CUMBRE DE LAS AMÉRICAS:
EL ROSTRO DEL FRACASO Y LA INCERTIDUMBRE POLÍTICA
Escribe
JUAN FRANCISCO
COLOANE (*)
(ARGENPRESS Info)
16 de abril 2012
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(*) JUAN FRANCISCO
COLOANE. Analista político, periodista de nivel internacional. Escritor.
Catedrático en la Escuela de Periodismo
de la Universidad de Chile desde 2004. Ha publicado ensayos, tales como ”LaOTAN
amenaza los equilibrios” “Chile:La geopolítica en los confines y resabios
coloniales” “La doctrina de seguridad global de moda” “Doha y la integración”
etc. dentro de una larga zaga.
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La Cumbre de las Américas
celebrada recientemente en Cartagena, Colombia adquiere el rostro del fracaso y
deja una estela de incertidumbre política.
Fue otra cumbre de
las bilaterales, como ha sido el acento en las restantes cumbres celebradas a
diferentes niveles, incluyendo las de la ONU, porque las agendas evitan debatir
los temas centrales candentes, por ejemplo, los desequilibrios de poder.
Sin la participación
de Cuba, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, con una Bolivia asistiendo como
contrapunto, sumado a esto la arremetida de Argentina hacia la transnacional
española REPSOL y la recuperación de Las Malvinas, y todavía más, con la posición
distante de Brasil respecto a la política intervencionista de EEUU en Siria e
Irán, el debate en esta cumbe fue el gran ausente.
El evento ofrece un
claro indicador de que el multilateralismo atraviesa uno de sus períodos de mayor
debilidad en su historial, y de que el debate y las resoluciones
internacionales están confinados a espacios reducidos y estrechos de poder.
Nunca antes en este
período post Segunda Guerra Mundial se había visto, a juzgar por una reunión
cumbre como ésta, una región más desarticulada y desmembrada en su organicidad
política más básica. Y, precisamente lo que podría ser el foco aglutinador de
una agenda continental relevante a solucionar los problemas pendientes como es
el actual modelo económico, se le evita y se le aborda con la acostumbrada
circunvalación a través de temas como pobreza, educación, drogas, seguridad,
innovación.
En virtud de
soslayar el tema central y que desnuda el fracaso de esta cumbre, se vislumbra
también que, ni los gobiernos de centro derecha ni los de social democracia
tradicional que han asumido en los últimos 30 años al sur del Río Grande, han
podido entregar una solución (o una sustentación) política al domino económico
del capital transnacional.
La descomposición
social y ética que se palpa en muchos ámbitos de los países de la región no es
de exclusiva responsabilidad del subdesarrollo inherente sino que es el
corolario de la prolongación del poder de ese capital que en el fondo ha hecho
trizas los sistemas políticos de esos países.
Al concebir los
partidos políticos como brazos operacionales de los intereses transnacionales,
el esquema de control del capital trasnacional de los últimos 30 años no es
diferente del que fue a mediados del siglo pasado. Hay una rigurosa línea de
continuidad en conservar el patrón de que las decisiones para las estrategias
de desarrollo en los países subdesarrollados son adoptadas, sino externamente,
al menos con una gran injerencia de las grandes fuentes del capital extranjero
proveniente de las economías desarrolladas y las potencias tradicionales.
Este fenómeno que
es de la naturaleza del capitalismo moderno es sabido y a pesar de la crítica
abundante los países no han construido capacidad política para revertirlo.
Con todo, dos “grandes”
como Brasil y Argentina por tamaño e historia han logrado grados respetables de
autonomía en esa esfera. Las rutas diversas señaladas por las actuales
administraciones en Bolivia, Ecuador, Venezuela cada una en su medida forman
parte del construir esa capacidad política local para contener el
avasallamiento del eje transnacional sustentado por el interés hegemónico de la
Alianza Transatlántica.
Cuba en su propia
dimensión, con los argumentos concretos y el apasionamiento ideológico a favor
o en contra incluidos, es una clara demostración de autonomía que en la
perspectiva histórica adquiere más valor del que se le asigna en la actual
coyuntura.
Este fenómeno de
estrategias de desarrollo concebidas por el capital transnacional que pudiera
aparecer como absolutamente normal desde el punto del capitalismo moderno,
tarde o temprano produce una trampa porque no contribuye a regenerar o a formar
el tejido político que lo sustente y le otorgue legitimidad local.
Más allá de que ese
capital transnacional genere crecimiento y empleo, ese diseño de dominio desde
afuera supone que el crecimiento económico y el progreso derivado de ello,
genere también, en complicidad con las elites locales procesos políticos
facilitadores de esa gestión del capital.
Como que la propia
inercia del progreso y la modernidad estuviera acompañada del modelo político
correspondiente. Por eso que el vaivén del populismo por una parte y los
virajes hacia el centro político por otra, han servido para sustentar regímenes
que acaban siendo procesos políticos inconclusos y generadores de más
incertidumbre.
Si se desprenden
algunas señales de esta Cumbre de las Américas en Cartagena, una es que la
social democracia es una pieza clave para el rearme político del capital
transnacional que se ha quedado sin sistema político que lo sustente.
Frente al poderío
omnipresente del capital transnacional que destruye tejidos sociales e
identidades territoriales y que incuban las doctrinas insurgentes, considerando
los fracasos sucesivos de los gobiernos de centro derecha en la región para
administrar con mayor justicia, la social democracia quizás sea la alternativa
mas viable para administrar el modelo neoliberal con los grados de transformación
que apunten a una indispensable desconcentración del poder económico y político,
antes de que estalle una bomba social de consecuencias imprevisibles.
El tema es si en
las esferas del poder del capital transnacional existe la sensibilidad política
suficiente y con las lecciones aprendidas para soltar un poco la manija.
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