TIEMPOS DE NUEVAS TECNOLOGIAS
SE MERCANTILIZA
EL PROCESO EDUCATIVO
Escribe
RENÁN
VEGA CANTOR (*)
Publica
“Rebelion”
29 de
junio 2012
(*) RENÁN VEGA CANTOR. Historiador. Profesor
titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el
siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999;
Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002;
Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta,
1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008.
La
introducción de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)
hace parte del negocio de los productos educativos o, para ser más precisos,
indica hasta donde se está llegando en términos de mercantilización en el
ámbito de la educación. La nueva lengua de la educación, dominada por el reduccionismo
económico neoliberal, sostiene que los “servicios educativos” pueden ser
suministrados por distintos oferentes, entre los que se incluye al capital
privado, y esos servicios deben estar sometidos a las inexorables leyes del
mercado, un eufemismo para referirse a la sed de ganancia, propia del
capitalismo. En esa perspectiva, las grandes corporaciones de la tecnología
informática ven a la educación formal como un suculento mercado.
En
concordancia, los intereses de las “empresas del conocimiento” se sintonizan
con los nuevos lenguajes pedagógicos en uso, impulsados por el Banco Mundial,
en los que se destila una insulsa retórica sobre cosas tan triviales como
“aprender a aprender” (sin importar contenidos), “aprendizaje a lo largo de
toda la vida” (aunque el desempleo cunda en los cuatro puntos cardinales),
“competencias laborales y empresariales” (para satisfacer los intereses de los
capitalistas y las multinacionales), “calidad académica”, tal y como lo
determinan los grandes capitalistas, es decir, elevada productividad, grandes
márgenes de rentabilidad y cero pensamiento.
Esta
educación es, y no podía ser de otra forma, individualista y busca generar
empleo cualificado y barato, en razón de lo cual los costos de preparación
deben correr por cuenta de los propios individuos. Y es aquí donde las
fulgurantes TIC son usadas por el capital corporativo transnacional que ha
penetrado en el mundo educativo para propiciar la superación de los estrechos
marcos escolares, a lo que en forma genérica se denomina “educación
tradicional”, y se implemente el negocio de la educación virtual.
Un
interés central radica en apropiarse de los cuantiosos recursos, mirados
globalmente, que se mueven en el sector público de la educación, y que
despiertan la codicia de grandes empresas capitalistas, por las perspectivas
monetarias que se desprenden de la mercantilización de la educación, con un
potencial mercado de clientes de todas las edades. Este nuevo nicho mercantil
resulta muy atractivo, porque se crean nuevas necesidades y demandas, hasta el
punto que se plantea la superación del estrecho ámbito escolar con sus nuevos
programas, softwares, currículos, medios interactivos… y toda la bazofia
lingüística que lo complementa.
Con el
pueril argumento que la escuela debe estar abierta a las necesidades del
mercado, se busca que se subordine por completo a lo que las empresas
educativas exigen que se produzca y se consuma en el interior de las mismas
escuelas, como sucede con los productos informáticos.
En
Estados Unidos, por ejemplo, un millón de familias han renunciado
voluntariamente a llevar sus hijos a la escuela y han optado por la “home
school” (“escuela en casa”) para sus hijos. En este tipo de educación, los
padres o un tutor contratado guía a los niños y jóvenes mediante la utilización
de las TIC. No sobra recordar que quienes lo hacen cuentan con suficientes
ingresos económicos como para financiar de su propio bolsillo la educación de
sus hijos, prescindiendo de cualquier espacio escolar de tipo institucional y
formal.
Los
programas informáticos aplicados a la educación, con los que se propone un
aprendizaje fácil y rápido de casi cualquier área del conocimiento no tienen en
cuenta que el aprendizaje es algo muy complejo, que no se limita a un
adiestramiento rutinario, como lo ofrecen las “máquinas de enseñar”. Además, en
esos programas se confunde información con conocimiento, como si saber algo
consistiera en acumular datos, sin ningún orden ni coherencia lógica.
Se
quiere dar la impresión que con las TIC la educación ya no es un asunto
político, sino una cuestión técnica y neutral, que está sujeta a los intereses
tecnológicos, situados fuera de nuestro alcance y de nuestra comprensión. Esa
lógica tecnocrática y externa al mundo educativo, se basa en el vulgar economicismo
que concibe al conocimiento como un problema técnico y operativo y como
sinónimo de información. En realidad, el cambio tecnológico es un negocio que
agrava las desigualdades sociales en lugar de eliminarlas y se ha convertido en
un poderoso instrumento de dominación y enajenación.
Cuando
de las tecnologías se habla con respecto a la educación se subraya que aquellas
promueven un cambio permanente, que se puede expresar con la lacónica formula
de “renovarse o morir”. De esta manera, en el capitalismo actual los saberes
académicos se vuelven desechables en poco tiempo. En esta lógica la formación,
que requiere tiempo, dedicación, energías y esfuerzo, es sustituida por la vaga
noción de actualización, que quiere decir en la visión empobrecida del mundo virtual
de situar en el “tiempo de la red” (aquí y ahora) las últimas innovaciones del
saber de un terreno determinado, en este caso el educativo.
Los
verdaderos propósitos de la introducción de las TIC se pueden evidenciar cuando
se contrastan los anuncios triunfalistas de la revolución informática en el
terreno educativo con la dura realidad de escuelas y universidades públicas en
el mundo entero, y en particular en nuestros países. Ante el deterioro de la
infraestructura de los colegios, la privatización de las escuelas, el aumento
del trabajo docente, la precarización de las condiciones laborales, es obvio
que no sean para nada infundadas las sospechas de muchos profesores que la
tecnología es y será usada en su contra.
La
sustitución de profesores de planta en las instituciones por profesores
contratados por tiempo parcial y en pésimas condiciones laborales ya es una
muestra de lo que se pretende con el uso de las TIC, que no es otra cosa que la
desprofesionalización y descualificación del trabajo docente. Dado este paso,
no es de extrañar que en el futuro inmediato se intente materializar la
delirante idea de sustituir a los profesores por programas informáticos, por el
Internet, DVD o multimedia.
Esto, desde luego, es un negocio que beneficia
a grandes transnacionales de la información y la comunicación, empezando por el
pretendido filántropo Bill Gates, pero que se vende bajo el disfraz de estar
impulsando un nuevo modelo de educación. Eso no es otra cosa que lo que David
Noble ha llamado “fábricas de diplomas digitales”. Es dudoso que esa sea la
ruta que el profesorado quiera seguir.
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