EL AMBIENTALISMO,
COMO NUEVA FORMA
DE COLONIALISMO:
Escribe
ARTURO
D.
VILLANUEVA
IMAÑA (*)
Fuente:
Rebelión
21 de
junio 2012
(*) ARTURO D. VILLANUEVA
IMAÑA (Sociólogo,
boliviano. La Paz.) Escritor, periodista. Autor de “El origen de los conflictos
sociales y el riesgo de alienación del proceso de cambio” “Batalla por la
identidad y el Estado Plurinacional” entre
otros. Especialista en el campo de los derechos de los pueblos
El
pasado 16 de marzo en una noticia por demás sugerente, pero al mismo tiempo muy
escueta, el periódico Página Siete de La Paz, Bolivia, daba cuenta que el
Presidente Evo Morales en visita realizada a su homólogo Juan Manuel Santos de
Colombia, señaló que: “el ambientalismo es una nueva forma de colonialismo(…)”.
Esta misma afirmación ha sido reiterada por el presidente Evo Morales, pocos
días antes de asistir a la Conferencia Mundial de Rio +20
Esta
definición tan corta, pero al mismo tiempo tan precisa y de profunda
significación; ciertamente entraña no solamente los nuevos desafíos que se
plantean en el mundo moderno sobre la forma cómo debe encararse el desarrollo,
la forma de relacionamiento del hombre con la naturaleza y las nuevas formas
que adquiere la dominación y explotación capitalista, sino que también contiene
los dilemas y encrucijadas a las que se enfrentan procesos de cambio y
transformación como el de Bolivia, en un escenario en el que aún predominan visiones
y enfoques neoliberales y pro imperialistas.
En
vista de lo escueto de la noticia y la ausencia de mayores elementos de juicio
y contextualización sobre la definición planteada por el presidente Evo
Morales, evidentemente se pueden realizar diverso tipo de interpretaciones y
suposiciones acerca de lo que verdaderamente quiso decir.
Asumiendo
que la definición realizada estaba dirigida a aquellos movimientos de países
occidentales del norte, foros internacionales y consejos mundiales (que junto a
representantes gubernamentales suelen incluir los de las empresas
transnacionales), y no a los movimientos sociales, populares y de pueblos
indígenas de los países del sur que han emprendido luchas en defensa de la
Madre Tierra y los derechos de los pueblos indígenas; entonces podríamos
señalar que el presidente Evo Morales tenía razón y, además, estaba planteando
una tarea por abordar que, como él mismo dijo, “debemos debatir (…) con
claridad ante nuestros pueblos y, de esta manera, superar los problemas que tenemos”.
Ahora
bien, cuando afirmo que el presidente Evo Morales tenía razón al decir que “el
ambientalismo representa el nuevo colonialismo”, entiendo que el ambientalismo
al que hace referencia, corresponde a aquella lógica mercantil que propone la
denominada economía verde.
Es decir, hace referencia tanto a la lógica de
mercantilización de los recursos naturales que es acorde a los intereses
extractivistas de las empresas transnacionales que están interesadas en
continuar la explotación de la naturaleza para satisfacer sus objetivos de
acumulación y enriquecimiento, así como a un enfoque (método) para establecer
una forma de relacionamiento con la naturaleza, que no es precisamente de
armonía para Vivir Bien.
Por
otra parte, si se tratase de asociar este tipo de ambientalismo con el
posicionamiento y las demandas que por ejemplo sostienen los pueblos indígenas
y las organizaciones populares que defienden el TIPNIS y rechazan la
construcción de una carretera que cruce por su núcleo; entonces el razonamiento
no sería el correcto, puesto que las organizaciones que han formado parte de la
VIII Marcha Nacional, ha rechazado precisamente ese enfoque desarrollista,
mercantil y extractivista, para plantear alternativamente la defensa y
protección de los recursos naturales, los derechos de la Madre Tierra y los
suyos propios.
En todo caso, ese ambientalismo de la economía verde, la
mercantilización de los recursos naturales y el extractivismo que son base de
una nueva forma de colonización, correspondería a las organizaciones del
CONISUR que respaldaron la aprobación (extemporánea) de la ley de consulta que
finalmente se aprobó.
