sábado, 3 de marzo de 2012

770 ACTIVISTAS CONTRA LA ENERGÍA ATÓMICA LLEGARON EN LA MAÑANA DEL JUEVES AL PUERTO DE LA HABANA A BORDO DEL CRUCERO POR LA PAZ.


Domingo 4 de marzo de 2012

FIDEL CASTRO:
“OBLIGADOS A GANAR BATALLA POR LA SOBREVIVENCIA”  
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Fuente “Cuba Debate”
Palacio de las Convenciones
2 de marzo de 2012
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Va a ser difícil olvidar la imagen que cerró el encuentro. Fidel, con un kimono por encima de la chaqueta deportiva y de pie, muy serio, rodeado por diez hibakushas, como llaman en Japón a los sobrevivientes de las bombas atómicas que lanzó Estados Unidos contra Hiroshima y Nagasaki. Cada uno lo saludó con una reverencia de cortesía y una de las dos mujeres, Ritsoku Ishikawa, no solo se inclinó, sino que besó el dorso de la mano del Comandante.

Por segundo año consecutivo se reúnen en este edificio con el líder histórico de la Revolución cubana, y por segunda vez, no pudo ser más estremecedor escuchar testimonios del dolor que padecen millones de personas víctimas de los efectos de la radiación nuclear. Pero no fue este un encuentro de cortesía, sino la sesión principal del “Foro global por un mundo libre de armas nucleares”, evento que había sido uno de los acuerdos del encuentro anterior en La Habana y cuyos organizadores decidieron celebrarlo aquí.

Las intervenciones de los participantes fueron de lujo e incluyeron la de un sobreviviente del bombazo de Hiroshima, un profesor de la Universidad de Fukushima -donde el terremoto y el tsunami que devastó Japón provocó el accidente de una electronuclear-, el presidente de la Asociación de Víctimas Nucleares “Morurua e Tatou”, de Tahití, y un médico cubano que narró la experiencia de la Isla en el tratamiento de niños afectados por el accidente en la planta de Chernobil, Ucrania. “Las descripciones que ustedes hacen le rompen el alma a cualquiera”, había reaccionado Fidel, notablemente conmovido ante lo que allí se dijo.

Sobrecoge el auditorio. No solo porque son más de 700 personas, no solo porque se trata de pacifistas, enemigos declarados de todas las armas. Es que sufrieron en carne propia o en la de sus antepasados, el infierno de un bombardeo nuclear. Hibakushas llaman a los sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki. En el Peace Boat o Crucero por la Paz, viajan algunos que tenían un año, cuatro, 13 ó 16, cuando se produjo el criminal ataque a las ciudades japonesas donde ellos vivían. Hoy cuentan entre 67 y 83 y como una distinción se les sienta en la primera fila. De conocerse más y mejor sus historias, quizás el mundo no fuera el lugar de miedo en que lo han convertido las armas.

Hiroshi Nakamura tiene ahora 80 años y una figura menuda y respetable como la serena naturaleza de su tierra. Pero su testimonio es tan estremecedor como un terremoto o un tsunami, aunque la comparación no vale porque su sufrimiento no es la consecuencia de un fenómeno natural sino de un deliberado acto de barbarie.

Él vivía a 8 kilómetros del epicentro de una de las dos tragedias provocadas por la prepotencia norteamericana aquel agosto de 1945. “Sentí un ruido ensordecedor y vi un gran rayo de luz que me deslumbró y ya no supe qué hacer…”, cuenta y su testimonio parece el relato de una película de ficción cuando todo arde alrededor del niño de 13 años que, huyendo del fuego, solo se cruzaba con espectros de seres humanos sin cabellos, con el rostro ennegrecido y las ropas desechas. “Algunos iban desnudos completamente, con los brazos cruzados como tratando de cubrirse el pecho y uno no podía saber si eran hombres o mujeres de tan deformados que estaban…”

Tres días estuvo Nakamura ayudando a mover cadáveres. A él le tocaba tomarlos por los tobillos y al principio no lograba alzarlos porque se le corrían o se desgarraban las carnes. Alguien le gritó que metiera los dedos hasta el hueso. “Pero yo solo era un niño de 13 años y mi cuerpo estaba paralizado ¿No eres un hombre japonés? me gritaron. Entonces me resigné e introduje mis dedos en las carnes descompuestas y apreté fuerte…Cargué alrededor de 30 cuerpos para los camiones y los llevamos hasta una gran fosa en las afueras de la ciudad y allí los dejamos… Fueron tres días en el infierno.”

