LA FAO Y ACAPARAMIENTO DE TIERRAS
Escribe
VICENTE
BOIX (*)
Fuente:
“BioDiversidad”
(SACADO de CONTEXTO)
(*) VICENTE BOIX –
(España-Almassora-1974) Investigador asociado de la Cátedra “Tierra
Ciudadana-Fondation Charles Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de Valencia.
Autor del libro “El parque de las hamacas” (2001 Icaria) de la serie “Crisis
Agroalimentaria”, en el que se denuncia el daño en humanos y naturaleza que
producen las industrias químicas. Periodista, escribe en “Eco Times” “Revista
Medio Ambiente” Red Voltaire, “Actualidad” entre otros.
Si hay
un negocio que tiene el futuro garantizado, no es otro que el de la
alimentación. Se puede prescindir de todos los objetos que nos rodean y que
supuestamente nos hacen la vida mejor, sin embargo, llenar el estómago siempre
será una obligación. Así lo han entendido esas pocas multinacionales que
controlan el comercio de alimentos y los inversionistas que han volcado su
dinero en los mercados agrícolas.
Pero en
la búsqueda frenética de oportunidades dentro del agronegocio, se ha extendido
el “acaparamiento de tierras”, en el que inversores, empresarios, estados, etc.
están adquiriendo millones de hectáreas en diferentes países, sobre todo en los
africanos, desde los subsaharianos hasta los mediterráneos. Algunos buscan
especular con las tierras, otros sembrar agrocombustibles para los países
ricos, y otros aprovechar el agua y la tierra ajena para cultivar alimentos y
luego exportarlos a sus naciones.
Sea
como sea, algunos cálculos ya establecen que en África se han tramitado
proyectos por una extensión total de 67 millones de hectáreas (la superficie
conjunta de Italia y Alemania). Los atropellos se han sucedido sin parar y
aquellos maravillosos beneficios que gozarían los pueblos que se amoldarían a
la nueva inversión agrícola, se han quedado en papel mojado. De esta forma, las
personas desalojadas de sus tierras se cuentan por decenas de miles. Además se
han reportado expulsiones violentas, encarcelamientos, procesos judiciales
contra campesinos, precariedad laboral en los nuevos proyectos agrícolas,
acaparamiento de otros recursos naturales como el agua, deforestación de
bosques, alteración de cauces en ríos, etc.
LOS
MUCHOS
DISCURSOS DE LA FAO
La FAO,
como buena hija de Naciones Unidas, acoge todo tipo de ideas por muy
contradictorias que puedan ser entre ellas. Por ejemplo, ante la reciente
crisis alimentaria en Sudán del Sur, el responsable de este organismo en el
país africano manifestaba que “Hay que lograr que las familias tengan en primer
lugar acceso rápido a alimentos inocuos y nutritivos, así como a otras
necesidades básicas (…) Podemos hacerlo ayudando a la gente a retomar las
actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de
subsistencia”.
La
realidad es que si se quiere ayudar a la gente a retomar sus actividades
agrícolas, habrá que garantizar las tierras, las aguas y los recursos
económicos. Por eso este escenario propuesto por el responsable de la FAO en
Sudán del Sur, choca de frente con el masivo acaparamiento de tierras en el
continente, que está ayudando a la gente a abandonar las actividades agrícolas,
ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de subsistencia.
Sin
embargo y a pesar de la gravedad de los hechos, la FAO también apoya sin
titubeos el acaparamiento de tierras. Junto al Banco Mundial o el Fondo
Internacional de Desarrollo Agrícola, trabaja en los “Principios para una inversión
agrícola responsable”. Como se desprende del propio título, para estos
organismos el acaparamiento de tierras es una inversión que para las naciones
empobrecidas deparará, supuestamente, ciertos beneficios como puestos de
trabajo, transferencia tecnológica, infraestructuras rurales, seguridad
alimentaria, etc.
En
general, el brazo filantrópico y propagandístico de la nueva inversión
agrícola, no ofrece nada que no se haya escuchado mil veces para justificar la
inversión extranjera en general, y nada que no se escuchará por ejemplo hace un
siglo, cuando ciertas transnacionales fruteras transformaron estados
independientes centroamericanos en “repúblicas bananeras”. A día de hoy y como
se decía antes, los atropellos y las expulsiones se imponen a las
benevolencias.
(……..)
En marzo, la FAO hizo públicas una serie de noticias sobre el “Proyecto sobre
la bioenergía y criterios e indicadores para la seguridad alimentaria” (BEFSCI,
por sus siglas en inglés). Este proyecto es financiado por el Ministerio Federal
Alemán de Alimentación, Agricultura y Protección del Consumidor, y según la
información contenida en la web de la FAO, pretende desarrollar “… una serie de
criterios, indicadores, buenas prácticas y opciones políticas sobre el
desarrollo de la bioenergía moderna que promueve el desarrollo rural y la
seguridad alimentaria…”
Huelga
decir que este proyecto es un espaldarazo claro al desarrollo de los
agrocombustibles y al acaparamiento de tierras. Demagógicamente relaciona el
cultivo energético con la seguridad alimentaria, obviando la tragedia de un
continente, África, que debe importar decenas de millones de toneladas de
alimentos básicos. Sin ir más lejos Sierra Leona, el país donde desarrolla sus
actividades Addax Bioenergy, ha llegado a destinar el 24% de su PIB para
importar comida.
La
cuestión es que en uno de los materiales de BEFSCI, titulado “Buenas prácticas
socio-económicas en la producción moderna de bioenergía”, se menciona el caso
de Addax Bioenergy como un ejemplo de nitidez, participación ciudadana,
solidaridad, etc. Las benevolencias de la compañía suiza que se mencionan en
este manual fueron aportadas por productores locales, aunque sin ser
contrastadas por la FAO. No hay duda de que algunos lugareños se han podido
beneficiar de los proyectos de Addax Bioenergy, pero no se entiende que una
organización de Naciones Unidas se olvide de la otra cara de la moneda, de los
otros testimonios y de las injusticias.
(…) Desde
hace tres años, se vienen discutiendo y consensuando en el seno del Comité de
Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO (CSA) nuevo CSA, las directrices voluntarias sobre
la gobernanza responsable de la tierra. Estas directrices pretenden
salvaguardar el acceso a la tierra y a otros recursos naturales para los
sectores de la sociedad más vulnerables, y ayudarán a que los estados que se
ven afectados por el acaparamiento de tierras puedan legislar para garantizar
estos derechos.
(…..) No
obstante, algunos colectivos sociales también han manifestado que las
directrices se quedan cortas en muchos aspectos, siguen legitimando el
acaparamiento de tierras y pueden entenderse de manera desigual dependiendo de
los actores. Todo, porque la acción de ciertos estados y sobre todo del sector
privado, obligó a consensuar ciertas posiciones ambiguas y muy generales, y por
eso al final, tuvieron el mismo peso los intereses de aquellos que se juegan el
poder comer y trabajar, que los intereses de aquellos que si no invierten en
agrocombustibles en África lo harán en factorías chinas de alpargatas y
bolígrafos. Muy democrático sí, pero muy asimétrico también.
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