PATRIA GRANDE (TRANSGÉNICA)
Fuente:
“Lavaca”
(*)
8 de
agosto 2012
(*)
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Latina) Agencia de noticias. anticopyright; produce: crónicas y reportajes;
seguimiento de casos testigo. Es una cooperativa de trabajo creada en 2001 con el objetivo de generar
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Seminario Itinerante de Actualización Periodística” se encuentra Lavaca.org, casa virtual
de “Revista MU” y “Periodico Mu”.
El
monocultivo de la soja avanza en Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay
provocando desmontes, concentración de tierras y desalojos. Una investigación
del Centro para la Bioseguridad de Noruega revela la cartografía geopolítica y
económica del modelo.
La
patria grande sojera está conformada por Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y
Uruguay. Los cinco países cuentan con 47 millones de hectáreas con soja
transgénica, pilar del modelo de un modelo más amplio: los agronegocios, con
alto consumo de agroquímicos y en el cual las principales beneficiarias son
empresas transnacionales del agro. Este modelo, con mayor incidencia del
capital concentrado y consecuencias sociales y ambientales, se ejecuta en
momentos donde la región tiene gobiernos autodenominados de “izquierda” o
“progresistas”.’
LA SOJA
ABARCA:
El 66% de la tierra cultivada de Paraguay.
El 59% de Argentina.
El 35% de la tierra cultivada de Brasil.
El 30% de Uruguay.
El 24% de Bolivia.
Entre los cinco países, el 44% de la tierra
cultivada tiene un sólo cultivo: soja.
AGRICULTURA
INDUSTRIAL
La
historia de la soja en la región se remonta a más de cien años atrás. Sin
embargo, ha sido en los últimos 40 años, y particularmente en los últimos 20,
que ha experimentado una rápida transformación y expansión a través de un
modelo de agricultura industrializada”, explica la investigación Producción de
soja en las Américas: actualización sobre el uso de tierras y pesticidas,
producido por la reconocida Fundación Centro para la Bioseguridad de Noruega,
de reciente publicación. Allí se aborda por primera vez en clave geopolítica la
sojización como problemática regional.
El
trabajo analiza en detalle la situación de Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay
y Bolivia. Y encuentra similitudes: la soja transgénica avanzó en todos los
países, implicó el avance sobre nuevos territorios (desmontes mediante), hubo
retroceso de otros cultivos, incrementó notablemente el uso de agrotóxicos y
los cinco países han puesto amplios sectores de su territorio a disposición de
las necesidades de Europa y Asia. Algunos datos:
Desde
1996, cuando se aprobó la soja transgénica en Argentina, el área sembrada
aumentó en 25 millones de hectáreas en 14 años.
Brasil
y Argentina son los alumnos más aplicados del modelo de agronegocios.
Concentran el 90% de la superficie de soja de la región: 23 millones de
hectáreas en Brasil, 19 millones en Argentina.
“En el
2009, Brasil, Argentina y Paraguay registraron los mayores índices nacionales
de incremento de la superficie sembrada con este cultivo”, precisa la
investigación, y detalla:
En
2010, los cinco países sembraron 47 millones de hectáreas con soja. De este
total, Brasil representó el 50%, Argentina el 40%, Paraguay el 6, Bolivia y
Uruguay el 2, respectivamente.
El 36%
de la tierra arable de Brasil, el 59 de Argentina y el 66 de Paraguay
estuvieron ocupadas con soja.
“La
etapa de crecimiento acelerado se inició con las aprobaciones de variedades de
soja genéticamente modificada para producción comercial”, afirma el trabajo y
fija la fecha en 1996, cuando en Argentina se aprobó (sin estudios del Estado
nacional) la soja transgénica.
CONSECUENCIAS:
En
1991, en Argentina se sembraron 5 millones de hectáreas son soja. En 2010,
fueron 19 millones de hectáreas.
En el mismo periodo, Bolivia pasó de 190
mil hectáreas a 920 mil.
Brasil pasó de 9,6 millones de hectáreas a
23 millones.
