Viernes
16 de diciembre de 2011
UNA
FARSA DE ACUERDO DONDE PARECE
NADA IMPORTAR
EL CAMBIO CLIMÁTICO
Escribe
GIUSEPPE
DE MARZO (*)
Fuente
“IL MANIFESTO” Italia
15 de
diciembre 2011
.
(*) GIUSEPPE DE MARZO. (Italia) Activista,
economista, periodista y escritor, trabaja desde hace años en las redes
sociales, los movimientos en Italia y América Latina, junto a las comunidades.
autor de "Buen Vivir. Por una nueva democracia de la
Tierra",ediciones Ediesse. Participó en Durban a nombre del
"Observatorio Verde sobre la globalización" y del Partido Verde
Italiano, hizo agudas observaciones sobre el tema del calentamiento global.
Participa en Asamblea Plenaria de la Red Italiana para la justicia ambiental y
social.
.
Después
de dos semanas y 40 horas de tiempo añadido el acuerdo de Durban en realidad no
prevé absolutamente nada de obligatorio o vinculante para los grandes
contaminadores, solamente dice que en el 2015 vendrá definido un acuerdo y que
este será valido para 2020. Como un obeso que después de 19 años (los años
pasados desde la primera cumbre hasta el día de hoy para encontrar la solución
vinculante sobre el clima) continúa a dejar para el siguiente lunes el inicio
de la dieta necesaria para salvarle la vida. ¿Le creerías?.
Irresponsable
ceguera. No hay otro modo para definir el comportamiento de quien gobierna hoy
en el mundo. 350.000 muertos al año, subida del nivel del mar, desaparición de
muchos países del Pacífico, destrucción de las economía de los estados
costeros, intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos,
acidificación de los mares, desertificación de aéreas enteras del mundo, 50
millones de refugiados ambientales, cientos de millones de puestos de trabajo
en riesgo, perdida de la biodiversidad a un ritmo superior respecto a las
precedentes extinciones masivas: como se hace para no ver esto y posponer las
cosas todavía más? Justo aquí en África, el continente que corre el riesgo de
ser “cocinado” como causa del caos climático, se ha enterrado el único acuerdo
en vida, el de Kioto, que vincula legalmente los países industrializados a
reducir las emisiones. En el 2012 expirará sin ser sustituido por ninguna cosa
obligatoria.
La
COP17 de Durban será recordada como un fracaso para la humanidad y un gran
acuerdo para los que continúan contribuyendo a que suba la fiebre planetaria.
Escuchando los gobiernos de los grandes contaminadores, sobre todo USA y China,
deberemos esperar a 2015 para negociar un acuerdo que será vinculante sólo en
el 2020. ¡El tema es que no disponemos de diez años! La ciencia es clara
respecto a esto. El pico de las emisiones debe darse en 2015 y a partir del año
siguiente se deberán reducir si queremos evitar ser responsables de una subida
de la temperatura superior a los 4 grados en el curso de este siglo.
Los
gobiernos habían considerado solemnemente en Copenhague hace dos años, sede de
la COP15, los 2 grados como límite, más allá del cual las consecuencias serian
dantescas hundiendo gran parte de la humanidad en el apartheid económico y
social. ¿Ha cambiado algo? ¿Será suficiente la green economy gestionada por el
coloso chino para reducir el calentamiento global? Evidentemente no. ¿Cómo se
hace por tanto a esperar hasta 2020? ¿Quién debería obligar a los grandes
contaminadores a reducir las emisiones?
Ha
prevalecido la idea de dejar en manos del mercado, de las fuerzas productivas
(¿o destructivas?) y de las finanzas la capacidad de reducir las emisiones de
gases de efecto invernadero, como si la crisis financiera no hubiese enseñado
nada sobre la mano “invisible” del mercado y sobre su único interés: hacer
dinero. La ausencia de los principales jefes de estado del mundo contaminante e
industrializado en la cumbre demuestra al resto como la política es hoy incapaz
de tomar decisiones contrarias a los grandes intereses económicos y
financieros, incluso si está en juego el destino de la humanidad.
Estos
por una razón y aquellos por otra, todo privilegian, erróneamente, las razones
de la crisis económica. Un pensamiento primitivo, y sin embargo ganador, el que
dibuja todavía una contraposición entre economía y ecología e ignora los
límites señalados por la ciencia. Y no es cierto que esta sea la manera de
conjugar las razones del ambiente con las del trabajo. Las propuestas
presentadas por la sociedad civil y por la ciencia por una seria reconversión
energética e industrial del aparato productivo, en grado de responder
concretamente a estas dos grandes urgencias, han quedado ignoradas.
Ni
siquiera sobre los mecanismos de mitigación y adaptación se han realizado
concretos pasos adelante para apoyar a los países más pobres y los más
vulnerables, como las islas del Pacífico que están desapareciendo debido a la
subida del nivel del mar. Los EE.UU que habían garantizado 100.000 millones de
dólares cada año para el Fondo Verde han dado marcha atrás y ahora no se sabe
quien pondrá el dinero, como será distribuido y cómo se dará la transferencia
de tecnologías limpias.
Estamos
a merced de las olas. Para evitar terminar como náufragos en nuestro propio
planeta tenemos rápidamente que construir un campo nuevo que exprese una
cultura y una práctica hegemónica que replantee el desarrollo a partir de los
límites del planeta. No es imposible. La sociedad civil, los movimientos, los
trabajadores, los campesinos y la ciencia están listos. Esperamos que la
política esta vez escoja quedarse en el lado correcto. Es la última
oportunidad.
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