Miércoles 15 de febrero de 2012
INSOMNIO
Escribe
DAVID
BROOKS (*)
Fuente:
“La Jornada” Mx
14 de
febrero de 2012
.
(*)
DAVID BROOKS
(Toronto, 11 de agosto de 1961), periodista canadiense-estadounidense
especializado en política. Columnista del New York Times y PBS, NYT entre otras Agencias.. Ha sido redactor jefe del Weekly Standard y
colaborador en Newsweek y Atlantic .Corresponsal en Estados Unidos
de “La Jornada” de México. Entre varios otros medios Autor del bestseller “The
Social Animal” (“El animal social”)
.
El sueño americano –tanto su mito como su
realidad– ha sido anulado aquí y sólo los ricos pueden dormir. Esto no es
simbólico; de hecho, está al centro de todo el debate político y social de
Estados Unidos. La promesa de este país fue que todos, sin importar dónde y
cómo nacieron, en la pobreza o en una mansión, si en este u otro país, de una
raza u otra, tenían a su alcance la oportunidad de mejorar sus condiciones de
vida para que fueran superiores a las de la generación anterior.
Claro
que en su forma más simplista –cualquiera podría llegar a ser presidente o
millonario si se portaba bien, estudiaba mucho y trabajaba más– siempre fue un
mito, como también eso de que ésta era una sociedad sin clases económicas. Pero
en cierto grado, por ser la economía más rica del mundo, con una serie de
conquistas logradas por movimientos sociales (derechos y normas laborales,
derechos civiles, educación pública, seguro social, etcétera), Estados Unidos
sí ofreció elementos de ese sueño, y durante décadas cada generación gozó de
mejores condiciones que su antecesora. Hasta que ya no.
El
sueño aquí fue cancelado con las mismas políticas neoliberales aplicadas a
países del tercer mundo, ahora implementadas en el primer mundo. Los
resultados, en el contexto de cada país, son los mismos: desmantelamiento del
estado de bienestar, privatización de funciones públicas (incluidas las
guerras), ataque frontal para destruir organizaciones sociales, sobre todo
sindicatos, intentos por revertir conquistas sociales (derechos laborales, de
mujeres, de minorías, de educación, etcétera), mayor represión (este país ha
enjaulado a más de 2 millones de sus habitantes –más que cualquier otro en el
mundo– en sus prisiones), y concentración extrema de la riqueza.
Más
recientemente se detectó algo que anula en lo fundamental el sueño americano.
La educación siempre ha sido considerada el factor clave en promover la
igualdad de oportunidades en una sociedad, en particular en Estados Unidos.
Pero recientes y amplias investigaciones descubrieron que la brecha educativa
entre estudiantes de familias ricas y pobres se ha ampliado de manera
significativa.
En una
se registró que la distancia en calificaciones de exámenes estandarizados entre
los estudiantes prósperos y los de bajos ingresos se amplió 40 por ciento desde
los años sesenta hasta ahora. En otra, la brecha entre pobres y ricos que
completan sus estudios universitarios se amplió 50 por ciento desde finales de
los ochenta, reporta el New York Times. La conclusión es que el ingreso
familiar ahora determina más que nunca el éxito de un joven en el ámbito de la
educación.
Anteriormente
se reportó otra investigación de expertos que reveló que Estados Unidos se
distingue entre los países avanzados por ser donde hay menos movilidad social,
o sea, donde más se hereda la posición socioeconómica de sus ciudadanos. Eso
contradice toda la esencia del llamado sueño americano, y confirma que hoy es
casi todo mito y poca realidad.
De
hecho, para los varones con preparatoria o menos –los que antes lograban
obtener vidas de clase media con buenos empleos manufactureros, o sea,
participar en el sueño– las cosas van de mal en peor: los salarios se han
desplomado 23 por ciento desde 1973, y mientras 65 por ciento de ellos en 1980
tenían seguro de salud como prestación de su empleo, en 2009 sólo 29 por ciento
gozaban de él, reportó el economista premio Nobel Paul Krugman.
Hasta
los multimillonarios más honestos confiesan que algo está muy mal entre lo que
debería ser y lo que existe en este país. La marea alta eleva a todos los
barcos, decía el refrán, recuerda el segundo hombre más rico de Estados Unidos,
Warren Buffett, en una entrevista para la cadena de televisión CBS. Pero lo que
ha ocurrido es que esa marea alta sólo ha elevado a los yates, dijo, y agregó
que los muy ricos de este país no han sacrificado ni una onza para mejorar las
condiciones económicas de todos los habitantes del país.
El
financiero George Soros recientemente alertó, en entrevista con Newsweek, que
estamos enfrentando un tiempo extremadamente difícil, comparable en muchas
maneras a los treintas, la gran depresión, y que con ello pueden surgir mayores
conflictos de clase, disturbios en las calles y, con ello, mayor represión
estatal, mucho en torno a la desigualdad económica.
De
hecho, en encuestas recientes del Centro de Investigación Pew, el conflicto de
clases se agrava: 66 por ciento (dos de cada tres) creen que existen conflictos
fuertes o muy fuertes entre la élite y los empobrecidos en Estados Unidos.
Hace
unas semanas, otro multimillonario, Richard Branson (Virgin Airways, Virgin
Records y otras empresas), opinó que el movimiento Ocupa Wall Street debería
ser un muy necesario despertador para los empresarios ricos. En entrevista con
The New Yorker, Branson estimó que Ocupa es un movimiento admirable, un
movimiento pacífico. La única cosa que no ha sido pacífica es la manera en que
la policía en algunos estados lo ha enfrentado, lo cual creo que está
absolutamente mal.
El
grito de Ocupa Wall Street, de que el 99 por ciento padece el secuestro del
sueño americano por el 1 por ciento, logró enmarcar el contexto básico en el
cual se realizan las elecciones nacionales este año en Estados Unidos. Es un
año más de insomnio y pesadilla para el 99 por ciento en Estados Unidos. Pero a
veces las pesadillas provocan gritos y despiertan la demanda de soñar.
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