Paraguay de 550 mil a 2,7 millones.
Uruguay de 20 mil hectáreas a 860 mil.
Entre
los cinco países, se pasó de 15 millones de hectáreas a 47 millones.
Al
aumentar el área sembrada, también se aumentó el volumen de la cosecha. En
2009, la producción total del Cono Sur fue de 116 millones de toneladas, de las
cuales 57 y 52 millones fueron cosechadas en Brasil y Argentina,
respectivamente. Estos volúmenes de producción posicionaron a Brasil como el
segundo y Argentina como el tercer productor de soja a nivel mundial. En el
2010, ambos países aumentaron su producción: 68 millones en Brasil y 50 millones
en Argentina.
MENOS
BOSQUES
El
Centro para la Bioseguridad de Noruega precisa que:
En 1991
Argentina contaba con 34,5 millones de bosques. Y en 2009 se había reducido a
29,6. Una disminución del 14%.
En
Bolivia disminuyó un 8%: de 62 a 57 millones.
Brasil
bajó un 9%: de 571 a 521 millones de hectáreas.
Paraguay,
un 15%: de 21 a 17 millones.
En base
a datos de la Dirección de Bosques Nativos de la Secretaría de Medio Ambiente
de la Nación, se establece que en Argentina, entre 2003 y 2004, 550 mil hectáreas
de bosque fueron reemplazadas por soja en las provincias de Chaco, Formosa,
Salta, Santiago del Estero y Tucumán. “Mientras el área cultivada con soja
incrementa rápidamente, las zonas de bosque se reducen”, resume el informe.
En
nuestro territorio y en 1991 el área de bosque era casi 7 veces mayor que la
cultivada con soja. Antes de la fiebre del monocultivo la relación era la
siguiente: por cada hectárea de soja, existían casi 7 hectáreas de bosque. En
1996, el año de aprobación de la soja transgénica, la relación bosque-soja
RETROCESO
DE CULTIVOS
A
medida que aumenta la superficie sembrada con soja, además de los bosques,
disminuyen otros cultivos:
El área
sembrada con soja en Brasil se incrementó en un 67% entre 2001 y 2010, mientras
que el maíz se incrementó sólo un 4%.
En
Bolivia, el área total cultivada con maíz se redujo en un tres por ciento en
tanto la soja se incrementó en un 50%.
En
Paraguay, durante el mismo período, el cultivo de yuca disminuyó en un 27% y el
de soja se incrementó en 99%.
“El caso más dramático se ha registrado en
Uruguay, donde el girasol se redujo en 72% mientras que la soja incrementó 70
veces del 2001 al 2010”, alerta la investigación. En Uruguay, en la última
década, las pasturas destinadas a la producción de ganado lechero se han
reducido en un 15% (150 mil hectáreas), mientras que las pasturas para la
producción de ganado de carne se han reducido en un 30%. “Los principales
países productores de soja en el Cono Sur han reducido su suministro local de
alimentos desde 1996”, afirma la organización noruega.
POCAS
MANOS
La
mayor parte de la producción de soja en el Cono Sur se practica en predios
mayores a 500 hectáreas.
En 2006
en Brasil, el 5% de los productores de soja concentraron el 59% del total del
área sembrada con este cultivo.
En
Bolivia, en la temporada 2009/10, el 2% de los productores ocuparon el 52% del
total de la superficie con soja.
“Este proceso de concentración de tierras en
pocos propietarios ha ido acentuándose. En consecuencia, un número cada vez
menor de productores manejan superficies cada vez más extensas, llegando a
unidades de manejo hasta de 2.500 a 5.000 hectáreas en Argentina, Brasil y
Paraguay”, señala la investigación.
El
informe ratifica lo que organizaciones campesinas y numerosos investigadores
alertan desde hace una década: la producción de soja y concentración de tierras
van de la mano. Y obedece a un círculo vicioso: la mayor parte de la producción
proviene de sistemas agrícolas altamente industrializados (semillas
transgénicas, agroquímicos, maquinarias). La intensa industrialización de la
producción implica el incremento de la capacidad de inversión de los
productores, lo que deriva en la paulatina marginalización de los agricultores
de pequeña escala o con reducida capacidad de inversión.
