NOSTALGIA,
MELANCOLIA y...
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MELANCOLIA y...
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Escribe
GONZALO CANAL
RAMIREZ (*)
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La tristeza, el gran enemigo suyo, desde su digestión hasta su cerebro, tiene formas muy sutiles de penetración casi inconsciente. A pesar de su hostilidad, llegamos amarla a veces. La nostalgia es un refinado y amable matiz de tristeza, porque a veces hasta nos dignifica e inspira. Los poetas la han cantado. Esa relación sentimental hacia nuestros seres queridos y ausentes, hacia nuestros lugares lejanos, hacia nuestros recuerdos e imágenes preferidos, hacia lo que no tenemos ya, o no está en nosotros. Quien no la ha experimentado es una persona sin sentimientos. Y necesitamos los sentimientos. Bienvenida la nostalgia transitoria.
La tristeza, el gran enemigo suyo, desde su digestión hasta su cerebro, tiene formas muy sutiles de penetración casi inconsciente. A pesar de su hostilidad, llegamos amarla a veces. La nostalgia es un refinado y amable matiz de tristeza, porque a veces hasta nos dignifica e inspira. Los poetas la han cantado. Esa relación sentimental hacia nuestros seres queridos y ausentes, hacia nuestros lugares lejanos, hacia nuestros recuerdos e imágenes preferidos, hacia lo que no tenemos ya, o no está en nosotros. Quien no la ha experimentado es una persona sin sentimientos. Y necesitamos los sentimientos. Bienvenida la nostalgia transitoria.
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Mal llegada cuando es habitual. Y el viejo/a tiene el hábito de convertirla en hábito, cuando no está ligado interesadamente a su presente. Ese mal hábito desemboca en la melancolía patológica, que puede llamarse casi viciosa, porque enferma y enajena la voluntad, hasta el punto de no poder vivir sin ella. Sus consecuencias peyorativas son múltiples: negativismo, pesimismo, sensaciones de frustración, inapetencia, desinterés, atonía física y espiritual.
Mal llegada cuando es habitual. Y el viejo/a tiene el hábito de convertirla en hábito, cuando no está ligado interesadamente a su presente. Ese mal hábito desemboca en la melancolía patológica, que puede llamarse casi viciosa, porque enferma y enajena la voluntad, hasta el punto de no poder vivir sin ella. Sus consecuencias peyorativas son múltiples: negativismo, pesimismo, sensaciones de frustración, inapetencia, desinterés, atonía física y espiritual.
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(...) El viejo tiene la tendencia a la nostalgia y a la melancolía. Lo malo no es sentirlas pasajeramente, estar nostálgicos y melancólicos, sino serlo de manera permanente. Los tiempos que fueron tienen su propio poder de evocación imprescindible. Son también parte de nuestra vida. Además, los buenos recuerdos ayudan a vivir. Lo malo es caer en forma permanente en ellos hasta convertirnos en seres nostálgicos, melancólicos.
(...) El viejo tiene la tendencia a la nostalgia y a la melancolía. Lo malo no es sentirlas pasajeramente, estar nostálgicos y melancólicos, sino serlo de manera permanente. Los tiempos que fueron tienen su propio poder de evocación imprescindible. Son también parte de nuestra vida. Además, los buenos recuerdos ayudan a vivir. Lo malo es caer en forma permanente en ellos hasta convertirnos en seres nostálgicos, melancólicos.
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Eso es la tristeza, enfermedad de la cual hay que tratarse de inmediato. Como de cualquier otra enfermedad degenerativa. Si no, nos agotaremos como los israelitas del exilio de Babilonia llorando sobre las arpas mudas colgadas de los sauces. Las lágrimas son fecundas y bellas cuando se vierten merecidamente. Cuando no, son una enfermedad de los músculos lagrimales, o del alma y un poderoso acelerador del envejecimiento. Y no nos liberan de Babilonia. No olvide “La tristeza perjudica el cuerpo y el alma más que las otras pasiones.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
Eso es la tristeza, enfermedad de la cual hay que tratarse de inmediato. Como de cualquier otra enfermedad degenerativa. Si no, nos agotaremos como los israelitas del exilio de Babilonia llorando sobre las arpas mudas colgadas de los sauces. Las lágrimas son fecundas y bellas cuando se vierten merecidamente. Cuando no, son una enfermedad de los músculos lagrimales, o del alma y un poderoso acelerador del envejecimiento. Y no nos liberan de Babilonia. No olvide “La tristeza perjudica el cuerpo y el alma más que las otras pasiones.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.
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