lunes, 15 de marzo de 2010

LA VEJEZ... ESE IMPORTANTE TIEMPO DE VIDA...


LA NATURALEZA
UNA GRAN ALIADA
DE NUESTRA VEJEZ

Escribe
GONZALO
CANAL RAMÍREZ (*)

La sociedad de hoy –la de consumo– regresa un tanto a la primitiva, en la cual los elementos determinantes de la vida con los de la subsistencia, aunque subsistir no sea el problema de la de hoy, sino consumir. El consumismo ha cambiado las reglas de la vida. En los países desarrollados y en vías de desarrollo, el utilitarismo positivista define la posición del individuo en la sociedad como productor. A otra escala, el fenómeno se parece en cuanto a tratamiento de la vejez, al de las primitivas comunidades existentes aún.
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Cuando el viejo deja de ser útil se le confina, se le abandona, para eliminarlo como competidor en el plato insuficiente para todos. Simone de Beauvoir en su libro sobre la vejez tiene todo un largo capítulo de historia antigua y contemporánea sobre el tema. Las sociedades progresadas del Primer Mundo desarrollado se han visto obligadas a ir modificando las políticas frente al viejo, porque la presencia de los mayores de 65 años se multiplica en nuestros días y se seguirá multiplicando.
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En Francia cuando Simone de Beauvoir escribió hace 12 años su libro (N. de R. Canal edito este libro en 1980), los viejos eran el 12 % de la población. Hoy son el 15 %. En Norteamérica ya el 20 %. Veremos en este libro como la presión de este aumento demográfico de los viejos, hasta en el campo electoral, está motivando rápidos progresos en el tratamiento social del viejo, tomados como bandera de asociaciones y sindicatos para hacer conciencia de solidaridad consigo mismo, pues los de las otras edades también un día van a ser viejos.
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En un mundo utilitarista, el viejo no puede confiar en la sociedad como su protectora, si esta lo considera inútil. Y si el mismo se considera inútil. La sentencia de inutilidad con que nuestra sociedad ha condenado a nuestros viejos ha sido eficaz para convencer al viejo mismo de ella. Sin embargo el arma de defensa del viejo es el mismo, con su utilidad en todos los campos ya demostrada. A una sociedad utilitarista no la vamos a convencer sino siendo útiles.
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La naturaleza es la gran demostración de unidad indivisible: cuando se da en algunos de sus actos, se da en toda entera. Observe, por ejemplo, el elemental acto de caminar. En él influyen todos sus sentidos: vista, tacto, oído, músculos motores, bajo el control del cerebro, central de operaciones. Si usted es todo usted en cada uno de sus actos, por insignificantes que parezcan, no se deje desintegrar.
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Hay muchos interesados en eso. Resista usted. Usted, aun viejo/a, es todo la persona. Y, como tal puede. Y podrá más cuanto más se integre a la naturaleza, a la especie, a la humanidad. La naturaleza es la gran aliada de la vejez, aunque la ciencia y la técnica sean sus sostenes. La naturaleza misma de la persona, cuyas excelencias culminan en la tercera edad, aquilatadas y acrisoladas, y la naturaleza del resto de la creación animada e inanimada: el animal, la tierra, el agua, el fuego, el viento, nuestro planeta y el cosmos.
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En realidad no es que haya dos naturalezas –la nuestra de persona racional– y la de los otros seres, cosas u objetos. Nosotros los seres humanos, dotados de razón, pertenecemos a la naturaleza, estamos integrados con ella. En su lucha por la vida, por existir, desarrollarse y subsistir, el hombre, con sus ya millones de años a cuestas, ha tenido que luchar con las grandes fuerzas de la naturaleza que, sin el poder de la mente humana, nos habrían aniquilado, como han aniquilado a otras especies.
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El dilema para la persona humana ha sido dominar a la naturaleza o ser dominado por ella. Frente a esta disyuntiva hay una tercera posición: el divorcio del ser humano y la naturaleza. Ese divorcio en cualquier edad, pero sobretodo en la vejez, suele ser fatal. No se trata de rechazar la ciencia, la técnica, sino de no contradecir el orden natural, siempre prioritario. No rechacemos el calor de las lámparas ultravioletas, pero reconozcamos mejor el del sol.
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Las excelencias de la ciencia, la técnica en buena hora son una conquista. Bien está la bicicleta estática como ejercicio, pero cuando no podemos caminar. Mientras podamos, caminemos. Nada es mejor. Y, además está el aspecto sicológico. Solo la naturaleza nos da armónicamente nuestro equilibrio emocional. Se dice: “El paisaje no es más que la epidermis de la naturaleza, lo que para nosotros es inmediatamente viable, en general perceptible para nuestros sentidos”
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No es que estemos circundados de paisaje... somos paisaje. Cuando la persona se funde con la naturaleza alcanza su máxima realización. Y en la vejez usted debe continuar realizándose. El amor a lo natural está insito, innato en nosotros, pero, si no lo cultivamos, se pierde, y con el perdemos una gran fuente de recursos para nuestra edad. La naturaleza a toda hora y en todo momento, y, casi siempre, sin costo económico, y al alcance de nuestra mano. Si no lo ha hecho, vaya al campo o al parque.
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(*) Gonzalo Canal Ramírez, es un reconocido especialista en temas de la Tercera Edad. De origen colombiano, esta radicado en España. Estos textos son del libro “ENVEJECER NO ES DETERIORARSE” que ha merecido innumerables ediciones y traducciones desde 1980, año de su aparición en España.

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