En
Paraguay, en el 2005, el 4% de los productores de soja manejaron el 60% del
total de la superficie con este cultivo.
En Brasil, en el 2006, el 5% de los
productores de soja manejaron el 59% del total del área dedicada a ese cultivo.
En
Bolivia, durante la temporada 2009/10, el 2% de los productores de soja
controlaron el 52% de la superficie de producción.
En
Argentina, en el 2010, más del 50 % de la producción de soja estuvo controlada
por el 3% del total de productores, a través de extensiones de más de 5.000
hectáreas.
En
Uruguay, en 2010, el 26% de productores controló el 85% del total de tierras
con soja. En ese mismo año, el 1% del total de los productores tuvieron a su
cargo el 35% de la superficie cultivada con soja.
MÁS
VENENO
La
amplia adopción de la soja transgénica y la implementación de la siembra
directa son las principales causas del aumento geométrico del uso de
agroquímicos, en particular del glifosato. Otro factor es la aparición de
malezas resistentes al herbicida, lo que provoca el aumento del uso de otros
agrotóxicos complementarios y más tóxicos (24D y paraquat). “El herbicida
paraquat ha sido prohibido en Europa, pero su importación y aplicación en el
Cono Sur va en ascenso”, denuncia la investigación.
El
paraquat es el ingrediente activo de uno de los herbicidas más utilizados:
gramoxone, desarrollado por la compañía suiza Syngenta. “Estudios toxicológicos
han vinculado al paraquat con desórdenes neurológicos (por ejemplo, la
enfermedad de Parkinson) y reproductivos. Por esta razón, en el 2003, paraquat
fue prohibido en trece países de la Unión Europea”, afirma el trabajo y
recuerda que, finalmente fue prohibido en 2007 en toda la UE.
En
Argentina, en el 2010, se utilizaron 1,2 millones de litros.
En el
Bolivia, en 2008, 1,7 millones de litros.
En
Brasil, sólo en los cinco mayores Estados productores de soja se usaron 3,3
millones de litros de paraquat durante 2009.
GEOPOLÍTICA
La
investigación resalta que la producción masiva de soja en el Cono Sur es
“ampliamente influenciada por la globalización de la economía”, ya que la
demanda se origina “en regiones geográficamente distantes”: Europa y China.
¿Cuál es el destino de esa soja que azota los suelos latinoamericanos? Alimento
animal y materia prima de agrocombustibles.
Concluye este informe: “La demanda
de soja en Europa impacta la dinámica del uso de tierras y pesticidas en
América del Sur”. Y detalla las implicancias socioeconómicas directas: “Las
necesidades locales (por ejemplo, la demanda de productos no destinados a la exportación)
pierden su relevancia en la dinámica productiva.
Un ejemplo claro es el uso de
insumos peligrosos (paraquat) o tecnologías riesgosas (la producción de soja
transgénica) en los países productores del Cono Sur, cuando paralelamente éstos
mismos insumos y tecnologías están prohibidos en las regiones donde se origina
la demanda (Europa). Existen estándares diferenciados de protección ambiental y
salud pública entre los lugares donde surge la demanda y donde se producen
commodities”, asegura.
CORPORACIONES
El
modelo de agronegocios, del cual la soja es sólo su cara más visible, se
caracteriza por el control que ejercen las grandes transnacionales del agro.
Una situación emblemática se evidencia en el mercado de semillas: “En la
primera mitad del siglo XX las semillas estaban indiscutiblemente en manos de
los agricultores y en el sector público. En las décadas posteriores, las
monopolizan los gigantes genéticos: el poder corporativo. Y así marcan la
frontera final en la mercantilización de la vida”. Veamos cómo:
El
mercado de semillas patentadas representa el 82% del mercado de semillas
comerciales en todo el mundo.
En
2007, el mercado global de semillas patentadas comerciales era de 22.000
millones de dólares.
