LA DÉCADA EXTRACTIVA
DARIO ARANDA (*)
Fuente “COM AMBIENTAL”
INFORME
ESPECIAL
(*)DARIO ARANDA
(Argentina) Periodista de ”Página/12” de Buenos Aires. Militante y defensor y especializado en analisas de las causas de los
pueblos originarios y del medio ambiente..Escritor con varias obras
editadas en esas temáticas. Ha dicho que…”“La escuela actual te educa para los
agronegocios. Necesitamos otra educación, que enseñe que el campo es más que
soja…” Asiduo columnista en la Prensa Alternativa.
El monocultivo de soja abarcaba 12 millones de hectáreas en
2003 y, en diez años, pasó a ocupar 20 millones de hectáreas. La minería
también fue por más: de 40 proyectos se pasó a 600 (creció 1500 por
ciento).
Sólo dos cifras, y dos actividades, que confirman el avance en la última década
del extractivismo (agronegocios, forestales, minería, petróleo), con
consecuencias que el relato oficial silencia: masivo uso de agrotóxicos,
desmontes, desalojos rurales, leyes de escaso cumplimiento, concentración de
tierras en pocas manos, judicialización y represión. Y la bienvenida a las
corporaciones. Balance de una década extractiva. Cuando Néstor Kirchner asumió
la presidencia la soja ocupaba 12 millones de hectáreas (el 38 por ciento de
las 25 millones de hectáreas cultivadas). En 2012, la soja abarcó 19,8
millones
de hectáreas, el 56 por ciento de la superficie cultivada. Llamada por técnicos
y funcionarios de manera eufemística: “Corrimiento de la frontera
agropecuaria”. La soja transgénica, con uso de glifosato, fue aprobada en marzo
de 1996 por el entonces Secretario de Agricultura, Felipe Solá. Gobierno de
Carlos Menen. El Estado no realizó estudios propios. Basó su aprobación en
informes de las propias empresas de agronegocios. El Plan Estratégico
Agroalimentario, gestado por el
Ministerio de Agricultura de la Nación,
provincias, universidades y empresas, fue presentado por la presidenta Cristina
Fernández de Kirchner en 2011. Explicita la profundización del modelo: un
aumento del 60 por ciento de la producción granaria (llegar a los 160 millones
de toneladas) y un avance en la superficie sembrada: de 33 millones de
hectáreas actuales pretende llegar a las 42 millones. No se avanzará sobre las
grandes ciudades, sino sobre territorios campesinos e
indígenas.
El avance del agronegocios llega incluso a límites
inesperados: en Neuquén y Chubut ya se planifica soja y maíz transgénicos. El
uso de agrotóxicos alcanza, según un informe de los Médicos de Pueblos
Fumigados, a 300 millones de litros por año. Otras consecuencias: al menos 200
mil familias expulsadas del campo, denuncia el Movimiento Nacional Campesino
Indígena (MNCI-VC). A su vez,
datos del propia INTA confirman la concentración
de tierras: el dos por ciento de las explotaciones agropecuarias representa el
50 por ciento de la tierra. Y el 57 por ciento de las explotaciones
agropecuarias (las más pequeñas) tienen sólo el tres por ciento. En Argentina
se da una reforma agraria, pero al revés: muy pocos tienen casi todo, muchos no
tienen casi nada. En vísperas de los diez años de Gobierno, el MNCI, la
Asamblea Campesina Indígena del Norte (Acina), el Frente Nacional Campesino
(FNC) y el Foro Nacional de la Agricultura Familiar (Fonaf) emitieron un
comunicado
conjunto (organizaciones con buenos niveles de diálogo con el Gobierno): “Las
organizaciones campesina e indígenas y de la agricultura familiar vamos por lo
que falta”.“En los últimos diez años las políticas públicas a favor de los
sectores populares y de los mercados internos han brindado alivio a la
resistencia de las economías campesinas-indígenas pero aún falta. El gigantesco
avance de la frontera agropecuaria se acompañó de concentración de la tierra,
monocultivo de soja y la commoditización de nuestro campo”, afirma el
comunicado. Y describe la situación actual: “El desmantelamiento de la economía
nacional, la destrucción y concentración de la cadena de valor y del consumo
interno y la enorme dependencia de divisas en el monocultivo de soja”.
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