AMPLIACIÓN DEL
CAMPO DE LA REGRESIÓN
Escribe
FRÉDÉRIC LORDON (*)
Publico “Rebelión”
1 de Mayo de 2011
Traducción: Gabriela Villalba
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(*) Frédéric Lordon (1962) Es ingeniero y doctor en Economía. Trabaja como director de investigación en el Centre National de la Recherche. Analista y asiduo colaborador en importantes medios de Europa. Su ultima obra “Adios a las finanzas” editado este año ha sido calificado por la crítica como ” Un libro brillante que desnuda a los culpables de la hecatombe económica mundial”. Se le considera uno de los mas prolíficos autores, con varios libros sobre la actual crisis financiera global, tema en el que se le considera uno de los más agudos especialistas.
.Tras la dimisión, el pasado 23 de marzo, del primer ministro de Portugal, José Socrates, la Unión Europea y el FMI lanzaron un rescate financiero para Lisboa por una suma aproximada de 80.000 millones de euros a cambio de drásticos ajustes. Continúa la avanzada liberal y el rigor sigue presentándose como la solución a la crisis. Como en un sueño de Naomi Klein que repararía los defectos de su tesis inicial, el neoliberalismo europeo se esmera de manera particular en adaptarse a la “ESTRATEGIA DEL SHOCK”, pero de un shock que él mismo ha contribuido a producir.
Creíamos haber visto suficiente con la “respuesta” a la crisis (financiera privada) en forma de planes de austeridad (pública) sin precedentes. Pero la prolongación del “pacto de competitividad” nos lleva a otro viaje del que ni siquiera vemos el término. Hasta dónde puede llegar la paradoja del ensañamiento neoliberal en respuesta a la crisis neoliberal es una pregunta cuya profundidad se vuelve hoy insondable.
En este inverosímil encadenamiento –en el que una conmoción secular no lleva a ninguna revisión doctrinal sino más bien a la reafirmación extendida de lo que ha fracasado de un modo tan perfecto–, el casillero “reducción del déficit” dio lugar, lógicamente, a una de esas “deducciones” extrañas que condujeron del previsible fracaso de las políticas de austeridad a la imperiosa necesidad de constitucionalizarlas.
A pesar del bombardeo que repite ad nauseam que el rigor es una estrategia de regreso al crecimiento, y aunque nos haya valido unos cuantos episodios sabrosos, como el de la “ricuperación” (1) de Christine Lagarde, no se ve bien cómo las políticas económicas europeas –coordinadas por primera vez, pero lamentablemente para peor– podrían no producir exactamente lo contrario de lo que pretenden buscar.
Porque si algunos episodios de ajuste presupuestario obtuvieron, en el pasado, cierto éxito, era con la condición imperativa de que estuvieran acompañados por una disminución en las tasas de interés, una devaluación o un contexto de crecimiento, todas cosas con las que ya se sabe con certeza que no se contará. Sólo queda la terrible sinergia negativa que conjuga esfuerzos de restricción presupuestaria de una intensidad inédita con una extensión (toda Europa) nunca vista, lo cual promete más bien una “ricaída” [richute]. En el mejor de los casos, la reducción de los déficits tendrá lugar, pero de un modo tan lento que la velocidad de crecimiento de la deuda no sufrirá mayores modificaciones. De manera que, con un crecimiento deprimido, el ratio deuda/Producto Interno Bruto (PIB) –el objetivo último de todas estas maniobras y por ende el criterio para evaluarlas– seguirá deteriorándose.
Los gobernantes de la Zona Euro confían tanto en su propia estrategia que consideraron oportuno completar el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (European Financial Stability Facility, EFSF), destinado a gestionar el episodio crítico (Grecia, Irlanda, etc.) hasta 2013, por medio de una estructura, que sí es permanente, el Mecanismo de Estabilidad Europea (European Stability Mechanism), concebido para hacer frente colectivamente a “eventuales” futuros problemas de deudas soberanas. En este asunto, toda la dificultad política residía en convencer a Alemania de ingresar en un mecanismo de solidaridad financiera al que siempre se ha negado en nombre de un “riesgo moral”: saberse cubiertos conduciría a algunos Estados a hacer aun menos en materia de disciplina presupuestaria... Como era de prever, fue Francia la que se encargó de tener la “buena idea” capaz de brindar una contrapartida que Alemania pudiera admitir y, entonces, se cambió una estructura de solidaridad financiera por un dispositivo disciplinario prometiendo que no sería necesario utilizarlo: la constitucionalización del equilibrio de las finanzas públicas.
“DESMANTELAMIENTO POR LA TANGENTE”
Esta aberración mayúscula pronto fue objeto de una de esas pantomimas de especialistas bien diseñadas para dar a las peores ideas la unción de la ciencia (o de la sabiduría), y Michel Camdessus, siempre disponible para ayudar, redactó exactamente el informe que se esperaba de él. Por lo menos, después de un largo descanso tras su partida del Fondo Monetario Internacional (FMI), ¡vuelve en plena forma! Y armado con argumentos que hacen a la felicidad del lógico.
