miércoles, 21 de marzo de 2012

Jueves 22 de marzo 2012 - ¿QUE PLANTEA EL FUTURO DE LA ENERGIA?


 UN MUNDO SIN PETRÓLEO FÁCIL  

Escribe
MICHAEL T. 
KLARE (*)
TomDispatch.com
Publicó: “Rebelion”
21 de abril de 2012 
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(*) MICHAEL T. KLARE – Escritor. Periodista. Experto mundial en políticas de energía y recursos. Es profesor de estudios para la paz y la seguridad mundiales en la Universidad de Hampshire, en Amberts, Masachusetts. Autor del libro “Sangre y Petroleo”. Ha dicho: “El petróleo se agota. Digan lo que digan, la preocupación de las naciones no se centra hoy en el terrorismo, los mercados o la democracia, sino en el crudo”. Escribe en “Le Monde”. Rebelion, TomDispatch y en los principales medios de la prensa online.

SACADO de CONTEXTO. Nota completa aquí:
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   NOTA del BLOG:   
   EL VIDEO INSTALADO SIGUE EN EL 2/2(en la plancha al final   )

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Los precios del petróleo son ahora más altos que nunca, exceptuando varios momentos frenéticos que se produjeron antes del colapso económico mundial de 2008. Muchos factores inmediatos están contribuyendo a ese incremento de los precios, incluidas las amenazas de Irán de bloquear el transporte marítimo del petróleo en el Golfo Pérsico, los temores a una nueva guerra en el Oriente Medio y la agitación que vive Nigeria, un país rico en petróleo.

Algunas de estas presiones podrían debilitarse en los próximos meses, proporcionando un alivio temporal a los surtidores de las gasolineras. Pero la causa principal de los altos precios –una transformación fundamental en la estructura de la industria petrolera- no pueden cambiarse y por esa razón los precios del petróleo están condenados a seguir siendo altos durante un largo tiempo.

En términos energéticos, estamos entrando ahora en un mundo cuya aciaga naturaleza todavía no comprendemos bien. Este cambio fundamental ha venido dado por la desaparición del petróleo relativamente accesible y barato, el “petróleo fácil”, en la terminología utilizada por los analistas de la industria; es decir, el tipo de petróleo que permitió una expansión sorprendente de la riqueza global durante los últimos 65 años y la creación de innumerables comunidades suburbanas basadas en el automóvil. Ese petróleo casi ha desaparecido.

El mundo alberga aún grandes reservas de petróleo, pero resultan difíciles de alcanzar, difíciles de refinar, porque pertenecen a la variedad “petróleo difícil”. A partir de ahora, cada barril que consumamos será aún más costoso de extraer, más costoso de refinar y mucho más caro en las gasolineras.

Todos esos que afirman que el mundo sigue estando “inundado” de petróleo tienen razón a nivel técnico: el planeta alberga todavía reservas inmensas de petróleo. Pero a los propagandistas de la industria petrolera se les olvida subrayar que no todas las reservas de petróleo son iguales: algunas están situadas cerca de la superficie o cerca de la costa y se encuentran en rocas porosas y blandas; otras están situadas en el profundo subsuelo, lejos de la costa o atrapadas en duras formaciones rocosas.

Los Primeros lugares son fáciles de explotar y producen un combustible líquido que puede fácilmente refinarse en líquidos utilizables; las segundas reservas solo pueden explotarse mediante técnicas costosas y medioambientalmente arriesgadas y, a menudo, acaban convirtiéndose en un producto que debe procesarse de forma compleja antes de poder empezar a refinarlo.

La sencilla verdad es esta: la mayor parte de las reservas fáciles de petróleo del mundo están ya agotadas, excepto las que se encuentran en países asolados por la guerra como Iraq. Prácticamente todo el petróleo que queda se halla en reservas sólidas difíciles de alcanzar. Entre estas últimas podríamos incluir el petróleo que se encuentra en las profundidades marinas lejos de la costa, el petróleo del Ártico y el petróleo de esquisto bituminoso, además de las “arenas petrolíferas” de Canadá, que no están compuestas en absoluto de petróleo, sino de fango, arena y betún parecido al alquitrán.

