sábado, 25 de febrero de 2012

…LA CAÍDA PERMANENTE DE LA TASA DE GANANCIA QUE HACE QUE HAYA CADA VEZ MÁS INVERSIONES NO RENTABLES.


Sabado 24 de febrero de 2012

EL NEOLIBERALISMO
rumbo al descarrilamiento.

Escribe
JORGE ANICETO
MOLINARI (*)
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(*) JORGE ANICETO MOLINARI: Militante sindical y político desde épocas estudiantiles (en Paysandú) Dirigente y militante gremial en  AEBU, CNT. Participó en la fundación del Frente Amplio. Actual miembro titular en el Consejo Honorario de Caja Bancaria (por Jubilados y Pensionistas) Consecuente estudioso del camino que abriera Carlos Marx y empecinado en creer que un mundo mejor es posible. Partidario de la moneda unica universal y del impuesto a las transacciones financieras, militante de ATTAC.-
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Leo en El Telégrafo digital de hoy, una nota del prestigioso periodista sanducero Horacio R, Brum.

La misma: “El fantasma del tren” contiene el siguiente juicio: A quien quiera conocer el infierno de la vida en una gran ciudad del tercer mundo, este corresponsal le aconseja que tome un tren en la estación bonaerense de Constitución, con rumbo a algún suburbio del sur. Allí podrá ver que lo ocurrido esta semana en la estación Once es sólo un efecto más de la amalgama de desidia, corrupción y populismo que parece trabar eternamente el desarrollo argentino.

Seguramente el autor no hubiese llegado a la misma conclusión ante acontecimientos sociales provocados por el Katrina en EE.UU. o por Chernobyl en la Unión Soviética, o la crisis nuclear en Japón.

Sin duda que la desidia, la corrupción, el populismo, son males que diariamente nos aquejan.  Pero lo que traba el desarrollo, en Argentina, en EE.UU. en Grecia, en España, y a la vez fomentan estos flagelos, es lo que subyace en la nota y que el autor no destaca, la caída permanente de la tasa de ganancia que hace que haya cada vez más inversiones no rentables.


Dice Horacio R. Brun: Pero en esa época, TBA dio a Cristina Fernández de Kirchner una gran oportunidad para la propaganda electoral, con la amable tolerancia del gobierno uruguayo, al inaugurar el Tren de los Pueblos Libres, cuya operación no resiste el más somero análisis de eficiencia y rentabilidad.

Acá se ve más claramente el objetivo político de la nota. No conocemos la orientación  del periodista, si nos atrevemos a decir que su nota, suma al pensamiento neoliberal, hoy en crisis junto con el sistema en todo el mundo, que encuentra solo en la economía de casino, y la guerra, un respiro a una crisis que necesita de reformas universales que permitan al modo de producción capitalista morir en paz.

Jorge Aniceto Molinari
Montevideo, 24 de enero de 2012.-

LA NOTA QUE MOTIVA EL COMENTARIO:
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EL FANTASMA DEL TREN.
Subsidios y corrupción en
los ferrocarriles argentinos

BUENOS AIRES (Por Horacio R. Brum). En un tren, el viaje dura lo que dice el itinerario impreso; los vagones están impecablemente aseados, el aire acondicionado funciona y las estaciones a lo largo de la línea se ven limpias y seguras, además de estar integradas a servicios de todo tipo, como restaurantes, centros comerciales y parques de diversiones. En otro tren, el recorrido puede durar lo que determinen las averías del material rodante, los accidentes frecuentes o los conflictos sindicales; con suerte, se viaja en algún vagón limpio y sin las marcas de los vándalos urbanos; con más suerte aún, no se sufre ni se presencia algún robo, y se baja y se sube en estaciones que alguna vez fueron limpias y bien mantenidas. 

En ambos ha viajado este corresponsal hasta el Delta del Tigre, una zona de la boca del río Paraná donde en verano se puede encontrar un bienvenido alivio de los calores de Buenos Aires. El primero es el Tren de la Costa, un ferrocarril turístico y vecinal autofinanciado; el segundo pertenece a la línea Mitre, de la empresa Trenes de Buenos Aires (TBA), una de las que, con enormes subsidios del Estado, sirve a los suburbios de la capital argentina. La misma que opera el fantasmagórico Tren de los Pueblos Libres a Uruguay --fantasmagórico porque en esta ciudad pocos saben de su existencia, y menos aún tienen idea de dónde se toma y adónde llega-- y la que acaba de ganarse las primeras páginas por el accidente en la estación Once, cuyo saldo de muertos y heridos todavía se sigue rectificando.

El pasaje al Tigre en el Tren de la Costa cuesta 16 pesos argentinos; en la línea Mitre, quince veces menos. Son casi 1.000 millones de dólares al año los recursos del presupuesto nacional argentino que van a parar a los servicios ferroviarios: el mayor porcentaje de todos los sistemas de transporte, pero donde peor son los estándares de calidad y seguridad. 

Con récords mundiales de atrasos, que van desde diez horas hasta cuatro días, los ferrocarriles de Argentina fueron privatizados bajo el gobierno de Carlos Menem, al igual que el agua, la electricidad y la telefonía, y el Estado asumió el compromiso de entregar a las empresas sumas cuantiosas para mantener a los ciudadanos de este país en su eterna inocencia sobre lo que valen tales servicios en el mundo real. En el caso particular de los trenes, cayeron en manos de empresarios locales con buenas vinculaciones con el sistema político, lo que facilita la falta de control del destino de los fondos oficiales. A fines de 2011, por ejemplo, la empresa TBA había recibido 115 por ciento más de la partida presupuestaria asignada, sin que nadie le exigiera rendir cuentas de dicho exceso. Pero en esa época, TBA dio a Cristina Fernández de Kirchner una gran oportunidad para la propaganda electoral, con la amable tolerancia del gobierno uruguayo, al inaugurar el Tren de los Pueblos Libres, cuya operación no resiste el más somero análisis de eficiencia y rentabilidad.

Pasajeros arrojados por las ventanillas al intentar defenderse de los ladrones, trenes incendiados por turbas de viajeros enardecidas por las demoras, bloqueos de las vías e incidentes protagonizados por patotas sindicales, que terminan a balazos, forman parte de la vida diaria de quienes deben utilizar el servicio semi-público de los trenes de Buenos Aires, en manos de TBA y otras empresas. 
A quien quiera conocer el infierno de la vida en una gran ciudad del tercer mundo, este corresponsal le aconseja que tome un tren en la estación bonaerense de Constitución, con rumbo a algún suburbio del sur. Allí podrá ver que lo ocurrido esta semana en la estación Once es sólo un efecto más de la amalgama de desidia, corrupción y populismo que parece trabar eternamente el desarrollo argentino.

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