LO QUE MATA NO ES SÓLO LA HUMEDAD
EN LOS ACTOS DE DIOS,
EL HOMBRE AYUDA.
Fuente:
“URGENTE24”
Buenos Aires
Tomando
en cuenta:
BRYAN
WALSH
de “The NY Time”
20 de
abril de2012
.
Bryan
Walsh, de Time, nos recuerda que el fin de semana pasado podría haber sido
mucho peor en USA cuando más de 100 tornados azotaron varios estados de
territorio plano en sólo 24 horas. Centenares de coches fueron lanzados por los
aires mientras distintos edificaciones quedaban pulverizadas en cuestión de
minutos. Granizo del tamaño de pelotas de béisbol caían del cielo, destruyendo
todo lo encontraba a su paso.
Más de
lo que normalmente ocurre en un mes pasó en un solo día y, sin embargo,
milagrosamente, sólo un episodio en la ciudad de Oklahoma de Westwood, fue
fatal, matando a 6 víctimas que vivían en un parque para remolques. "Dios
fue misericordioso", le dijo la gobernadora de Kansas, Sam Brownback, a
CNN el domingo (15/04).
Pero no
se trataba sólo de Dios o el azar. La baja cifra de muertos también se debió a
un sistema de alertas que funcionó eficientemente y de manera más insistente
llevado a cabo por los meteorólogos, que se anticiparon en hacer conocer la noticia
-por cuanta plataforma podía- de que el fin de semana sería muy peligroso para
el Medio Oeste del país por un sistema de tormentas inusualmente fuerte.
El
Centro de Predicción de Tormentas del Servicio Meteorológico Nacional tomó la
inusual decisión de alertar a la gente de la región con más de 1 día de
anticipación frente a lo que denominó un posible "evento de alta gama que
amenaza la vida”. Las adveartencias explotaron en las radios, los smartphones y
los televisores, instando a la gente a permanecer bajo tierra o en un refugio
para tornados por lo que dure la
tormenta.
Con el
recuerdo de las más de 500 personas que murieron a causa de los ciclones del
año pasado todavía fresco, los residentes en las zonas afectadas prestaron
buena atención y se pusieron (y quedaron) fuera de peligro.
En la
era del cambio climático, la ciencia y la prensa le han dado una gran cantidad de cobertura a
intentar determinar si el calentamiento global realmente hace que los fenómenos
extremos como las olas de calor, las inundaciones, las tormentas o los tornados
se hacen más frecuentes o más potentes.
Eso es
comprensible: el calentamiento gradual a largo plazo (en términos de años o décadas) no recibe mucha atención,
pero una “megatormenta” como el huracán Katrina del 2005 o las ráfagas de
tornados mortales en la primavera pasada sin duda si. No es sólo una cuestión
de enfocar la atención del público, sin embargo, los fenómenos meteorológicos
extremos matan a decenas de miles de personas cada año, y reducen en una parte
considerable a la economía mundial -no siendo esto algo que pudiese pasar
desapercibido para nadie-.
El año
pasado, USA experimentó una docena de desastres naturales que causaron más de
mil millones de dólares en daños y perjuicios, desde el huracán Irene en
septiembre a la prolongada sequía en Texas y el suroeste de USA. Si el cambio
climático está realmente sobrealimentando las condiciones climáticas extremas
-causando la muerte y el caos- tenemos allí una nueva razón para controlar de
mejor manera y más rápidamente las emisiones de carbono.
Como
suele suceder, el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático publicó una evaluación sobre la ciencia del clima extremo y el
calentamiento global apenas el mes pasado - pero las conclusiones no aclaran
mucho. El panel concluyó que era probable que las emisiones de carbono causadas
por el hombre están llevando a calores extremos, algo que debería resonarle a
los corredores que, en un día inusualmente caluroso de abril, fueron advertidos
a abandonar la Maratón de Boston.
