Lunes
20 de febrero de 2012
DOS
FOCOS Y UNA PERSPECTIVA
Escribe
EDGAR
BORGES (*)
Desde
España para
ARGENPRESS CULTURAL
18 de
febrero de 2012.
.
(*) EDGAR BORGES (Caracas, 1966) es autor de novelas,
relatos, crónicas y obras de teatro. La literatura de Edgar Borges, que según
el propio escritor "observa los detalles invisibles que acompañan lo
cotidiano", ha originado diversos estudios. La publicación de sus libros
ha despertado la atención de importantes intelectuales. Edita desde 1992 en
América Latina y Europa. Colabora en importantes medios.
.
La
realidad, qué difícil es quitarse de encima esa realidad uniforme que nos
inventan. Es posible que una realidad y una ficción (y más) sean dos focos de
una misma perspectiva. Lo otro, lo que se vende como la realidad, es el
entramado de una ficción generalista. De ahí que opto por hablar de realidades
o de ficciones girando (y habitando) en torno (y dentro) de una perspectiva.
Qué complejo es sustituir ese asfixiante singular (realidad) por un liberador
plural (realidades). Harold Bloom dice que “la realidad es un término muy
equívoco.
¡La
palabra realidad quiere decir tantas cosas para cada ser humano!... Para mí la
literatura no es sólo lo mejor de la vida sino una forma de vida que no tiene
otra forma. Cuanto mayor me hago, más intensifico mi búsqueda de la vitalidad
en la literatura”. Siempre es grato, en estos días donde sólo se difunde el
valor absoluto de una realidad, ir a la literatura en búsqueda de las otras
realidades. La realidad se inventa (y se comparte) desde la vida y desde la
literatura. Sólo que desde la vida se nos hace harto complejo mantener en el
tiempo la mirada de niño que nos permite descubrir las otras posibilidades.
A Julio Cortázar, como buen ficcionista, se le
hacía muy difícil sustraer lo fantástico de lo real: “…me negué a aceptar la
realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis
maestros”. Se trata de un mismo espacio habitado por múltiples situaciones.
Llámesele a una realidad y a otra ficción, si se desea respetar las leyes de la
lógica moldeada, mas, sin embargo, el reconocimiento de una sola realidad o de
una determinada forma de ficción, resulta simplista incluso a la hora de
abordar el universo de una persona. En un ser hay tantas perspectivas como
realidades.
Señala
Cortázar que “Eso no es ninguna cosa excepcional, para gente dotada de
sensibilidad para lo fantástico, ese sentimiento, ese extrañamiento, está ahí,
a cada paso… en cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las
pautas de la lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que
nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y
tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de
viento interior, que los desplaza y que los hace cambiar”.
En la
vida nos han enseñado que la ficción es un truco, pero en la literatura la
realidad es una invención de la ficción. Eso lo sabe Paul Auster (Nueva Jersey,
1947), uno de los escritores actuales que con mayor precisión levanta el
entramado personal que se compone de recuerdos y vivencias. Toda la obra de
Auster es un gran diario que aglutina realidad y ficción como espacios a los
que se llega desde una misma puerta íntima y colectiva. Y, para tener acceso,
el escritor utiliza el recurso de la memoria. Y reconstruye recuerdos que luego
vierte en la obra en forma de realidades.
O ficciones (a cada recuerdo se llega sólo
desde la imaginación). El autor nos abre las puertas de Brooklyn y nos muestra
el escenario del mundo. Un barrio todos los barrios. Cada novela un diario y
cada diario una novela. “Diario de invierno” (Anagrama, 2012) es el regreso más
evidente del Paul Auster que viaja a los laberintos de su memoria. Y digo
evidente porque el universo Auster se podría dividir entre ejercicios de
ficción directos (relatos y novelas) y ejercicios de ficción indirectos
(diarios).
“Diario de invierno” está escrito en segunda
persona para hacer más real el entramado. Y Auster le dice a Auster que “Quizá
sea mejor que de momento dejes tus historias a un lado y trates de indagar lo
que ha sido vivir en el interior de este cuerpo desde el primer día que
recuerdas estar vivo hasta hoy. Un catálogo de datos sensoriales. Lo que cabría
denominar fenomenología de la respiración”. Sin embargo, Auster sabe que cuando
deja “sus historias” para tratar de “indagar lo que ha vivido” está,
irremediablemente, invocando otras historias. Y vuelve a la difícil relación
con el padre; al dolor por la pérdida de la madre; a la adolescencia con toda
su carga de descubrimientos; al ir y venir de los años complejos.
Es un
nuevo viaje por todos los años de Auster. Si bien otros libros del autor (“La
invención de la soledad”, “El cuaderno rojo”, “A salto de mata”) plantearon
aspectos de ese recorrido, del regreso de ese viaje siempre se traen
perspectivas inéditas para el hoy que las reconstruye. En “Diario de invierno”
Auster hace una descripción detallada de veintiún lugares que lo cobijaron como
inquilino, esto en homenaje a las interminables listas de su admirado Georges
Perec, ese otro gran jugador de las realidades propias y ajenas.
Paul
Auster ha apostado de nuevo, y con éxito, al juego de la invención de su
realidad. La gran diferencia es que, a sus 65 años, el autor se enfrenta al
abismo de su existencia… “has entrado en el invierno de tu vida”. Harold Bloom,
Julio Cortázar, Georges Perec, Paul Auster; la memoria, el otro, el mismo; el
viejo, el niño. “Diario de invierno”. “Tus pies descalzos en el suelo frío
cuando te levan¬tas de la cama y vas a la ventana. Tienes seis años. Afue¬ra
cae la nieve, y en el jardín las ramas de los árboles se están poniendo
blancas”.
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