lunes, 19 de enero de 2009

LAS VOCES... LOS ECOS...

CONFIANZA EN
LAS SEÑALES
ESTABILIZADORAS
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Escribe: Jorge Jauri
Publicado en “La Republica”
Lunes 19 de enero 2009
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Los datos de cierre de la primera quincena de enero tranquilizan en lo que respecta a la gestión de crisis que el gobierno está realizando, incluyendo, -incluyendo, repito- un conjunto de señales formalmente desagradables emitido por el Ejecutivo en los últimos días. La precipitación de la sequía ha puesto a prueba esa capacidad de gestión de crisis que está siendo seguida muy de cerca por inversores, operadores y una parte importante de la población que maneja los códigos necesarios. La sequía precipitó la aproximación del IPC a los dos dígitos, un disparador de problemas de todo tipo. El aumento del dólar, convergiendo con una fuerte demanda de pesos que el BCU estaba abasteciendo generosamente, y la monetización, en diciembre y enero, de aumentos acumulados, había prendido una mecha que había que apagar de cualquier manera. Y el gobierno lo está haciendo, incursionando en áreas delicadas, con actores muy sensibilizados.
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Es interesante observar cómo se ha manejado el gobierno en la emergencia, logrando -si no cambiar las expectativas inflacionarias elevadas o aventar el riesgo de que en los próximos meses se llegue a los dos dígitos- al menos indicar que sabe lo que está haciendo: en resumen, apelar a una fuerte señal en el área monetaria, lograr un impacto inmediato en el mercado de pesos y lograr un riesgoso pero inevitable acumulado de descenso del precio del dólar en un 4% en cuatro días. Ello revirtió de inmediato, y en mucha mayor medida que las amenazas y acusaciones veladas, la corrección al alza de precios que se estaba realizando, incluso por el propio Estado. ¿Las amenazas y fiscalización cuasi policíaca de precios? Un error o un exceso. Allí no estaba el problema, obviamente, pero esa fue la forma elegida para indicar que el Presidente sabe que la estabilidad es el desafío más complejo que tendrá este gobierno en el año electoral.
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NOTAS AL MARGEN
DEL CAMINO (I)
Por Jorge Majfud *
(“La República” Sabado 17)
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Una vez alguien me dijo que yo no podía hablar de religión porque no era un hombre religioso. Me quedé pensando un instante, porque en algo tenía razón: yo soy un espíritu religioso, pero no soy un hombre religioso porque mi mente desconoce la seguridad. Obviamente, se equivocaba en lo demás. "Señor --quise contestar, no sin timidez--, si los sacerdotes católicos desde siempre han dado consejos matrimoniales y ahora hasta dan clase de conducta sexual, ¿por qué no podría un ateo enseñar teología?"

Sófocles y Esquilo compitieron por el aplauso del pueblo griego. Shakespeare escribía para el teatro, no para la eternidad de la letra impresa. A diferencia de los grandes escritores del siglo XX, al inglés lo preocupaba, especialmente, el juicio y la aceptación del público de esa noche. Como cualquier libretista de Hollywood o de televisión. Porque hubo tiempos en que la profundidad y la inteligencia tuvieron rating.

Los libros de autoayuda son los amuletos de nuestro tiempo. En ellos descansa toda la superstición de las creaturas temerosas. Sin la ayuda del miedo y la superstición moderna, estos libros no serían best-sellers y mucho menos serían considerados profundos o necesarios. Podemos contar algunas muestras de esta profundidad: "Abrace a su mujer cuatro veces por día" (John Gray); "Elógiate tanto como puedas", "La crítica es un acto inútil", "Mírate con frecuencia al espejo y di: te quiero", "Haz lo que te gusta hacer", "Tus pensamientos pueden ayudarte a conseguir el trabajo perfecto" (Louise L. Hay); "Control significa ser el amo de su propio destino", "Todos podemos hacer algo", "Haga reír a otra persona hoy y mañana, todos los días", "Nadie puede engañarle sin su consentimiento", "Recuerde que no puede fracasar en la tarea de ser usted mismo" (Wayne W. Dyer). --La creatura insegura busca en los libros de autoayuda que le digan lo que ya sabe; pero necesita que una autoridad (sacerdotes del éxito solitario) se lo repita, porque ya no se cree a sí misma.
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No puede creerse a sí misma porque está habituada a creer y aceptar la orden y el consejo de los medios de difusión. Su libertad es virtual o ilusoria, porque para ser libre es necesario, por lo menos, comenzar por creerse a sí mismo.
(SACADO de CONTEXTO)
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