Veamos
las razones de este razonamiento. En realidad el ambientalismo como nueva forma
de colonialismo, corresponde al enfoque del desarrollismo extractivista que,
arguyendo razones de un supuesto manejo responsable de los recursos naturales,
pretende mantener la lógica de explotación y mercantilización de los mismos, en
correspondencia a los intereses transnacionales capitalistas.
Es más,
el ambientalismo de la economía verde actúa hipócritamente, porque al mismo
tiempo de preocuparse por impulsar campañas nacionales (e inclusive mundiales)
para cambiar focos de luz o dejar de utilizar envases y bolsas de plástico, se
rasga las vestiduras cuando se trata de cumplir los controles ambientales sobre
las inversiones o las exportaciones, o cuando debe dar cumplimiento y
garantizar el ejercicio del derecho de consulta y participación de los pueblos
indígenas.
Una
secuela de este enfoque y de esta política, es que (bajo los argumentos
antedichos) no solo reprime las protestas sociales que plantean la defensa de
los derechos de la Madre Tierra, sino que los criminaliza al derivar los actos
de represión en juicios contra sus dirigentes y líderes. Este tipo de
ambientalismo hipócrita, está estrechamente asociado al desarrollismo
neoliberal y extractivista que impulsa y promueve el emprendimiento de mega
obras de ingeniería hidráulica, de transporte, comunicaciones y de explotación
de recursos naturales hidrocarburíferos y mineros.
Fomenta
el desarrollismo basado en la inversión de capitales transnacionales y la
construcción de obras de envergadura elefanteásica, sobre la base del
ofrecimiento de facilidades a la inversión, pero que implican reducir (o inclusive
anular) las exigencias ambientales y conculcar los derechos socioambientales y
de los pueblos indígenas.
Es
decir, que al mismo tiempo de adoptar como panacea el desarrollismo y la
industrialización a ultranza, como supuesto paso indispensable para lograr el
desarrollo y la viabilidad nacional, en realidad lo que hace es favorecer el
extractivismo (vía el ofrecimiento de facilidades a la inversión) y, lo que es
mucho peor, hipotecar la soberanía nacional y acrecentar los lazos de
dependencia del capital transnacional. Menor favorecimiento a esta nueva forma
de colonialismo no sería posible.
Parece
como si hubiésemos asimilado tan profundamente aquella idea por la que al
permanecer como proveedores de materias primas, íbamos a perpetuar la
subordinación y dependencias tan características de nuestra pobreza y
subdesarrollo, que hemos perdido de vista que aquella industrialización y
sustitución de la matriz primario exportadora que tanto se desea, bien podría
constituir la nueva y moderna forma de reforzar al capitalismo y los lazos de
dependencia y subordinación al capital transnacional que debería constituir,
ese sí, el eslabón de la cadena de opresión y colonialismo por romper. En otras
palabras, parecería que aún no hemos imaginado proyectos de desarrollo
alternativos al extractivismo y la industrialización a ultranza.
Parece
olvidarse que la panacea del desarrollismo y la industrialización corresponden
a una tarea del nacionalismo populista de los años 50 y del nacionalismo
antidemocrático de los años 70, que actualmente (dadas las circunstancias
internacionales y el escenario mundial de la economía y las finanzas) tendría
una muy dudosa ventaja económica, que puede ser claramente cuestionable si se
toma en cuenta los graves y profundos daños sociales, ambientales y políticos
(dependencia de las transnacionales y pérdida de soberanía), que se pueden
advertir.
Por eso
se afirma que el presidente Morales tiene razón cuando señala este nuevo riesgo
y esta nueva expresión de la dominación imperialista del capitalismo, que se
disfraza tras un ropaje ambientalista; pero al mismo tiempo, también debe
constituir en el argumento fundamental para actuar en consecuencia y liberar al
proceso de cambio de la total incongruencia que significaría continuar
sosteniendo criterios desarrollistas, y llevar contra viento y marea la
construcción de la carretera por el TIPNIS, en vista de las consideraciones e
implicaciones antedichas.
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