 Las llamadas reservas no convencionales de ese tipo pueden explotarse pero a un precio a menudo escandaloso, no solo en dólares sino también en daños al medio ambiente. En el negocio petrolero, el presidente y director ejecutivo de Chevron, David O’Reilly, fue el primero en reconocer esta realidad en una carta publicada en 2005 en muchos periódicos estadounidenses. “Una cosa está clara”, escribió, “que la era del petróleo fácil se ha acabado”. No solo están agotándose muchos de los campos petrolíferos, señalaba, sino que “los nuevos descubrimientos energéticos se están produciendo principalmente en lugares donde los recursos son difíciles de extraer a nivel tanto físico como económico e incluso políticamente”.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) proporcionó en 2010 nuevas pruebas de este cambio en una revisión de las prospecciones petrolíferas mundiales. Al preparar el informe, la Agencia examinó las reservas históricas en los mayores campos productivos del mundo: el “petróleo fácil” del que el mundo aún depende para la mayor parte de sus necesidades energéticas.

Los resultados fueron impactantes: se esperaba que esos campos perdieran las tres cuartas partes de su capacidad productiva en los próximos 25 años, perdiéndose 52 millones de barriles al día de los suministros petrolíferos del planeta, es decir, alrededor del 75% de la actual producción mundial de crudo. Las implicaciones eran sorprendentes: o se encontraba petróleo nuevo para sustituir esos 52 millones de barriles o la Edad del Petróleo llegaría pronto a su fin y la economía mundial se vendría abajo.

Desde luego, como dejó claro la AIE en 2010, habrá petróleo nuevo, pero solo de la variedad difícil que nos hará pagar un duro precio a todos nosotros y también al planeta. Para comprender bien las implicaciones de nuestra creciente dependencia del petróleo difícil, merece la pena hacer una gira relámpago por algunos de los lugares más espeluznantes y dañados de la Tierra. Así pues, abróchense los cinturones: primero, salimos hacia el mar –allá vamos - para investigar el “prometedor” nuevo mundo del petróleo del siglo XXI.

PETRÓLEO EN AGUAS PROFUNDAS
Las compañías petroleras han estado durante un tiempo llevando a cabo perforaciones en zonas de alta mar, especialmente en el Golfo de México y el Mar Caspio. Sin embargo, hasta hace poco, esos esfuerzos tenían lugar invariablemente en aguas relativamente poco profundas –a lo sumo, varios cientos de pies- lo que permitía que las compañías petroleras utilizaran perforadoras montadas sobre embarcaderos extendidos.

Pero la perforación en aguas profundas, en profundidades que superan los 1.000 pies, es un tema muy distinto. Necesita plataformas de perforación especializadas, sofisticadas e inmensamente costosas cuya preparación puede alcanzar miles de millones de dólares. El Deepwater Horizon, que quedó destruido en el Golfo de México en abril de 2010 como consecuencia de una explosión, es un ejemplo bastante típico de este fenómeno. El navío fue construido en 2001 y costó alrededor de 500 millones de dólares y un millón de dólares al día en equipo y mantenimiento.

En parte como consecuencia de estos altos costes, BP tenía prisa en acabar de trabajar en su malhadado pozo de Macondo y mover el Deepwater Horizon a otro lugar de perforación. Muchos analistas creen que esas consideraciones financieras explican la prisa con la que la tripulación del navío selló el pozo, provocando una fuga de gases que produjeron la consiguiente explosión. BP tendrá ahora que pagar alrededor de 30.000 millones de dólares más para satisfacer todas las reclamaciones por el daño causado por el derrame masivo de petróleo.

Tras el desastre, la administración Obama impuso una prohibición temporal a las perforaciones mar adentro. Pero apenas dos años después, las perforaciones en las aguas profundas del Golfo han vuelto de nuevo a los niveles anteriores al desastre. El Presidente Obama ha firmado también un acuerdo con México para que permita las perforaciones en la parte más profunda del Golfo, a lo largo de la frontera marítima entre EEUU y México.

Mientras tanto, en otros lugares las perforaciones en aguas profundas se aceleran a toda marcha. Por ejemplo, Brasil se está moviendo para explotar sus campos “pre-sal” (denominados así porque se encuentran bajo una capa de sal movediza) en las aguas del Océano Atlántico, lejos de la costa de Río de Janeiro. Nuevos campos mar adentro están también desarrollándose de forma parecida en las aguas profundas frente a Gana, Sierra Leona y Liberia.
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HASTA AQUÍ LA PRIMERA PARTE DE LA NOTA.
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