Jueves
26 de enero de2012
A LAS
TRANSNACIONALES, SIN DUDA. PERO LA ÉTICA NOS CONVOCA A TODOS
JUICIO
ÉTICO A LAS TRANSNACIONALES
(PARTE
UNO)
Escribe
LUIS E.
SABINI FERNÁNDEZ (*)
Publica:
“Rebelión”
24 de
enero de 2012
.
(*) LUIS E. SABINI
FERNÁNDEZ (Argentina) Docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. KAOSenLA RED,
información libre y alternativa. Editor de la revista “Futuro”. Mlitante y
activista político. Participa en vaios medios del continente.
Las
denuncias tienen muy valiosa calidad; diría que es un esfuerzo de síntesis
formidable de las problemáticas político-ecológicas en que estamos inmersos y a
las que tenemos que afrontar; la Barrick fabricando un tercer estado entre
Chile y Argentina en Pascua Lama; la angurria de Yamana Gold en Catamarca que
explotando la mina de oro de Bajo La Alumbrera, descubriendo nuevos hallazgos
en Agua Rica, que ponen en peligro sanitario a Andalgalá remataron con la
propuesta de levantar el mismo pueblo para procesar su suelo (pero allí la
angurria les rompió el saco), y tantos otros ejemplos.
El
papel de Monsanto es particularmente protagónico en este proceso de
transnacionalización de la Argentina, por su alcance y por la importancia de
los aspectos de nuestra vida cotidiana que ha abordado e invadido Monsanto: la
contaminación generalizada y la calidad de nuestros alimentos, nada menos,
habiéndonos convertido a los habitantes de Argentina en cobayos de sus
innovaciones tecnológicas.
Un
ejemplo del papel creciente del universo empresario en las decisiones políticas
planetarias es el mismísimo G20. Ya no se trata de reuniones de presidentes o
de cancilleres o de presidentes y otros ministros de diversas áreas. Concurren,
claro, “el personal político” y los equipos asesores, pero también
significativamente lo hacen empresarios (y en el caso del G20, también cuadros
o mejor dicho aparatos sindicales).
Por
eso, el relevamiento de los sitios y las huellas que el capital cada vez más
monopólico está surcando en la tierra argentina, y en las de cada sociedad o
estado, es muy, muy importante.
Hay,
sin embargo, un par de observaciones que considero necesario hacer. La primera
pretende ser una precisión; llamaría a la segunda una incómoda ampliación…
En los
considerandos de la convocatoria al JET se hace particular referencia,
insistentemente, al papel neocolonial de estos abordajes transnacionales sobre
la periferia planetaria. Como que estamos en plena etapa de neocolonización.
Junto a
los factores señalados, a nuestro entender de indudable peso, queda la
pregunta: ¿cómo opera la recolonización, qué es, en rigor, una neocolonización?
Porque opera ante entidades formalmente independientes, con sus banderas
propias, con sus gobiernos supuestamente soberanos...
Y si
tales existieran, ¿cómo podrían tener éxito? Es que lo hacen con la
complicidad, el acuerdo, la aceptación, resignada u orgullosa, de los planteles
políticos de las sociedades periféricas, las “cabeceras de playa” a que hicimos
referencia.
Por eso
algunos autores, como Ramón Grosfoguel o Enrique Dussel, hablan de sociedades
colonializadas, para distinguirlas de las históricamente coloniales. El
colonialismo histórico (apenas existente en regiones aisladas, como puede ser
Palestina, Belice, la Guayana francesa, ¿Hawai?) y la colonialidad.
Este
aspecto lo recoge claramente el JET. Trazando un esclarecedora línea crítica
contra la modernización tan ponderada por ciertos progresismos, como el IIIRSA
o, como bien describe el JET, “un modelo agroalimentario hegemónico, en el que
la alimentación transformada en mercancía es un mecanismo de control de
nuestras vidas”.
Resumiría
el acierto del planteo del JET en una frase que enfrenta, como hay que
enfrentar, a Monsantos, Wal Marts y McDonald’s, declarándose contra “la
globalización fundamentalista de los mercados”.
Una
segunda observación que me parece merece tales encuentros es una cuestión que
se vuelve sobre todos nosotros, incluyendo quienes lleven o llevemos adelante tales
críticas.
Para mí
resulta evidente que el gran capital ensaya estos rasgos depredatorios que
denuncia el TEC porque no ve cómo llevar adelante su mundo de cosas y
relaciones, su civilización en suma, que es nuestra civilización, consumista,
heterónoma, de clase, si no es mediante estos métodos de depredación.
Si sólo
criticamos sus procederes depredatorias puede dar la impresión de que lo hacen
por “malos” que son. Ciertamente, existe una dosis de tales actitudes en el
racismo imperante, en la defensa mezquina de privilegios, pero así y todo,
acusar esta modalidad sin referirse al mundo que vivimos, que de algún modo
compartimos, es como tirar la piedra y esconder la mano.
Porque
los críticos también constituimos, formamos parte de ese sector de la humanidad,
que goza, que gozamos (bien que en una medida las más de las veces muy parcial)
nuestro “estilo de vida”, a costa de los más despojados y del planeta.
Porque
lo que no se puede es mantener el ritmo, la intensidad, el estilo de vida
actual, la producción monstruosa de desechos, por ejemplo, la contaminación
generalizada, sin la “generosa” contribución de las transnacionales, pero
también de sus destinatarios. Es decir, de “nosotros”. La crítica tiene que
incluir al consumo.
Entonces,
lo que debe acompañar a la crítica que han llevado con precisión, sitio por
sitio, los activistas del TEC, es la asunción de que no podemos seguir viviendo
como lo hacemos.
Sería
nefasto creer que se trata sólo de quitar de en medio a los burócratas
insensibles o a los capitalistas sedientos de oro y sangre, y que nosotros,
“los buenos”, podemos administrar amigablemente el mundo que habríamos
heredado.
(PASA A
LA PARTE DOS)
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