“Las diez principales compañías obtienen 14.785
millones de dólares, el 67% del mercado mundial de semillas patentadas”,
precisa. Las principales empresas de semillas son Takii (Japón), DLF-Trifolium
(Dinamarca), Sakata (Japón), Bayer Crop Science (Alemania), KWS AG (Alemania),
Land O’ Lakes (Estados Unidos), Groupe Limagrain (Francia), Syngenta (Suiza),
DuPont (Estados Unidos) y Monsanto (Estados Unidos).
“En menos de tres décadas un puñado de
corporaciones multinacionales ha creado un rápido y feroz cerco corporativo en
torno al primer eslabón de la cadena alimentaria”, explica el Grupo ETC y
detalla que Monsanto controla el 23% del mercado mundial de semillas
patentadas. “Las semillas y rasgos biotecnológicos de Monsanto (que incluyen
las cedidas bajo licencia a otras compañías) representan el 87% del área total
mundial dedicada a semillas manipuladas genéticamente en 2007”, detalla la
investigación del Grupo ETC.
EL
MODELO
El 15
de junio pasado, en un almuerzo en la sede del Consejo de las Américas y frente
a las mayores empresas estadounidenses, la presidente Cristina Fernández de
Kirchner relató:
“Hace
unos instantes estuve con Monsanto, que nos anunciaba una inversión muy
importante en materia de maíz (…) Y además estaban muy contentos porque
Argentina hoy está, digamos, a la vanguardia en materia de eventos
biotecnológicos. Aquí tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque
estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Vieron que cuando hacen
prospecto es porque ya está hecha la inversión, sino no te hacen prospecto. Así
que una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en Córdoba, en materia
de maíz con una nueva, digamos, semilla de carácter transgénico, que se llama
Intacta”.
Esa
misma semana se desarrollaba en Córdoba el primer juicio penal por fumigaciones
con agrotóxicos. Luego de diez años de lucha, la organización Madres de
Ituzaingó Anexo (mujeres organizadas luego de que sus hijos y vecinas
enfermaran) llevó hasta tribunales a dos productores sojeros y un
aerofumigador.
La
Presidenta explicó que el anuncio de Monsanto ayudaría a la concreción del Plan
Estratégico Agroalimentario (PEA), un programa detallado de metas gestado por
el gobierno nacional, las provincias, empresas y académicos que se fija como
objetivo, entre otros puntos, aumentar un 60% la producción granaria: pasar de
las 100 millones de toneladas (la mitad es soja) a 160 millones para 2020. Lo
que implicará avanzar sobre nuevos territorios, hoy en manos de campesinos y
pueblos originarios.
El
miércoles 27 de junio, desde San Luis y por cadena nacional, la Presidenta dio
un paso más:
“Yo sueño con que en mi Patagonia, que es una
estepa, también podamos hacer producción intensiva de follaje de maíz (…)
Sabemos que vamos a producir también un maíz con una variedad transgénica que
nos va a permitir, precisamente en ese lugar, constituir una las zonas donde
podamos extender toda la frontera agropecuaria y la ciencia y la tecnología”.
La
investigación “Producción de soja en las Américas: actualización sobre el uso
de tierras y pesticidas” fue coordinado por la investigadora Georgina Catacora
Vargas, del Centro para la Bioseguridad de Noruega, espacio dedicado a la
investigación y la docencia en la tecnología genética y sus consecuencias en el
ambiente y la salud.
El relevamiento y procesamiento de información llevó seis
meses de trabajo de investigadores y periodistas de Uruguay, Argentina, Brasil,
Paraguay y Bolivia (este redactor fue la contraparte argentina de la
publicación). De 50 carillas, repleto de estadísticas y gráficos, aborda una
realidad muy conocida en cada uno de los cinco países, pero pocas veces tratado
como fenómeno regional. Fechado en enero de 2012, fue difundido públicamente el
6 de agosto de 2012.
Esta
síntesis fue publicado en la edición de julio de nuestra revista Mu, el
periódico de lavaca.
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