lunes, 22 de abril de 2013

CON ESAS “ERES” BIEN MARCADAS LES DECÍA: “VEAN, YO VENGO DEL SUR, DE LO QUE USTEDES LLAMAN EL PATIO TRASERO, Y NUNCA VOY A DEJAR DE SER DE AHÍ, MI CASA”.


¡DUDAMEL!


Escribe JOSÉ PABLO FEINMANN (*) Fuente “Página 12” (contratapa) de Buenos Aires, Argentina-Domingo 21 de abril 2013.

(*)JOSÉ PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) es un filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino. Licenciado en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, trabajó en ella hasta 1974 como profesor de esa materia.

Así, entre signos de admiración. De ese modo, y sólo de ése, se puede explicar el tornado que ha sacudido la música clásica del siglo XXI. Gustavo Dudamel es, hoy, considerado el mejor director que puede plantarse al frente de una orquesta sinfónica, esa gran creación del ser humano.. Y es venezolano hasta lo más hondo de sus entrañas. Y más aún que venezolano, es suramericano. Un hijo de este continente al que ha decidido serle fiel, imponerlo donde vaya. Este fenómeno le debe mucho a un líder político que acaba de morir y a cuya despedida de este mundo acudió Dudamel, pese a mil advertencias sobre lo negativo que tal acto sería para su carrera. Ahí estuvo. Y fue justo. El presidente Hugo Chávez ayudó a Dudamel a formar, a pulir, la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar. Esa orquesta es obra de ambos. Esa es la orquesta de Dudamel, aunque hoy dirija a las más grandes de este mundo. La Simón Bolívar suena como los dioses. Al morir Chávez voló
a Venezuela. Y no dejó nada por hacer. Dirigió el Himno de Venezuela en el sepelio. Y en la sala del Teresa Carreño –donde había treinta y tres líderes mundiales– se largó a tocar los mambos de Pérez Prado. En cierto momento, se da vuelta y les indica a los políticos que se pongan a bailar, qué tanto. Y los políticos bailaron mambos. Salieron del libreto, de la rigidez, de las formas adustas de la diplomacia, y se empezaron a mover al ritmo de los mambos, y aplaudieron y rieron. Dudamel, en tanto, los dirigía. Este es el nuevo fenómeno. Un joven genio. Alguien que no hace diferencias con la música. Que va de Pérez Prado a Beethoven y a Mahler.  Dudamel tiene sus fuertes convicciones. Y no en vano se jugó la carrera cuando entró, junto a Sean Penn, en el velatorio de Chávez. Sin embargo, lo siguieron llamando de todos lados. No se pueden dar el lujo de prescindir de él.



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