“Si no se los enfrentara firmemente, [el déficit y la deuda] pondrían en duda nuestra capacidad de preservar un régimen altamente protector de seguridad social y la libertad de nuestros representantes para determinar por sí mismos, y no bajo la presión del mercado, la política de la nación...” (2). Curiosamente, surge de estas fuertes premisas una máquina para organizar metódicamente la destrucción de la seguridad social a través del cepillado automático y para quitar toda pertinencia a la elaboración de las leyes de finanzas ya que su diseño habrá sido rigurosamente establecido por una ley orgánica (3) a la que no tendrán otra opción que adaptarse...
Seguramente muy a imagen y semejanza de la desviación generalizada de la palabra política instituida por el reinado de Nicolas Sarkozy, el informe, que aquí es la voz de su amo, pone un celo bastante perverso en proclamar los más altos valores que luego serán metódicamente traicionados por todas sus recomendaciones. En una lógica del “desmantelamiento por la tangente”, mucho más eficaz que la del asalto frontal, el neoliberalismo comprendió que era más inteligente organizar el empobrecimiento del Estado de bienestar para dejar que “se impusieran” mejor las soluciones del sector privado.
Y lo cierto es que el ajuste coercitivo de los gastos sociales, con todos los recortes ciegos que conllevará, como los que ya ha experimentado la Asistencia Pública - Hospitales de París (AP-HP), no tendrá otro efecto que el de crear una demanda de servicios privados, muy rápidamente satisfecha por una oferta de igual naturaleza de la que todo el mundo se regodeará en admitir que es “mucho mejor” que la miseria pública. En todo caso, una cosa es segura: al caer la Ley de Financiamiento de la Seguridad Social bajo la autoridad de la nueva ley marco, la seguridad social entra ahora explícitamente y de pleno derecho en la órbita del desmantelamiento programado; “salvar nuestro modelo social”, dicen...
Pero la estridente ironía del informe, a menos que se diagnostique la absoluta pérdida de las facultades mentales, alcanza sin dudas el colmo en el deseo manifiesto de hacer que la política presupuestaria no dependa más de los mercados financieros, ¡cuando el dispositivo de constitucionalización no tiene otra finalidad que concederle todo!
Porque la santificación constitucional del equilibrio presupuestario es una especie de caviar del inversor: ya no hay que temer ninguna dubitación parlamentaria ni ningún interrogatorio sobre la eventual oportunidad de movilizar los presupuestos para hacer frente a alguna crisis: las cuchillas automáticas funcionarán solas. Entre paréntesis, nos preguntamos en qué se habría convertido una ley orgánica de equilibrio presupuestario votada a principios de 2007 para 2012... aparte de elegir entre la inconstitucionalidad y el hundimiento en la Gran Depresión al estilo 1929-1933. Pero el informe se regodea con el imperativo de credibilidad, que equivale a la confesión de la perfecta sumisión puesto que “credibilidad” en definitiva no significa otra cosa que... “obtener la aprobación de los inversores”. Para una emancipación, convengamos que no es lo más adecuado…
Camdessus se ha tomado cómodamente la costumbre de ir de error histórico en error histórico; sin embargo, como es cristiano, enseguida pide perdón. Ya antes se había disculpado por haber literalmente devastado la economía rusa por medio de la liberalización desenfrenada y la destrucción de todas las formas institucionales que no compartían esa lógica. Preveamos un pequeño regreso a la penitencia de aquí a algunos años, cuando se hayan demostrado los maravillosos efectos de la camisa de fuerza presupuestaria, y aunque nos asegure –admirable conclusión del informe– que el equilibrio de las finanzas públicas es “la clave de un crecimiento sostenible, en la justicia y la independencia” (4). Amén. Tres años después del desencadenamiento de una crisis que se debe en su totalidad a la liberalización general, resulta increíble esta extravagante retórica de la obstinación.
Pero habrá que creerlo, si uno no quiere quedar totalmente atónito por lo que sigue. Porque en el “cesto de las contrapartidas” también se encuentra el “pacto de competitividad” (5) que, más allá de las austeridades presupuestarias, otorga todo su vigor a la “estrategia del shock”. Como si los programas de rigor, ahora con bloqueo constitucional, aún no fueran suficientes, la Unión Europea –en este caso por iniciativa de la canciller alemana, Angela Merkel, y de Nicolas Sarkozy– consideró que finalmente se había presentado la oportunidad de un “progreso real” y que sería un error no explotarla hasta el final. Al conceder por sí misma la confesión implícita del probable fracaso de las acciones de austeridad coordinadas, la estrategia europea efectúa por anticipación un nuevo desplazamiento, que tiene la doble ventaja de profundizar un poco más el olvido del hecho generador –la crisis financiera privada– y de abrir lo más posible el campo de la gran avanzada liberal. Porque esta vez, arrasará con todo!
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