REFLEXION de LEONARDO BOFF
PANTEÍSMO
VERSUS PANENTEÍSMO
Escribe
LEONARDO
BOFF (*)
Viernes
20 de abril de 2012
.
Una visión
cosmológica radical y coherente afirma que el sujeto último de todo lo que
ocurre es el universo mismo. Él es quien hace surgir los seres, las
complejidades, la biodiversidad, la conciencia y los contenidos de esta
conciencia, pues somos parte de él. Así, antes de salir de nuestra cabeza como
idea, la realidad de Dios estaba en el propio universo. Porque estaba en él,
puede irrumpir en nosotros.
A partir de esta
concepción, se entiende la inmanencia de Dios en el universo. Dios viene
mezclado con todos los procesos, sin diluirse dentro de ellos. Antes bien,
orienta la flecha del tiempo hacia la formación de órdenes cada vez más complejos
y dinámicos (que, por tanto, se distancian del equilibrio para buscar nuevas
adaptaciones) y cargados de propósito. Dios aparece, en el lenguaje de las
tradiciones transculturales, como Espíritu creador y ordenador de todo lo que
existe. Viene mezclado con todas las cosas.
Participa de sus desarrollos, sufre con las extinciones en
masa, se siente crucificado con los empobrecidos, se alegra con los avances
rumbo a diversidades más convergentes e interrelacionadas, apuntando hacia un
punto Omega terminal.
Dios está presente en el cosmos y el cosmos está presente en
Dios. La teología antigua expresaba esta mutua interpenetración por el concepto
de «pericóresis» aplicado a las relaciones entre Dios y la creación y después a
las divinas Personas de la Trinidad. La teología moderna ha acuñado otra
expresión, el «panenteísmo» (en griego: pan=todo; en=en; theos=Dios). Es decir:
Dios está en todo y todo está en Dios. Esta palabra fue propuesta por un
evangélico, Frederick Krause (l781-1832), fascinado por el fulgor divino del
universo.
El panenteísmo debe ser distinguido claramente del
panteísmo. El panteísmo (en griego: pan = todo; theos=Dios) afirma que todo es
Dios y Dios es todo. Sostiene que Dios y mundo son idénticos; que el mundo no
es una criatura de Dios sino el modo necesario de existir de Dios. El panteísmo
no acepta ninguna diferencia: el cielo es Dios, la Tierra es Dios, la piedra es
Dios y el ser humano es Dios.
Esta falta de diferencia lleva fácilmente a la indiferencia.
Todo es Dios y Dios es todo, entonces es indiferente si me ocupo de una niña
violada en un autobús de Río o del carnaval, o de los indígenas en extinción o
de una ley contra la homofobia. Lo cual es manifiestamente un error, pues las
diferencias existen y persisten.
Todo no es Dios. Las cosas son lo que son: cosas. Sin
embargo, Dios está en las cosas y las cosas están de Dios, por causa de su acto
creador. La criatura siempre depende de Dios y sin él volvería a la nada de
dónde fue sacada. Dios y mundo son diferentes, pero no están separados o
cerrados, están abiertos uno al otro.
Si son diferentes es para posibilitar el encuentro y la
comunión mutua. Mediante ella se superan las categorías de procedencia griega
que se contraponían: transcendencia e inmanencia. Inmanencia es este mundo de
aquí. Transcendencia es el mundo que está más allá de este. El cristianismo,
por la encarnación de Dios creó una categoría nueva: la transparencia, que es
la presencia de la trascendencia (Dios) dentro de la inmanencia (mundo). Cuando
esto ocurre, Dios y el mundo se hacen mutuamente transparentes.
El universo en cosmogénesis nos invita a vivenciar la
experiencia que subyace tras el panenteísmo: en cada mínima manifestación del
ser, en cada movimiento, en cada expresión de vida estamos ante la presencia y
la acción de Dios. Abrazando al mundo estamos abrazando a Dios.
Las personas sensibles a lo Sagrado y al Misterio sacan a
Dios de su anonimato y le dan un nombre. Lo celebran con himnos, cánticos y
ritos mediante los cuales expresan su experiencia de Dios. Testimonian lo que
Pablo dijo a los griegos de Atenas: “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”
(17, 28).
.
(*)LEONARDO BOFF es un teólogo, filósofo y
escritor nacido en Concordia, Estado de Santa Catarina, Brasil Es uno de los
fundadores de la Teología de la Liberación, junto con Gustavo Gutiérrez Merino.
En 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el ya cardenal
Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI) le silenció por un año por su libro La
Iglesia, Carisma y Poder, que estaba en contra de la Doctrina de la Iglesia
Católica. Ha trabajado como profesor en los campos de teología, ética y
filosofía en Brasil, además de dar conferencias en muchas universidades en el
extranjero, como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina,
París, Oslo, Turín. Ha escrito más de 100 libros, traducidos a muchas lenguas.
En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
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