euro y reina en el mercado financiero desmintiendo de paso a
tantos analistas impresionistas.
Las devaluaciones rusa y china debilitan
además los acuerdos de
cooperación de los BRICS en crisis (Brasil, Rusia,
India, China, Sudáfrica) y a este grupo mismo. Es cierto que Rusia y China
siguen siendo potencias nucleares pero la primera potencia militar es Estados
Unidos que, como en los ochenta frente a la entonces Unión Soviética, juega a
fondo la carta de esa superioridad y procura salir de conflictos secundarios
(Irán, Afganistán) para concentrarse en encerrar a Beijing en el Mar de China
con sus bases militares y múltiples tratados con los gobiernos de la región.
Este
cerco militar refuerza la competencia económica y armamentista que a Rusia y
China les resulta mucho más pesada que a Estados Unidos y les obliga a desviar
fondos del desarrollo de sus economías e incluso, a modificar sus gastos
militares (China, por ejemplo, licenció 300 mil soldados mientras trata de
modernizar su equipamiento bélico.
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