EL VERDADERO SECRETO
DEL LIBRE COMERCIO
Escribe
ANWAR
SHAIKH (*)
Fuente:
“Sin Permiso”
Publicó:
“Página 12” Bs. As.
28 de
marzo, 2012
.
(*)ANWAR SHAIKH (n. 1945, Karachi, Pakistán) es un economista de origen pakistaní, que estudió en los
Estados Unidos, país en el que reside. Graduado en Columbia, Reconocido
internacionalmente como uno de los más importantes economistas marxistas de la actualidad. Es catedrático del Departamento de Economía del The New School for Social
Research of New York. Ha escrito varias obras en temas de su especialidad académica.
.
El
libre comercio no contribuye al desarrollo de por sí. Se necesitan políticas
económicas diseñadas para promover la industria nacional a un nivel en el que
sea globalmente competitiva. De lo contrario, el país terminará cubriendo su
déficit con deuda.
Vivimos
en un mundo caracterizado por enormes riquezas y elevados niveles de pobreza.
Ese escenario se repite en la mayoría de los países. El neoliberalismo domina
el mundo. Se trata de una práctica aparentemente justificada por un conjunto de
supuestos que tienen su raíz en la teoría económica convencional.
Los
mercados están representados por estructuras sociales óptimas y autorregulables
que, si se las dejara funcionar sin restricciones, permitirían atender en forma
óptima las necesidades económicas, utilizar eficientemente los recursos y
generar automáticamente el pleno empleo para todas las personas que deseen
trabajar. Por extensión, la globalización de los mercados sería el mejor
mecanismo para extender los beneficios a todo el mundo.
La
teoría y práctica del neoliberalismo generaron, con razón, una importante
oposición de activistas, hacedores de política y académicos. Sin embargo, el
neoliberalismo continúa siendo una importante influencia en las ciencias
sociales, el sentido común y en los círculos políticos. En la práctica, las
naciones poderosas y las instituciones que sostienen y difunden esta agenda
fueron exitosas para expandir la ley del mercado. En consecuencia, por todo el
mundo persisten enormes bolsones de pobreza y profundas desigualdades y las
crisis siguen estallando. Acabamos de ingresar en la primera Gran Depresión del
siglo XXI.
La base
del neoliberalismo reside en la teoría ortodoxa del libre comercio, cuyo
argumento central es que el libre comercio competitivo beneficiará a todas las
naciones. Algunos críticos señalan que hoy en día el mundo está muy lejos de
exhibir las condiciones de competitividad asumidas en la teoría económica
estándar del libre comercio.
Señalan
que, si bien las naciones ricas predican el libre comercio, cuando ellas
estaban subiendo por la escalera del desarrollo utilizaron ampliamente el
proteccionismo y la intervención estatal. Incluso remarcan que ahora los países
ricos ni siquiera siguen al pie de la letra sus prédicas. Los defensores del
neoliberalismo ya respondieron a esas acusaciones: en el pasado no existían las
condiciones de mercado competitivas que son necesarias para el libre comercio,
por lo tanto el pasado no sirve como comparación.
Sin
embargo, argumentan que, con la ayuda de los organismos internacionales, se
pueden alcanzar esas condiciones en todo el mundo. Cuando esto suceda, el libre
comercio funcionará como prometieron y la pobreza mundial, el desempleo y las
crisis económicas desaparecerán.
El
libre comercio entre naciones funciona prácticamente de la misma manera que la
competencia al interior de un país: favorece al (competitivamente) fuerte sobre
el débil. Es esperable que la globalización genere daños colaterales. Esto
también nos dice que los países desarrollados tenían razón al advertir, cuando
estaban subiendo por la escalera, que el comercio internacional irrestricto era
una amenaza a sus propios planes de desarrollo. Aquello que hoy el mundo desarrollado
niega tan enérgicamente, era verdad entonces: el gran poder del mercado se
utiliza mejor cuando está asociado a una agenda social más amplia.
En los
libros de texto de economía, las introducciones a la teoría del libre comercio
comienzan con una tergiversación deliberada. Esos manuales nos piden que
analicemos a dos países como si fueran individuos que participan libremente de
un trueque. Los individuos, nos dicen, entregarán lo que tienen a cambio de
otra cosa solamente si cada uno considera que va a ganar algo en ese proceso.
Y, si sus expectativas son correctas, efectivamente ganarán.
Así, el
libre comercio beneficiaría a todos los que participen de él. El resto son
detalles. Pero como en cualquier truco de magia, este razonamiento incluye un
engaño fundamental. En un mundo capitalista, el comercio internacional está
guiado por empresas. Los exportadores locales les venden a los importadores
extranjeros que luego venden esos productos a sus residentes, mientras que los
importadores locales compran bienes a los exportadores y después nos los venden
a nosotros. La rentabilidad es lo que motiva las decisiones empresarias en cada
punto de la cadena.
La
teoría del libre comercio tradicional descansa en el supuesto de que en un
libre mercado financiero los flujos de dinero que surgen de un déficit
comercial reducirán el precio real de la moneda del país (devaluarán el valor
de la moneda). Así se achicará el déficit, ya que las exportaciones serán más
baratas para el resto del mundo y las importaciones más caras, hasta que en un
momento el balance comercial y la balanza de pagos encuentran el equilibrio. Un
superávit comercial generaría el recorrido contrario hacia el mismo resultado.
Tanto
Karl Marx como Roy Harrod ofrecen un contraargumento convincente: en un mercado
financiero libre, las salidas de dinero disminuyen la liquidez y elevan las
tasas de interés, mientras que el ingreso de capitales baja las tasas de
interés. Ninguno de estos efectos altera el balance comercial. En cambio,
inducen flujos de capitales de corto plazo que conducirán al balance de pagos a
un equilibrio cubriendo un déficit comercial existente con endeudamiento
externo y un superávit comercial impulsando una posición de acreedor externo.
Bajo un
esquema de libre comercio, un país que no es suficientemente competitivo en el
mercado global terminará cubriendo su persistente déficit comercial con
endeudamiento externo, terminará como un deudor internacional. A la inversa, un
país muy competitivo poseerá un superávit comercial y se transformará en un
acreedor internacional.
Este es
el verdadero secreto del libre comercio: se necesitan políticas económicas
especialmente diseñadas para desarrollar la industria de un país a un nivel
donde sea globalmente competitiva. Esto explica por qué los países occidentales
y luego Japón, Corea del Sur y los tigres asiáticos resistieron con tanta
fuerza la teoría y las políticas del libre comercio cuando estaban subiendo por
la escalera.
Pero
también nos permite darles sentido a las verdaderas políticas que utilizaron en
su proceso de desarrollo: utilizando el acceso a los mercados internacionales,
el conocimiento y los recursos como parte de una agenda social más amplia. El
objetivo no debe ser equilibrar la cancha, sino más bien elevar el nivel de los
jugadores desventajados. En este sentido, practicar el neoliberalismo en los
lugares más pobres del mundo es un deporte cruel.
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