Miércoles
15 de febrero de 2012
EL REAL
COSTO DEL BRASIL,
LA
SEXTA ECONOMÍA DEL MUNDO
Escriben
BRUNO
LIMA ROCHA
Y
RAFAEL CAVALCANTI
Fuente
“Barómetro
Internacional”
(Sacado
de Contexto en el Blog)
.
(*) BRUNO LIMA ROCHA – Rio de Janeiro–Analista político y periodista, Radicado
en Rio Grande do Sul. Columnista en varios medios, mantiene vínculos cercanos con los sectores
progresistas de la sociedad (blimarocha@gmail.com ).
RAFAEL CALVANCANTI – Periodista radicado en el noreste de
Brasil (Butigahn@gmail.com. ) Junto
a Bruno Lima Rocha trabaja en “HablaCentro” un proyecto de periodismo ciudadano
colaborativo para todo Latino América.
Esta
vez es de verdad. El Brasil fue considerado la sexta economía del mundo, atrás
sólo de EUA, China, Japón, Francia y Alemania. A juzgar por el hecho de que las
dos últimas potencias son el pilar de la enflaquecida zona euro; de que el
Japón permanece estancado desde mediados de la década de 90’ y los Estados
Unidos son hoy el más desigual y menos productivo de los países desarrollados,
tenemos esperanzas de crecimiento y proyección aún mayores.
![]() |
Rafael Calvancanti |
A
partir de ese hecho innegable, cabe una reflexión más allá de la crítica
radical o de la complacencia oficial. Si bien somos hoy la sexta economía del
mundo en términos de volumen de producción y riqueza circulante, estamos lejos
de ser el sexto país menos desigual e injusto del planeta. Nuestra pirámide
social, aunque con una sensible disminución de la miseria absoluta, concentra
renta y no distribuye los beneficios de la modernidad urbana.
Según
estudios recientes del Instituto de Investigación Económica y Aplicada (IPEA)
sobre la pobreza en el Brasil, cerca de 107 millones de brasileños poseían
hasta 2009 una renta per cápita entre R$ 67,00 y R$ 465,00. La mayor parte de
los que viven en la extrema pobreza corresponde a agricultores de municipios
pobres de la región Nordeste. En contraste a este cuadro, tenemos cinco
capitales brasileñas que concentran el 25% de toda la riqueza del país. El
problema es de fondo e implica una opción no presentada en el escenario
político profesional.
El
crecimiento brasileño se da a partir de la exportación de commodities agrícolas
en ancha escala, del aumento del crédito para el consumo y de la inyección de
recursos estatales en la economía. Todo iría relativamente bien (la excepción
es el modelo agro-exportador), si no tuviéramos bajo una guillotina llamada
“forma de financiación”.
(………) El
casino financiero alimenta al sector del crédito al consumo y en la punta de la
pirámide, el Estado sigue financiando la expansión privada. Sea a través de
préstamos a fondo perdido, como en la fusión de las operadoras de
telecomunicación de capital extranjero Brasil Telecom y OI (los valores que
salieron de los bancos públicos llegaron a R$ 11 mil millones y fueron destinados
a la ahora mayor empresa de telefonía fija de América del Sur).
(……….) Sumando
esta injusticia estructural con la carencia del servicio público –estando la
población brasileña sobrecargada impositivamente y aún no atendida de forma
satisfactoria tenemos el real “costo Brasil”. Esa expresión es usada por los
grandes medios para hablar de los gastos internos del país –tales como la carga
tributaria, los costos portuarios, los transportes, los gravámenes laborales,
las financiaciones, la energía y telecomunicaciones y la reglamentación
gubernamental– que supuestamente aumentan el valor de productos y servicios
brasileños, haciéndolos menos competitivos en relación a los del exterior. Son
la mayoría de los brasileños quienes deben pagar la cuenta de la acumulación
privada (oficializada) de recursos colectivos.
DESARROLLO
CUESTIONABLE
No es
posible negar que hoy vivimos bien comparado a diez años atrás y también que la
primera década del siglo XXI fue mejor para los latino-americanos y los
brasileños que la secuencia de las dos décadas perdidas. La de los ’80 tuvo
como marca la crisis de la deuda, acompañada de estanflación galopante,
llegando el Brasil al borde de la hiperinflación (la inflación acumulada en el
país durante la década fue de 36.850.000%, increíble para quien no vivió ese
periodo). En aquella época se construyó un consenso en torno al Estado
Burocrático Autoritario, asociando todo lo que era estatal a retraso y abismo
cultural de los latinoamericanos respecto a los países de capitalismo central.
La
consecuencia vino en los años ’90, cuando se dilapidan los patrimonios
nacionales, liquidando todo (o casi todo, en especial a través de las polémicas
privatizaciones del gobierno de Fernando Henrique Cardoso entre 1994 y 2001 aún
muy bien vistas por los partidarios del Partido de la Social Democracia
Brasileña –PSDB– el de de los presidenciables José Serra, Geraldo Alckmin y
Aécio Nieves). Aun así nos mantuvimos estancados económicamente, aunque ya sin
el fantasma inflacionario.
No
negar lo obvio está lejos de implicar una adhesión incondicional a la política
económica del gobierno y menos aún producir discurso optimista y oficialista.
Si mejoramos en comparación con la historia reciente, aún estamos lejos de
tener una estructura productiva que permita vuelos más altos. Estamos a siglos
de tener un desarrollo regionalizado. Los niveles de inversión directos aún son
bajos y el volumen de impuestos no se corresponde a la calidad de los servicios
prestados. Frenar la saña privatizadora fue importante, pero ahora cabría un
debate profundo acerca del (los) modelo(s) de desarrollo y distribución de
renta en el largo plazo.
Hoy el
país vive el fruto de la expansión del empleo directo (positivo), pero también
del acceso al crédito a través de la presencia cada vez mayor del sistema
financiero en nuestras vidas cotidianas (dudoso). El consumo suntuario es
incentivado por el gobierno y los medios (a ejemplo de la cobertura de las
compras de Navidad, día de las madres, día de los niños, etc.), predicando un
keynesianismo limitado donde el mercado interno (antes el patito feo) es la
gallina de los huevos de oro.
La
expansión consumista desenfrenada dos problemas produce. El primero es el
endeudamiento creciente de los brasileños, que llegó al monto de R$ 715 mil
millones en noviembre de 2011; el segundo es la exageración de productos
importados, aumentando el abismo científico nacional.
(…..) Sería
absurdo negar esta realización del actual gobierno de Dilma Rousseff
(continuidad de los ocho años de Lula y del Partido de los Trabajadores –PT–
con una amplia coalición partidaria junto la fuerzas político-económicas
conservadoras) y los beneficios advenidos al Brasil como un todo. A la vez, se
constata que la asistencia es el paso de salida y no de llegada hacia otra
etapa de vida. En ese sentido, vale la adaptación de la expresión popular:
“mejor que dar el pescado es enseñar a pescar”.
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HASTA
AQUÍ LO QUE PERMITE EL ESPACIO. En especial esta nota requiere una lectura en
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