OPINA CONSTANZA MOREIRA...
N.de R. Mantenemos esta nota de ayer, por su actualidad.
Constanza Moreira, es una aguda analista de las alternativas de nuestra política, la que conoce en profundidad y desentraña sus mensajes con solvencia reconocida desde todos los sectores. Politóloga, catedrática de nuestra Universidad, es sin duda una voz a tener muy en cuenta. En su contratapa de los lunes en “La República” ayer se ocupo del reciente XIV Foro de San Pablo que se reunió hace muy poco en Montevideo. De su nota “Las izquierdas en la encrucijada del Poder” que les recomendamos, hemos sacado de contexto la última parte, que va a continuación y donde, de cierta manera, se analizan varias facetas de nuestra política y de nuestro país. El título que sigue es nuestro. También los subtítulos.
CONTRADICCIONES QUE SE PLANTEAN
N.de R. Mantenemos esta nota de ayer, por su actualidad.
Constanza Moreira, es una aguda analista de las alternativas de nuestra política, la que conoce en profundidad y desentraña sus mensajes con solvencia reconocida desde todos los sectores. Politóloga, catedrática de nuestra Universidad, es sin duda una voz a tener muy en cuenta. En su contratapa de los lunes en “La República” ayer se ocupo del reciente XIV Foro de San Pablo que se reunió hace muy poco en Montevideo. De su nota “Las izquierdas en la encrucijada del Poder” que les recomendamos, hemos sacado de contexto la última parte, que va a continuación y donde, de cierta manera, se analizan varias facetas de nuestra política y de nuestro país. El título que sigue es nuestro. También los subtítulos.
CONTRADICCIONES QUE SE PLANTEAN
A GOBIERNOS DE IZQUIERDA...
(...)El escepticismo sobre los populismos y peor aún, sobre la experiencia de la vía al socialismo en Chile, con el gobierno de Allende, llevó algunos a buscar la tercera vía en una clave "socialdemócrata". Una alianza entre trabajo y capital, que domesticara a este último y reivindicara al primero, parecía ser la solución. Quizá la mejor expresión de este intento sea el gobierno de Lula en Brasil. Por otro lado, la pretensión "soberanista" frente al capital extranjero, hizo parte de una agenda que practicaron algunos de los países con recursos energéticos claves, como Bolivia, y como Venezuela.
Finalmente, la idea de recuperar un Estado de Bienestar que asegurara el bienestar de las grandes mayorías, desprivatizara los servicios públicos y resolviera la situación de la población en situación de "emergencia social", estuvo en el ideal de muchos (en el caso uruguayo, claramente). Sin embargo, todos estos desafíos están pendientes y dar al capitalismo "por hecho", en el marco de una lucha antiimperialista, soberanista y anti-neoliberalista, no parece tan simple. Es como pensar que el neoliberalismo es una fase "perversa" del capitalismo y no simplemente una fase.
Es pensar que puede haber un capitalismo "humano". Y sin duda, hay ejemplos de ello: las virtuosas socialdemocracias de los países nórdicos, por ejemplo. Sin embargo, las soluciones virtuosas no están a la mano para América Latina. En primer lugar, el capital es cada vez más indomesticable, y al mismo tiempo cada vez más necesario. La concesión de zonas francas en nuestro país para grandes inversiones extranjeras, lo ilustra en forma dramática.
LUCHAR SIMPLEMENTE POR TENER UN TRABAJO
El capital, además, es cada vez menos nacional y cada vez más transnacional, de modo que la "domesticación" del empresariado, no está a mano para la mayoría de los países de América Latina. En segundo lugar, la alianza capital-trabajo, parece cada vez más difícil de ser articulada, y este es un elemento clave en cualquier socialdemocracia. Buena parte del factor "trabajo" está hoy concentrado en actividades informales, que no pueden entrar dentro de ningún espacio de negociación colectiva (como los que caracterizan al pacto capital-trabajo en las socialdemocracias).
El aumento estructural de la desocupación en América Latina debilitó al trabajo. Se pasó de luchar por el salario (la vieja lucha), o por los derechos sociales, a luchar simplemente, por tener trabajo. Y con ello los Estados nacionales, preocupados por la generación de empleo, se volvieron más dependientes aún del factor capital. En tercer lugar, la idea de un futuro industrial autónomo para América Latina, tal como existía en la época de los populismos, parece haberse desvanecido: aquélla vieja ecuación "centro-periferia" se ha profundizado, aunque siguiendo otros rumbos, y los países de América Latina son cada vez más exportadores de materias primas y se enganchan en forma cada vez menos "inteligente" en la división internacional del trabajo.
