Escribe
VÍCTOR J. SANZ (*)
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(*) Victor J. Sanz (Alicante, España) Periodista especializado en temas de Política Internacional, con acento en las realidades sociales. Medios en los que participa: KAOSenlaRed. Rebelion, Terecera Información, Agencia Latinoamericana de información, Webislam, Aporrea, De igual a igual, La Haine, Cuba Información, Revista Fusión, Revista Amauta entre otras.
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El lenguaje, en sí mismo, es solo una herramienta de comunicación. La asepsia es una de sus características principales. Ahora bien, la utilización que se haga del lenguaje es lo que determina que se le apliquen atributos y se le definan cualidades que van dirigidas, más bien, a quien hace uso de él, antes que al propio lenguaje.
El lenguaje puede emplearse para intentar dar cuerpo a ideas de belleza sublime, a esto lo solemos llamar poesía.
El lenguaje puede servir para transmitir enseñanzas y conocimientos, a esto lo solemos llamar tratado, ensayo, teoría…
El lenguaje puede ser vehículo y canal de sentimientos, amor, cariño, rabia, odio…
El lenguaje, incluso, puede ser moldeado para intentar engañar al perceptor del mensaje, a esto lo solemos llamar política y también promesa electoral.
Pero, el lenguaje también puede ser usurpado para concretar intereses económicos, con frecuencia a este uso se le denomina periodismo.
El nivel de perversión con que se utiliza el lenguaje en los medios de comunicación es tan elevado que ya muchos, por desgracia, tienen el oído acostumbrado y no le dan la importancia que debieran. Si entramos en un comercio y pretendemos adquirir un producto de, digamos, 5 euros, pero en la caja nos cobran 10, seguramente nos daremos cuenta del error. Si no nos damos cuenta y el mismo hecho tiene lugar de nuevo, el concepto “error” tiene que ir dejando paso al concepto “engaño”. A la tercera vez que ocurra lo mismo, el concepto “error” ya casi no tiene cabida. Exactamente lo mismo ocurre con los productos informativos que nos ofrecen por televisión. Que no tengan un coste visible o tangible no quiere decir que no adquiramos tales productos, ni tampoco que no debamos reclamar ante un error o un engaño.
La perversión con que se nos agrede informativamente hablando, lleva a noticias como las siguientes:
—Ante la aprobación de la nueva ayuda a los parados de larga duración (400 euros al mes por un máximo de 6 meses), los periódicos utilizan el término “beneficiario” para referirse a los que tienen derecho a percibir tal ayuda. Estoy seguro de que ninguno de estos “beneficiarios” se considera beneficiado por un sistema económico que ahoga todas sus posibilidades de futuro. De paso, esta información podría referirse como “damnificados” a aquellos parados de larga duración que no tendrán derecho a esta ayuda.
—Ante la reducción de los beneficios de las entidades bancarias como consecuencia de la crisis, algunos titulan: “Banesto pierde beneficios hasta septiembre”, no es preciso agregar más comentarios. Acaso recalcar que el beneficio del banco “solo” alcanzó el 80% del mismo periodo del año anterior.
—En los informativos de Radio Nacional de España, en el apartado de información económica, se atrevieron a decir: “El petróleo pisa fuerte”, para explicar el fuerte aumento del precio del crudo en los últimos días. Apuntando más a lo positivo de la subida para los inversores (inmensa minoría) que a la carga añadida para todos los que sufren en su bolsillo la consiguiente subida de los combustibles (la inmensa mayoría). El precio del gasoil se ha visto incrementado en un 25% en el último año, por ejemplo. Este asunto apenas ha formado parte de los informativos y cuando lo ha hecho ha sido sin entrar en detalles. Sin embargo, una subida que no fue, como ocurrió en Bolivia, estuvo en portada durante semanas. Cierto es que la subida hubiera sido de hasta un 83%, pero de unos precios congelados desde hace 7 años. En España, en esos 7 años la gasolina 95 ha subido un 60%.
Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que igual que reclamamos en un comercio ante un error o un engaño, debemos reclamar calidad y objetividad a quienes pervierten y prostituyen el lenguaje informativo en beneficio de determinados intereses económicos.
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