VIDAL
VITAL
Escribe
DAVID
BROOKS (*)
Fuente:
“La Jornada” Mx
7 de
agosto de 2012
(*) DAVID BROOKS (Toronto, 11 de agosto de
1961), periodista canadiense-estadounidense especializado en política.
Columnista del New York Times y PBS, NYT
entre otras Agencias.. Ha sido
redactor jefe del Weekly Standard y colaborador en Newsweek y Atlantic .Corresponsal en Estados Unidos de “La Jornada” de México. Entre
varios otros medios Autor del bestseller “The Social Animal” (“El animal
social”)
Tal vez
le tenían tanto miedo porque era uno de ellos. Los conocía íntimamente.
Convivió en sus mansiones y lujosas oficinas en lugares como la Casa Blanca,
los pasillos del Congreso (su abuelo fue senador), en las suites empresariales,
en las altas esferas de Nueva York y Hollywood. Conocía los engaños, las
manías, las maniobras, las mentiras, las justificaciones, la prostitución
inescapable, las traiciones, también las tonterías de las cúpulas políticas,
económicas y culturales de Estados Unidos. Era aristocracia a la estadunidense,
pero justo por ello, para ellos, era muy incómodo, hasta peligroso.
Gore
Vidal, quien falleció el 31 de julio, desnudaba la farsa oficial contemporánea
e histórica tanto en el teatro político como en el cultural. “Hay un solo
partido en Estados Unidos, el Partido de la Propiedad… y tiene dos alas
derechas: republicana y demócrata. Los republicanos son un poco mas estúpidos,
más rígidos, más doctrinarios en su capitalismo laissez-faire que los
demócratas, quienes son más monos, más bonitos, un poco más corruptos, hasta
recientemente… y más dispuestos que los republicanos a hacer pequeños ajustes
cuando los pobres, los negros, los antimperialistas no se portan bien. Pero, en
esencia, no hay ninguna diferencia entre los dos partidos”, escribió Vidal.
Feroz
crítico de George W. Bush y sus políticas, tampoco se impresionó con el
presidente Barack Obama, a quien calificó de "incompetente" y
pronosticó que no sería relecto, aunque consideró que "eso es una lástima
porque es el primer presidente intelectual que hemos tenido en muchos años,
pero no la puede hacer. No está a la altura, está abrumado".
No era
que Vidal dijera cosas que nadie más decía, pero al decirlas un hijo de la
clase privilegiada tenía un eco mucho más potente. Además, sabía cómo decirlas:
todos, incluso enemigos, tenían que confesar admiración por su
"ingenio", su manejo del idioma, la elegancia de sus palabras, tanto
en boca como en la página escrita.
Vale
subrayar que políticamente no era un "radical", ni mucho menos un
"revolucionario", ni integrante de organizaciones opositoras o
movimientos sociales. Su brújula eran los mejores principios estadunidenses,
expresados por diversas figuras a lo largo de la muy breve historia de este
país. Lo que más deseaba era la recuperación de lo que llamaba "la
república" en Estados Unidos, una economía de paz en lugar de una de
guerra, una democracia en lugar de un "Estado de seguridad nacional",
y que "dejemos en paz al resto del mundo", antes de que el resto del
mundo se harte de este país.
Algunos
lo acusaban de "aislacionista", por oponerse a toda intervención y a
las guerras después de la Segunda Guerra Mundial, a las cuales llamaba
"imperiales". Otros reprobaban que desnudara mitos de la historia
oficial.
Tampoco
toleraba a periodistas y sus medios (sobre todo estadunidenses), escritores
reconocidos, políticos, artistas o "figuras famosas", si consideraba
que eran estafadores, vividores o simplemente cretinos. A Truman Capote lo
calificaba de "animal apestoso", de Warhol decía que era el primer
genio que conocía con un IQ de 60, Norman Mailer era un "publicista",
y Bush y Cheney eran simplemente golpistas de Estado, Bob Dylan no sabía nada
de todo el trabajo que implica armar poemas, y así.
Aunque
se burlaba de la sociedad estadunidense en general –con lo cual se ganó
calificativos de arrogante y "aristócrata", si no peor–, odiaba la
injusticia de la cúpula contra esta sociedad. En referencia al huracán Katrina,
Vidal escribió en sus memorias de la "catástrofe en el Golfo de México,
donde una clase gobernante racista abandonó a los habitantes afroestadunidenses
del Golfo y tampoco hizo mucho por los blancos sin dinero. El dinero es ahora
una gran muralla china que separa a los estadunidenses ricos de los pobres, una
división que empieza a parecer tan eterna como la propia Gran Muralla".
También
le encantaba la diversión, jugar, y con su muy buen gusto en cuestiones de
arte, alimentos, bebidas, nunca ocultó su gran placer con el placer, o, como
escribió, así con altas, Arte y Sexo. Contento no estaba, según sus memorias y
lo que cuentan amigos. Tampoco se abría mucho, según él. "Soy exactamente
como parezco ser. No hay una persona cálida y adorable adentro: bajo mi
exterior frío, una vez que rompes el hielo, encontrarás agua fría".
Sabía
jugar el juego del poder, la fama y la influencia mientras lo criticaba; nunca
fue expulsado del ágora de los poderosos. Sus libros eran publicados por las
principales editoriales, las grandes cadenas de televisión y los estudios de
Hollywood lo contrataban y lo invitaban. Pero se burlaba de todo, incluso del
vasto elenco de gente famosa que conocía. "Me he encontrado con todos,
pero no conocí a nadie", dijo alguna vez. También se burlaba de su encanto
por aparecer en televisión. "Nunca me pierdo una oportunidad para tener
sexo o aparecer en televisión". Tampoco era modesto, ni pretendía serlo,
aunque también se burlaba de sí mismo. "No hay un solo problema humano que
no pudiera ser solucionado si la gente simplemente hiciera lo que yo
aconsejo".
Pero a
pesar de su complejidad y contradicciones, tal vez exageradas por él mismo, su
presencia en la escena estadunidense –y por lo tanto la mundial– era clave. No
le asustaba la verdad, ni tampoco decirla, sobre su país. El hecho de que no
estuviera intimidado por las altas esferas –en parte porque él era uno de
ellos– hizo que se volviera un referente a veces vital, ya que nos lograba
salvar en la marea cotidiana estadunidense manipulada, confusa, anestesiada,
con amnesia, es decir las condiciones que favorecen a los dueños de la vida
política, económica, social y cultural de este país.
Y no es
que haya revelado cosas que otros no veían; su talento era "llamar a las
cosas por su nombre". En este país se agradece a cualquiera que se atreva
a desengañar, irrumpir en el incesante debate, romper el ruido aceptable con un
sonido sensato. Por hacer todo eso de una manera salvajemente culta y hasta,
pues sí, elegante.
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