LOS DOS BANDOS DEL EJÉRCITO
Escribe
ROBERT FISK (Maidstone,
Inglaterra, 1946) es un periodista y escritor inglés, corresponsal en Oriente
Medio para el periódico británico
”The Independent” Publica
“La Jornada” de México,
”The Independent” Publica
“La Jornada” de México,
Traducción: Gabriela Fonseca
Viernes 5 de julio 2013
El
ejército está a cargo. Llámenlo golpe, si quieren. Pero el poder castrense
egipcio –el tristemente célebre "Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas", como se le conoce nuevamente– ahora está al frente de Egipto. Primero mediante amenazas; después con
armas
por las calles de El Cairo, con caminos bloqueados y alambre de púas.
Tropas custodian la estación de radio. Mohamed Mursi, cuando aún era presidente
seguramente lo llamó "golpe de Estado" y alardeó su estatura moral
(su "legitimidad", "democracia", etcétera), pero mucho antes
de que viéramos soldados en la calle, Mursi pedía a los generales volver a las
barracas. Ridículo. Los generales no tuvieron que dejar sus barracas
para meterle temor a Dios (real y metafórico) a esta administración que se
desmoronaba .Mursi habló de derramar
su sangre; al igual que lo hizo el ejército. Se puso lúgubre el asunto.
Fue miserable ver a un pueblo libre
aplaudir una intervención militar, si bien los opositores a Mursi afirmarían
que su
libertad fue traicionada. Ahora alientan a los soldados a tomar el
lugar de los políticos. Ambos bandos
ondean la bandera egipcia, que es roja, blanca y negra. El color caqui no es
sustituto. Tampoco desaparecerá la Hermandad Musulmana, cualquiera sea
la suerte que corra Mursi. El tiempo
que pasó en el poder podrá haber sido risible, pero el partido político mejor
organizado de todo Egipto sabe cómo sobrevivir a la adversidad. La
Hermandad es la institución que más se malinterpreta en la historia egipcia; y
quizá se le malinterpreta deliberadamente. Lejos de ser un partido islamita,
sus raíces son de derecha y no religiosas. Sus
primeras épocas, bajo el mando de Hassan Banna, prepararon a la organización
para ser tolerada por el rey Farouk y a sus caciques egipcios siempre y
cuando mantuvieran la fachada de formación islámica. Cuando la revolución de 2011 estaba en su momento álgido y
millones de detractores a Mubarak estaban en la plaza Tahrir, la Hermandad se
ocupaba de negociar con el entonces mandatario con la esperanza de que les
regalara las sobras. El liderazgo de
esa formación nunca estuvo del lado del pueblo durante la revuelta en Egipto.
Este papel lo cumplieron las bases laicas más fuertes del país del movimiento
sindicalista.
(análisis
completo de Robert Fisk )
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