martes, 8 de diciembre de 2009

SUBLIME POETA DE LO COTIDIANO



PELODURO:
ALGO ASÍ
COMO
UN GENIO

Escribe
FERMÍN HONTOU (Ombú)
(“El País” Suplemento Cultural
Viernes 27 de Noviembre)

ESCRIBIR SOBRE Peloduro, o mejor, sobre Julio E. Suárez, a más de cien años de su nacimiento en el Salto Oriental, es una tarea compleja. Peloduro no fue sólo un dibujante, un humorista. Fue también la quintaesencia del uruguayo bohemio con una gran cultura popular (y alcohólica), que recorría los boliches montevideanos; pero además fue capaz de satirizar a Shakespeare o a Freud o a Obdulio Varela y a otros clásicos de este mundo accidental y cretino.
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Desde su temprana radicación en Montevideo en 1927, cuando vino a estudiar arquitectura, hasta sus primeros dibujos para prensa con apuntes parlamentarios en El Nacional, el efímero diario fundado por Carlos Quijano, llegando más adelante a su propia revista llamada Peloduro como su personaje principal, y sus caricaturas políticas en Marcha, El Popular, Época, Justicia y La Mañana, construyó una obra que casi siempre estuvo ligada a las contingencias de la vida política y social del Uruguay.
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Algunos estiman que ése es su límite. Parece que se ocupó demasiado en pintar a su aldea y se olvidó del mundo y eso (para algunos) lo torna descartable, prescindible. Sin embargo, y aunque poco importe, Peloduro fue para mí un descubrimiento. Cuando él murió (en 1965) yo tenía apenas 9 años y estaba más ocupado en los picaditos de fútbol contra el cordón de la vereda y me trepaba a los árboles a leer historietas publicadas por editoriales mexicanas y creadas en los "Iunaited Esteits of América".
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Me conocía de memoria los orígenes extraterrestres de Superman y su perro Krypto, las idas y venidas de los "teenagers" Archie y Torómbolo con las bellas Betty y Verónica, las aventuras de Hopalong Cassidy, el Llanero Solitario y su fiel compañero indio Toro, las Historietas de la Pequeña Lulú y el admirado Tobi con su club donde se prohibía el ingreso a las mujeres (o niñas), cosa con la que Juan Carlos Onetti no estaría de acuerdo.
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Quizá por haberse declarado admirador de la Pequeña Lulú. En resumen, estaba totalmente colonizado por historietas extranjeras. Más o menos lo mismo que sucede con los adolescentes de hoy y su fascinación por el manga y el animé japonés o con los inmortales e interminables superhéroes y sus versiones actuales. Incluso con los tan célebres y festejados Simpson (aparentemente antisistema y contestatarios)
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Fue recién al final de la década del 70 que conocí el trabajo de Julio E. Suárez y fue todo un deslumbramiento. En el lenguaje de la historieta, Julio E. Suárez hacía aparecer el barrio, la esquina, los botijas jugando al fútbol descalzos en la calle, el Pulga vendiendo diarios afuera del boliche, la Porota lavando ropa en la pileta del conventillo, Peloduro jugando al fútbol con la camiseta de Uruguay (por los años de Maracaná). También por esa época descubrí las caricaturas de escritores, políticos, artistas, músicos o futbolistas que casi siempre firmaba JESS (Julio Emilio Suárez Sedraschi).
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Incluso descubrí que en su revista dibujaba avisos de analgésicos o de alimentos recurriendo a sus famosos personajes, Peloduro y el Pulga, que oficiaban de promotores, antes de nuestra era actual plagada de promotoras. Puedo decir que descubrir a Peloduro me fascinó, sobre todo porque me enteré de que aquí, en esta comarca del Sur del mundo, era posible dibujar y crear un verdadero mundo de historieta, descartando el tono despectivo con que algunos usan la palabreja.
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Quizá en sus caricaturas de intelectuales y artistas uruguayos es donde su aporte es más singular, casi único. En esos casos el dibujo se suelta, se ve menos afectado que en sus historietas y apela a síntesis geométricas más audaces. A pesar de esas consideraciones, y sin olvidar la persistente invasión de dibujantes e historietistas que vienen de fuera de nuestras insignificantes fronteras, hay que decir que Peloduro fue algo así como un genio. Eso en el plano del dibujo. (SACADO de CONTEXTO
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