ILUSIONES DE STEPHEN HARPER
Escribe
FIDEL
CASTRO RUZ
8 de abril 2012
Creo, sin ánimo de
ofender a nadie, que así se llama el Primer Ministro de Canadá. Lo deduzco de
una declaración publicada el “Miércoles Santo” por un vocero del Ministerio de
Relaciones Exteriores de ese país. Son casi 200 los Estados, supuestamente
independientes, que integran la Organización de Naciones Unidas.
Constantemente
cambian o los cambian. Muchos son personas honorables y amigos de Cuba, pero no
es posible recordar los detalles de cada uno de ellos.
En la segunda mitad
del siglo XX tuve el privilegio de vivir años de intenso aprendizaje, y
apreciar que los canadienses, ubicados en el extremo norte de este hemisferio,
fueron siempre respetuosos de nuestro país. Invertían en esferas de su interés
y comerciaban con Cuba, pero no intervenían en los asuntos internos de nuestro
Estado.
El proceso
revolucionario iniciado el 1º de Enero de 1959 no implicó medidas que afectaran
sus intereses, los cuales fueron tomados en cuenta por la Revolución en el
mantenimiento de relaciones normales y constructivas con las autoridades de
aquel país donde se llevaba a cabo un intenso esfuerzo por su propio
desarrollo. No fueron, por tanto, cómplices del bloqueo económico, la guerra, y
la invasión mercenaria que Estados Unidos aplicó contra Cuba.
En mayo de 1948,
año en que se creó la OEA, institución de bochornosa historia que dio al traste
con lo poco que ya quedaba del sueño de los libertadores de América, Canadá
estaba lejos de pertenecer a la misma. Ese status se mantuvo durante más de 40
años, hasta 1990. Algunos de sus líderes nos visitaron. Uno de ellos fue Pierre
Elliott Trudeau, brillante y valiente político, muerto prematuramente, a cuyo
sepelio asistimos en nombre de Cuba.
Se supone que la
OEA sea una organización regional integrada por los Estados soberanos de este
hemisferio. Tal afirmación, como otras muchas de consumo diario, encierra un
gran número de mentiras. Lo menos que podemos hacer es estar conscientes de las
mismas, si se preserva el espíritu de lucha y la esperanza de un mundo más
digno.
Se supone que la
OEA sea una organización panamericana. Un país cualquiera de Europa, África,
Asia o de Oceanía, no podría pertenecer a la OEA por poseer una colonia, como
Francia en Guadalupe; o los Países Bajos, en Curazao. Pero el colonialismo
británico no podía definir el status de Canadá, y explicar si era una colonia,
una república, o un reino.
El Jefe de Estado
en Canadá es la Reina de Inglaterra Isabel II, aunque esta deposite sus
facultades en un Gobernador General designado por ella. De ese modo cabe
preguntar si el Reino Unido es también parte de la OEA.
A su vez, el
honorable Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá no se atreve a decir si
apoya o no a la Argentina en el espinoso tema de las Malvinas. Expresa solo
beatíficos deseos de que reine la paz entre los dos países, pero allí Gran
Bretaña posee la mayor base militar fuera de su territorio que viola la
soberanía Argentina, no se excusó por haber hundido el Belgrano que estaba
fuera de las aguas jurisdiccionales establecidas por ellos mismos y provocó el
sacrificio inútil de cientos de jóvenes que cumplían su servicio militar.
Hay
que preguntarle a Obama y a Harper qué posición van a adoptar frente al
justísimo reclamo de que se reintegre la soberanía de Argentina sobre las
islas, y se deje de privarla de los recursos energéticos y pesqueros que tanto
necesita para el desarrollo del país.
Me asombré realmente
cuando profundicé en los datos de las actividades de las transnacionales
canadienses en América Latina. Conocía el daño que los yanquis le imponían al
pueblo de Canadá. Obligaban al país a buscar el petróleo extrayéndolo de
grandes extensiones de arena impregnadas de ese líquido, ocasionando un daño
irreparable al medio ambiente de ese hermoso y extenso país.
El daño increíble
era el que las empresas canadienses especializadas en búsqueda de oro, metales
preciosos y material radioactivo ocasionaban a millones de personas.
En un artículo
publicado en el sitio web Alainet hace una semana, suscrito por una ingeniera
en Calidad Ambiental, que nos introduce más detalladamente en la materia que
incontables veces se ha mencionado como uno de los principales azotes que
golpea a millones de personas.
“Las empresas mineras, el 60% de las cuales
son de capital canadiense, trabajan bajo la lógica de aprovechamiento máximo, a
bajo costo y corto tiempo, condiciones que son aún más ventajosas sí, en el
sitio donde se instalan, se pagan mínimos ingresos tributarios y existen muy
pocos compromisos ambientales y sociales…”
“Las leyes de
minería de nuestros países [...] no incluyen obligaciones y metodologías para
el control de impactos ambientales y sociales.”
“…los ingresos tributarios que las empresas
mineras pagan a los países de la región son en promedio no más del 1.5% de los
ingresos obtenidos.”
“La lucha social en contra de la minería,
especialmente la metálica, ha venido creciendo a medida que generaciones enteras
han visualizado los impactos ambientales y sociales…”
“Guatemala tiene una fuerza de resistencia
ante los proyectos mineros que es admirable, gracias a la apropiación que
tienen los pueblos indígenas del valor de sus territorios y sus recursos naturales
como herencias ancestrales invaluables. Sin embargo, en los últimos 10 años,
las consecuencias de esa lucha se han visualizado en el asesinato de 120
activistas y defensores de los Derechos Humanos.”
En el mismo
artículo se va señalando lo que ocurre en El Salvador, Honduras, Nicaragua y
Costa Rica, con cifras que obligan a pensar profundamente en gravedad y el
rigor del saqueo despiadado que se va cometiendo contra los recursos naturales
de nuestros países e hipotecando el futuro de los latinoamericanos.
La presencia de
Dilma Rousseff, de regreso a su país, con escala en Washington, servirá para
que Obama se persuada de que aunque algunos se refocilan pronunciando melosos
discursos, Latinoamérica está lejos de ser un coro de países demandando limosnas.
Las guayaberas que
usará Obama en Cartagena es uno de los grandes temas de las agencias
noticiosas: “Edgar Gómez [...] ha diseñado una para el presidente de Estados
Unidos, Barack Obama, que la exhibirá durante la Cumbre de las Américas”, nos
cuenta la hija del diseñador, y añade: “Se trata de una guayabera blanca,
sobria y con un trabajo manual más notorio de lo habitual…”.
De inmediato la
agencia de noticia agrega: “Esta camisa caribeña tiene su origen en las orillas
del río Yayabo, en Cuba, por eso inicialmente se llamaban yayaberas…”.
Lo curioso, amables
lectores, es que Cuba está prohibida en esa reunión; pero las guayaberas, no.
¿Quién puede aguantar la risa? Hay que correr para avisarle a Harper.
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