Martes
31 de enero de 2012
GEOPOLITICA
DEL PETROLEO
(Parte
DOS)
Escribe
JORGE
GÓMEZ
BARATA (*)
Fuente:
ARGENPRESS.info
30 de
enero de 2012
.
(*)
JORGE GÓMEZ BARATA- Profesor, escritor, historiador, investigador y periodista
cubano- Vive en La Habana- autor de numerosos estudios sobre EEUU. Especializado en temas de política
internacional. Colaborador habitual en los principales medios de prensa,
latinoamericanos y extranjeros. Hadicho que “En todas
las esferas del saber y de la práctica social, incluyendo la economía, la
verdad es siempre sencilla, ...”
.
NOTA DEL BLOG:
SI NO LEYO PARTE
UNO, esta en este enlace:
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Estados Unidos debería aprender de Estados Unidos donde,
hace setenta años, durante la Gran Depresión, el barril de petróleo se cotizaba
a ¡diez centavos! Con mucho esfuerzo Franklin D. Roosevelt logró un acuerdo
para reducir la producción hasta llevarlo a ¡un dólar!.
Todavía en los años cincuenta en un mercado mundial
desregulado, la oferta petrolífera superaba la demanda, por lo cual las
políticas públicas y privadas favorecían el aumento del consumo. En 1950 Arabia
Saudita vendía su petróleo a 80 centavos el barril. Entre 1945 - 1974 Estados
Unidos duplicó su consumo, lo mismo hicieron Europa y Japón. Debido a que cada
nuevo hallazgo deprimía los precios, se desestimulaba la prospección y hablar
de ahorro era una herejía. El liberalismo económico cuyo dinamismo había sacado
a la humanidad del feudalismo la conducía ahora por un camino equivocado.
El primer presidente norteamericano que ejerció un liderazgo
mundial real fue Woodrow Wilson, vencedor en la Primera Guerra Mundial
(1914-1918), quien trató de crear un sistema internacional de seguridad colectiva
que regulara las relaciones internacionales e impidiera la guerra entre las
grandes potencias cuyo eje era la Sociedad de Naciones. Entre los errores de
Wilson estuvo el desdén imperial conque trató a los pueblos colonizados,
especialmente a los del Medio Oriente, que con la derrota otomana tuvieron una
oportunidad única de liberación.
El esquema de Wilson fracasó: el sistema de seguridad
colectiva creado en torno a la Sociedad de Naciones no funcionó. En Europa
avanzó el fascismo y cuando Alemania se sintió suficientemente fuerte,
desencadenó la II Guerra Mundial. Afortunadamente en 1933, año en que Hitler
fue electo, en Estados Unidos accedió a la Casa Blanca Franklin D. Roosevelt,
Inglaterra era gobernada por Winston Churchill y la Unión Soviética por Stalin:
la justeza de la causa, el heroísmo masivo de los pueblos y la calidad del
liderazgo aliado marcaron la diferencia y prepararon la victoria.
Sin darse reposo, de regreso a casa el único presidente
norteamericano reelecto tres veces que no podía saber que agazapada en su
organismo desgastado por la poliomielitis y por la intensidad que suponen 12
años al frente de Estados Unidos, la muerte le preparaba una celada, prestó un
último servicio cuando el 14 de febrero de 1945, día de San Valentín, hizo
anclar el crucero Quincy en el canal de Suez e invitó a subir a bordo al
fundador y rey de Arabia Saudita, Abdelaziz ibn Saud.
Usando el enorme poderío de su país y su bien ganado
prestigio, el presidente norteamericano ofreció al monarca tres prendas:
Estados Unidos protegería para siempre la satrapía árabe, lo consultaría antes
de tomar decisiones respecto a la emigración judía a Palestina y pagaría con
dólares tan buenos como el oro. A cambio demandaba acceso garantizado al
petróleo.
Aterrado por la voracidad británica, la experiencia de la
guerra, el comunismo y el auge del nacionalismo, el monarca accedió. Truman no
honró el compromiso respecto a los judíos porque necesitaba sus votos y tanto
el presidente como el rey ignoraban que en 1971 Nixon dejaría de respaldar el
dólar con oro.
No me extenderé en la mezquindad de un compromiso que hasta
hoy implicó a Estados Unidos con el más intolerante de los estados del mundo,
donde jamás se han celebrado elecciones, no existen partidos políticos y la
familia real es dueña de dos tercios del patrimonio económico del país,
integrado por la segunda reserva petrolera del mundo.
De ese modo nació una era dominada por la geopolítica del
petróleo, que Roosevelt calculó para toda la eternidad, pero duró apenas
treinta años, en los cuales el consumo desenfrenado prácticamente agotó los
yacimientos norteamericanos y convirtió a Estados Unidos en adicto a la
gasolina e importador neto.
La geopolítica del petróleo norteamericana es la base, no
solo de la política energética estadounidense, el pilar de su modo de vida y de
su concepción del consumo y el confort basado en el automóvil, el plástico y el
nylon, sino también el elemento más estable de su política exterior y lo más
decisivo para su seguridad nacional. Estados Unidos que prácticamente pudiera
prescindir del mundo, depende absolutamente de media docena de suministradores
de petróleo.
No obstante las practicas imperiales, incluido el
colonialismo, la patente de corso conferida a las transnacionales petroleras,
el respaldo a satrapías vernáculas y la entrega de tierra árabe a los judíos
para fundar el Estado de Israel, colmaron la copa a los humillados y
empobrecidos árabes, persas y norafricanos que en Egipto, Siria, Líbano, Tunez,
Irán, Irak, Libia y todo el Oriente Medio y Africa del Norte se rebelaron
levantando las banderas a su alcance: el nacionalismo y la fe y utilizando su
única arma: el petróleo.
Al poner fin al colonialismo e introducir el panarabismo las
fuerzas que pusieron fin al colonialismo, y la dominación imperial lideradas
por Mossadeg, Nasser, Burguiba, Ben Bella, Gaddafi, Arafat, con luces y
sombras, trastocaron la geopolítica petrolera imperial y obligaron a Washington
a improvisar.
En 1953, por temor a que el petróleo iraní escapara a su
control, mediante la primera gran operación encubierta de la CIA, según ha
reconocido el presidente Barack Obama, en un craso error estratégico, Estados
Unidos auspició el derrocamiento del presidente Mossadeg de Irán y facilitó la
restauración de la monarquía Pahlevi. El remedio fue muchas veces pero que el
presunto mal.
La falta de espacio obliga a hacer un alto. Mañana les
cuento más de cómo media docena de países del Tercer Mundo, sin Fidel Castro,
Chávez ni Ahmadineyad pusieron contra las cuerdas a los imperios. Fue como para
vender las entradas. Allá nos vemos.
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