También
existe un cierto consenso de que las emisiones de carbono y otros factores
antropogénicos están causando lluvias más extremas -como las inundaciones en
Pakistán de 2010- y sequías más intensas, como la que está sufriendo gran parte
de USA en estos momentos.
Pero no
existe certeza de que las emisiones de carbono sean los causantes de la
sobrealimentación de huracanes, ciclones tropicales o tornados. Eso se debe, en
parte, a las limitaciones de los datos del pasado. Hoy en día, cada depresión
tropical recibe un nombre y un seguimiento, así que no hay ninguna posibilidad
de que un huracán toque tierra sin ser notado. Y con la cantidad de
rastreadores o cazadores de tormentas -profesionales y aficionados- que mantienen
una estrecha vigilancia sobre los tornados, incluso un ciclón que toca tierra
por unos momentos entra en los registros.
En el
pasado, sólo los huracanes fuertes eran documentados -los que causaban daño-.
La aparición de tornados fuertes y violentos puede muy bien haber permanecido
relativamente estable en el largo plazo, el hecho de que estamos simplemente
los estamos viendo más puede simplemente significar que estamos tomando nota de
tormentas que pudimos haber omitido hace 30 o 40 años atrás.
No hay
duda de que el costo real de los fenómenos meteorológicos extremos está en
aumento, con rubros asegurados en USA contra desastres climáticos llegando a
los US$ 20.000 millones desde los US$ 3.000 millones de la década de 1980. Sin
embargo, no significa automáticamente que esos mayores costos se deban a
supertormentas aupadas por el cambio climático.
USA, y
el mundo en general, está más poblado y es más rico que lo que lo era hace 30
años, y gran parte de esa riqueza se concentra a lo largo de zonas altamente
vulnerables, como las costas. Cuando un huracán como Irene golpea la Costa Este
como lo hizo el verano (estadounidense) pasado, puede afectar a muchas más
personas y cosas que en el pasado. Eso se traduce en mayores potenciales
pérdidas.
El
hecho de que por el momento sea imposible trazar una línea recta entre el
cambio climático y unas tormentas mas violentas no significa que debemos actuar
como si los 2 no estuviesen vinculados. No hay duda de que el calentamiento
aumenta, por lo menos, el riesgo de creación de fenómenos meteorológicos
extremos, algo que evidentemente está pasando en lo que se perfila como un año
brutalmente caliente en USA.
Sin
embargo, la manera más rápida para reducir la muerte y los daños causados por
los fenómenos meteorológicos extremos es a través de la adaptación, ya sea que
esta tome la forma de mejores advertencias y alertas o políticas de
micro-seguros que permitan, por ejemplo, a los agricultores de la África
subsahariana poder volverse a poner en pie tras la sequia.
Existe
una razón para que el 95% de las muertes por desastres naturales se produzcan
en el mundo en desarrollo: la pobreza deja a las poblaciones no preparadas para
las condiciones meteorológicas extremas. Eso es cierto incluso en las naciones
ricas. Pero no fue una coincidencia que el puñado de muertes causadas por los
tornados en del Medio Oeste el fin de semana se produjesen en un parque de
casas rodantes.
Pero
incluso los países o regiones pobres pueden aprender a protegerse a sí mismos.
En 1970 un ciclón de categoría 3 dejó la asombrosa cantidad de 300.000 muertos
en Bangladesh, sin embargo, una tormenta aún más fuerte azotó el país en 2007 y
se cobró “sólo” 4.200 vidas, siendo una pérdida desgarradora, pero sin duda
mucho más pequeña. El cambio climático y la pobreza extrema pueden pueden
ponerle una mala cara al mal tiempo, pero no tendría por qué cobrarse la vida
de nadie.
El
pasado 5/04, al menos 14 personas murieron a raíz del temporal con vientos
huracanados que azotó la zona metropolitana de Buenos Aires, provocando la
caída de cientos de árboles y techos, y el derrumbe de estructuras, además de
ocasionar destrozos en automóviles y viviendas. No hubo alerta. Ni siquiera se
reconocío la existencia misma del huracán.
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