Para más horror, la tragedia de Nakamura, que es la de miles de ciudadanos de Hiroshima y Nagasaki, no terminó con el fin de la II Guerra Mundial. A lo largo de su vida, el infierno se ha sostenido en constantes enfermedades que comenzaron por la caída total del cabello a los pocos días del ataque, encías sangrantes, adelgazamiento abrupto, anomalías hormonales, cinco cirugías por cáncer… “Los daños que me provocaron las radiaciones me han hecho sufrir toda la vida…” Hoy mismo, mientras llegaba a La Habana, en Japón moría una hermana, otra hibakusha, sobreviviente de Hiroshima.

“Esta puede ser la última vez que cuente mis experiencias”, afirma el hombre que, a pesar de los sufrimientos, considera un honor haber vivido tantos años para contarle al mundo el profundo daño físico y psíquico que provoca el contacto humano con la energía nuclear. Y cita a una persona allegada, cuyo pensamiento comparte: “La energía nuclear y la Humanidad no deben convivir…” Entonces, en nombre de los hibakushas le pide a Fidel que encabece un movimiento para promover las zonas desnuclearizadas en todo el planeta y que convoque a los alcaldes del mundo por la paz,  promoviendo la eliminación de todas las armas nucleares.
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FIDELCASTRO
NUESTRO DEBER ES 
DIVULGAR ESTOS TESTIMONIOS”
Los hermanos japoneses -comenzó diciendo Fidel tras escuchar a los participantes en el Foro- han añadido un problema nuevo, que tiene que ver no solo con el uso de la bomba atómica o con el accidente de Chernobil, sino con accidentes naturales o no que desaten el uso no controlado de la energía nuclear.

“Es muy valioso valorar lo que ocurrió en 1945 y lo que sobrevino después con el uso de esa energía en aquella planta sin mucha seguridad, Chernobil, originando un grave accidente… Si seguimos hurgando, podríamos conocer con más detalles las consecuencias de aquellas pruebas que se hicieron en el Pacífico Sur, entre ellas lo que provocaron las lluvias radiactivas. Ahora tenemos nuevas noticias, tras el accidente en Fukushima. Por ejemplo, que Alemania haya anunciado que cerrará todas las plantas nucleares”, enumeró.

Casi nadie ha meditado mucho sobre el hecho de que hoy la energía nuclear está menos protegida que nunca. “Un avión pequeño puede provocar una catástrofe mucho mayor que la de Chernobil. ¿Y cuál podría causar un loco? ¿O un suicida? ¿Y acaso no los hay? Puede crear una peor todavía un hombre con un botón nuclear. En la época de Hiroshima y Nagasaki nadie disponía de tal botón. Eran solo dos bombas las que se habían producido, y fueron lanzadas deliberadamente… Nadie tenía entonces un botón nuclear, ni hacía falta”, añadió Fidel.

Hoy ha cambiado dramáticamente la situación y la humanidad es mil veces más vulnerable. Fidel explicó: “Son 25 000 armas nucleares las que tiene el mundo y cada vez son más automáticas las respuestas posibles, porque no disponen de tiempo los hombres para tomar las decisiones.”

El Comandante en Jefe recordó que Cuba sabe muy bien lo que es una crisis nuclear. “Nos tocó vivir la de Octubre de 1962, y sabemos lo cerca que estuvo el mundo de la catástrofe. Ahora será peor: hay bombas de varios megatones y mucho más precisas. Se han hecho pruebas con bombas que alcanzan decenas de veces la potencia de las que fueron lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, que apenas rebasaban algunas decenas de kilotones. Nadie sabe qué efectos causaron las lluvias ácidas tras esas pruebas”.

Por eso, dijo Fidel, “nuestro deber -y es la mejor forma de apoyar el esfuerzo de las víctimas de aquel bárbaro y brutal ataque contra Hiroshima y Nagasaki- es divulgar todo esto”.  Por ello exhortó a los organizadores del Foro a que escribieran un libro que narrara las historias e incluyera los análisis que allí se habían compartido. Que se editara “con un lenguaje claro, en favor de la paz, de la eliminación de estas armas, persuadiendo al mundo. El reto no es que esto lo conozca un millón, sino millones. Es una gran batalla de ideas y la conciencia es fundamental”.

Y concluyó: “El mundo tiene que defender la causa más importante de todas: la supervivencia de la especie.”

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