viernes, 20 de abril de 2012

Sábado 21 de abril, 2012 - 95% DE LAS MUERTES POR DESASTRES NATURALES OCURREN EN EL MUNDO EN DESARROLLO


 LO QUE MATA NO ES SÓLO LA HUMEDAD 

EN LOS ACTOS DE DIOS, 

EL HOMBRE AYUDA.

Fuente:
“URGENTE24” 
Buenos Aires
Tomando en cuenta:
BRYAN WALSH 
de “The NY Time”
20 de abril de2012
.
Bryan Walsh, de Time, nos recuerda que el fin de semana pasado podría haber sido mucho peor en USA cuando más de 100 tornados azotaron varios estados de territorio plano en sólo 24 horas. Centenares de coches fueron lanzados por los aires mientras distintos edificaciones quedaban pulverizadas en cuestión de minutos. Granizo del tamaño de pelotas de béisbol caían del cielo, destruyendo todo lo encontraba a su paso.

Más de lo que normalmente ocurre en un mes pasó en un solo día y, sin embargo, milagrosamente, sólo un episodio en la ciudad de Oklahoma de Westwood, fue fatal, matando a 6 víctimas que vivían en un parque para remolques. "Dios fue misericordioso", le dijo la gobernadora de Kansas, Sam Brownback, a CNN el domingo (15/04).

Pero no se trataba sólo de Dios o el azar. La baja cifra de muertos también se debió a un sistema de alertas que funcionó eficientemente y de manera más insistente llevado a cabo por los meteorólogos, que se anticiparon en hacer conocer la noticia -por cuanta plataforma podía- de que el fin de semana sería muy peligroso para el Medio Oeste del país por un sistema de tormentas inusualmente fuerte.

El Centro de Predicción de Tormentas del Servicio Meteorológico Nacional tomó la inusual decisión de alertar a la gente de la región con más de 1 día de anticipación frente a lo que denominó un posible "evento de alta gama que amenaza la vida”. Las adveartencias explotaron en las radios, los smartphones y los televisores, instando a la gente a permanecer bajo tierra o en un refugio para  tornados por lo que dure la tormenta.

Con el recuerdo de las más de 500 personas que murieron a causa de los ciclones del año pasado todavía fresco, los residentes en las zonas afectadas prestaron buena atención y se pusieron (y quedaron) fuera de peligro.

En la era del cambio climático, la ciencia y la prensa  le han dado una gran cantidad de cobertura a intentar determinar si el calentamiento global realmente hace que los fenómenos extremos como las olas de calor, las inundaciones, las tormentas o los tornados se hacen más frecuentes o más potentes.

Eso es comprensible: el calentamiento gradual a largo plazo (en términos de  años o décadas) no recibe mucha atención, pero una “megatormenta” como el huracán Katrina del 2005 o las ráfagas de tornados mortales en la primavera pasada sin duda si. No es sólo una cuestión de enfocar la atención del público, sin embargo, los fenómenos meteorológicos extremos matan a decenas de miles de personas cada año, y reducen en una parte considerable a la economía mundial -no siendo esto algo que pudiese pasar desapercibido para nadie-.

El año pasado, USA experimentó una docena de desastres naturales que causaron más de mil millones de dólares en daños y perjuicios, desde el huracán Irene en septiembre a la prolongada sequía en Texas y el suroeste de USA. Si el cambio climático está realmente sobrealimentando las condiciones climáticas extremas -causando la muerte y el caos- tenemos allí una nueva razón para controlar de mejor manera y más rápidamente las emisiones de carbono.

Como suele suceder, el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático publicó una evaluación sobre la ciencia del clima extremo y el calentamiento global apenas el mes pasado - pero las conclusiones no aclaran mucho. El panel concluyó que era probable que las emisiones de carbono causadas por el hombre están llevando a calores extremos, algo que debería resonarle a los corredores que, en un día inusualmente caluroso de abril, fueron advertidos a abandonar la Maratón de Boston.