CONCENTRACIÓN DEL INGRESO AUMENTA
LA INSATISFACCIÓN TAMBIÉN
Frente a esto, las izquierdas tienen varios dilemas que plantearse, y el abanico de las contradicciones presentes en América Latina lo muestra claramente. Mientras Lula defiende la producción de biocombustibles, Fidel Castro (o la FAO) advierten sobre los efectos nefastos que ésta provocará en el precio de los alimentos. Mientras en Uruguay se defienden las inversiones extranjeras como solución a los problemas del desarrollo, en Bolivia se las condena por haber conducido al país al más profundo subdesarrollo. Mientras Brasil defiende el rol del empresariado doméstico en el desarrollo nacional, en Argentina, se libra una lucha contra buena parte del mismo, enriquecido por la soja.
La discusión del modelo agrícola no la discusión técnica, sino la política aún están pendientes, en un continente predominantemente agrícola. Mientras tanto, con alguna excepción, la concentración del ingreso tiende a aumentar y la insatisfacción también. Los gobiernos de izquierda son hijos de la insatisfacción y la izquierda tiene que dar respuesta a esto, mientras trata de cambiar lo que cada vez es más difícil de cambiar. Quizá lo mejor sea airear todas y cada una de las contradicciones que se le plantean a cualquier gobierno de izquierda en este momento, sin desechar ninguna reflexión, ninguna alternativa, y sobre todo, ninguna crítica.
Finalmente, la idea de recuperar un Estado de Bienestar que asegurara el bienestar de las grandes mayorías, desprivatizara los servicios públicos y resolviera la situación de la población en situación de "emergencia social", estuvo en el ideal de muchos (en el caso uruguayo, claramente). Sin embargo, todos estos desafíos están pendientes y dar al capitalismo "por hecho", en el marco de una lucha antiimperialista, soberanista y anti-neoliberalista, no parece tan simple. Es como pensar que el neoliberalismo es una fase "perversa" del capitalismo y no simplemente una fase.
Es pensar que puede haber un capitalismo "humano". Y sin duda, hay ejemplos de ello: las virtuosas socialdemocracias de los países nórdicos, por ejemplo. Sin embargo, las soluciones virtuosas no están a la mano para América Latina. En primer lugar, el capital es cada vez más indomesticable, y al mismo tiempo cada vez más necesario. La concesión de zonas francas en nuestro país para grandes inversiones extranjeras, lo ilustra en forma dramática.
LUCHAR SIMPLEMENTE POR TENER UN TRABAJO
El capital, además, es cada vez menos nacional y cada vez más transnacional, de modo que la "domesticación" del empresariado, no está a mano para la mayoría de los países de América Latina. En segundo lugar, la alianza capital-trabajo, parece cada vez más difícil de ser articulada, y este es un elemento clave en cualquier socialdemocracia. Buena parte del factor "trabajo" está hoy concentrado en actividades informales, que no pueden entrar dentro de ningún espacio de negociación colectiva (como los que caracterizan al pacto capital-trabajo en las socialdemocracias).
El aumento estructural de la desocupación en América Latina debilitó al trabajo. Se pasó de luchar por el salario (la vieja lucha), o por los derechos sociales, a luchar simplemente, por tener trabajo. Y con ello los Estados nacionales, preocupados por la generación de empleo, se volvieron más dependientes aún del factor capital. En tercer lugar, la idea de un futuro industrial autónomo para América Latina, tal como existía en la época de los populismos, parece haberse desvanecido: aquélla vieja ecuación "centro-periferia" se ha profundizado, aunque siguiendo otros rumbos, y los países de América Latina son cada vez más exportadores de materias primas y se enganchan en forma cada vez menos "inteligente" en la división internacional del trabajo.
CONCENTRACIÓN DEL INGRESO AUMENTA
LA INSATISFACCIÓN TAMBIÉN
Frente a esto, las izquierdas tienen varios dilemas que plantearse, y el abanico de las contradicciones presentes en América Latina lo muestra claramente. Mientras Lula defiende la producción de biocombustibles, Fidel Castro (o la FAO) advierten sobre los efectos nefastos que ésta provocará en el precio de los alimentos. Mientras en Uruguay se defienden las inversiones extranjeras como solución a los problemas del desarrollo, en Bolivia se las condena por haber conducido al país al más profundo subdesarrollo. Mientras Brasil defiende el rol del empresariado doméstico en el desarrollo nacional, en Argentina, se libra una lucha contra buena parte del mismo, enriquecido por la soja.
La discusión del modelo agrícola no la discusión técnica, sino la política aún están pendientes, en un continente predominantemente agrícola. Mientras tanto, con alguna excepción, la concentración del ingreso tiende a aumentar y la insatisfacción también. Los gobiernos de izquierda son hijos de la insatisfacción y la izquierda tiene que dar respuesta a esto, mientras trata de cambiar lo que cada vez es más difícil de cambiar. Quizá lo mejor sea airear todas y cada una de las contradicciones que se le plantean a cualquier gobierno de izquierda en este momento, sin desechar ninguna reflexión, ninguna alternativa, y sobre todo, ninguna crítica.
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