Miercoles 7 de diciembre de 2011
CUIDADO
CON
LOS QUE
PROMUEVEN LA AUSTERIDAD
Escribe
PAUL
KRUGMAN (*)
Fuente
“Revista Debate”
Publico
“Rebelion”
5
diciembre /2011
.
(*) PAUL ROBIN KRUGMAN (1953) es un economista, divulgador y
periodista norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos.
Actualmente es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad
de Princeton. Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times y,
también, para el periódico peruano Gestión y el colombiano “La República”. En
2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía. Ha escrito más de 200
artículos y 21 libros -alguno de ellos académicos
.
EL TEMA EN SU FUENTE y OTRAS NOTAS:
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Explotando
la afinidad para combatir las protestas en Estados Unidos. Mientras miro cómo
gira la política en torno al movimiento Ocupemos Wall Street, termino pensando
en Bernie Madoff. Síganme la idea; incluso tal vez tenga sentido. El asunto
Madoff, como sabrá, fue un caso clásico de “fraude de afinidad”. Madoff pudo
ganarse la confianza de muchos judíos adinerados y de persuadirlos de que era
de los suyos. Este fraude está detrás de muchas estafas financieras, y también
políticas.
En este
momento, la campaña contra Ocupemos Wall Street básicamente intenta lograr que
la clase trabajadora estadounidense dé la espalda al movimiento, pese a que la
mayoría de la gente apoya sus metas, intentando aparentar que los manifestantes
no son como ellos, mientras que los plutócratas sí lo son. ¡Vamos! Esto ha
funcionado muchas veces en la historia. Y puede operar en muchas direcciones:
Ocupemos Wall Street debe rechazarse porque son hippies sucios; Elizabeth
Warren, candidata a senadora por el estado de Massachusetts, no es como usted
porque, Dios mío, es catedrática de Harvard.
Y ahora
que lo pienso, la teoría generalizada del fraude de afinidad se extiende más
allá de la política hasta cosas como el análisis financiero. Ocasionalmente me
ha maravillado la persistente popularidad de los inflacionistas de Wall Street,
quienes se han equivocado en todo. Sospecho que se debe en mucho a que los
economistas que pronuncian advertencias calamitosas, respecto de los déficits y
el aumento de la base monetaria se ven como el tipo de gente con los que les
gustaría pasar el rato en un campo de golf, cosa que no sucede con los
profesores barbados.
Cowell
continuó: “Al enfrentar su problema de deuda masiva... Europa parece haber
perdido de vista el hecho de que ya lo ha vivido antes; que la generación del
‘baby-boom’ encontró sus raíces en la austeridad de la Posguerra; que, como lo
sugirió Judt, la enorme riqueza de los últimos años difícilmente pudo haberse
imaginado, mientras la gente se esforzaba por sacudirse el pesimismo de la
Guerra”.
Pero,
también, hay otras diferencias, discutiblemente incluso más cruciales. Primero,
en la Gran Bretaña de la posguerra hubo racionamiento; el consumo material fue
deprimido. Aunque había pleno empleo, según datos históricos británicos. Esto
es enormemente importante. Toda la evidencia que he visto dice que el costo
psicológico del desempleo es mucho mayor que la pérdida del ingreso (conozco
gente que anda bien de dinero, pero que está profundamente deprimida porque no
puede encontrar trabajo). Por eso, es tan tonto decir, como algunos, que las
cosas no están tan mal en Estados Unidos en este momento, porque el consumo per
cápita sigue siendo alto bajo estándares históricos.
En
segundo lugar, la austeridad de la posguerra en Gran Bretaña fue motivada por límites
obvios y reales de recursos. En particular, las divisas escaseaban. En un nivel
básico, la gente sabía por qué se racionaban las cosas: Gran Bretaña había
gastado fuertemente en la guerra, así que tenía que apretarse el cinturón para
pagar su deuda.
Actualmente,
en contraste, se está imponiendo la austeridad porque hombres de traje dicen
que es necesaria para satisfacer a los dioses invisibles de los mercados
financieros. Es comprensible que el público esté empezando a tener sus dudas, y
no sólo porque esos dioses invisibles en cierta forma sólo exijan sacrificios
de los trabajadores, nunca de los ricos. El hecho es que estos hombres de traje
no tienen idea de lo que hacen, esto nos quedó claro a varios desde el
principio, pero ahora se está haciendo de conocimiento general.
Entonces, si quiere contrastar el estoicismo del
pueblo de la posguerra con la ira y confusión de los votantes actuales, no
culpe al consumismo; culpe a nuestros líderes, quienes han impuesto un
sufrimiento injusto y gratuito sobre su base electoral. Y ésta finalmente está
empezando a comprenderlo
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