También existe un cierto consenso de que las emisiones de carbono y otros factores antropogénicos están causando lluvias más extremas -como las inundaciones en Pakistán de 2010- y sequías más intensas, como la que está sufriendo gran parte de USA en estos momentos.

Pero no existe certeza de que las emisiones de carbono sean los causantes de la sobrealimentación de huracanes, ciclones tropicales o tornados. Eso se debe, en parte, a las limitaciones de los datos del pasado. Hoy en día, cada depresión tropical recibe un nombre y un seguimiento, así que no hay ninguna posibilidad de que un huracán toque tierra sin ser notado. Y con la cantidad de rastreadores o cazadores de tormentas -profesionales y aficionados- que mantienen una estrecha vigilancia sobre los tornados, incluso un ciclón que toca tierra por unos momentos entra en los registros.

En el pasado, sólo los huracanes fuertes eran documentados -los que causaban daño-. La aparición de tornados fuertes y violentos puede muy bien haber permanecido relativamente estable en el largo plazo, el hecho de que estamos simplemente los estamos viendo más puede simplemente significar que estamos tomando nota de tormentas que pudimos haber omitido hace 30 o 40 años atrás.

No hay duda de que el costo real de los fenómenos meteorológicos extremos está en aumento, con rubros asegurados en USA contra desastres climáticos llegando a los US$ 20.000 millones desde los US$ 3.000 millones de la década de 1980. Sin embargo, no significa automáticamente que esos mayores costos se deban a supertormentas aupadas por el cambio climático.

USA, y el mundo en general, está más poblado y es más rico que lo que lo era hace 30 años, y gran parte de esa riqueza se concentra a lo largo de zonas altamente vulnerables, como las costas. Cuando un huracán como Irene golpea la Costa Este como lo hizo el verano (estadounidense) pasado, puede afectar a muchas más personas y cosas que en el pasado. Eso se traduce en mayores potenciales pérdidas.

El hecho de que por el momento sea imposible trazar una línea recta entre el cambio climático y unas tormentas mas violentas no significa que debemos actuar como si los 2 no estuviesen vinculados. No hay duda de que el calentamiento aumenta, por lo menos, el riesgo de creación de fenómenos meteorológicos extremos, algo que evidentemente está pasando en lo que se perfila como un año brutalmente caliente en USA.

Sin embargo, la manera más rápida para reducir la muerte y los daños causados por los fenómenos meteorológicos extremos es a través de la adaptación, ya sea que esta tome la forma de mejores advertencias y alertas o políticas de micro-seguros que permitan, por ejemplo, a los agricultores de la África subsahariana poder volverse a poner en pie tras la sequia.

Existe una razón para que el 95% de las muertes por desastres naturales se produzcan en el mundo en desarrollo: la pobreza deja a las poblaciones no preparadas para las condiciones meteorológicas extremas. Eso es cierto incluso en las naciones ricas. Pero no fue una coincidencia que el puñado de muertes causadas por los tornados en del Medio Oeste el fin de semana se produjesen en un parque de casas rodantes.

Pero incluso los países o regiones pobres pueden aprender a protegerse a sí mismos. En 1970 un ciclón de categoría 3 dejó la asombrosa cantidad de 300.000 muertos en Bangladesh, sin embargo, una tormenta aún más fuerte azotó el país en 2007 y se cobró “sólo” 4.200 vidas, siendo una pérdida desgarradora, pero sin duda mucho más pequeña. El cambio climático y la pobreza extrema pueden pueden ponerle una mala cara al mal tiempo, pero no tendría por qué cobrarse la vida de nadie.

El pasado 5/04, al menos 14 personas murieron a raíz del temporal con vientos huracanados que azotó la zona metropolitana de Buenos Aires, provocando la caída de cientos de árboles y techos, y el derrumbe de estructuras, además de ocasionar destrozos en automóviles y viviendas. No hubo alerta. Ni siquiera se reconocío la existencia misma del huracán.

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