sábado, 24 de agosto de 2013

LAS VÍCTIMAS, LOS "OTROS", NO SE RECONOCEN COMO "HUMANOS" CON DERECHOS

EGIPTO: PERDONEN LAS MOLESTIAS 
QUE LES CAUSA ESTA MATANZA

Escribe  
ADOLFO 
SÁNCHEZ REBOLLEDO (*) 
Fuente “La Jornada” Mexico
 23 de agosto 2013

(*) ADOLFO SÁNCHEZ REBOLLEDO.(MEXICO 1941) Periodista y Analista político, con extensa actuación en la prensa alternativa. Articulista de La jornada. Director del Correo del Sur, suplemento dominical de La Jornada. Ha recorrido el largo camino de la transición democrática como político y periodista. Es un referente reconocido en  ámbitos de la geopolítica continental y mundial.


Donde la intolerancia se apodera de la conciencia de la gente sólo cabe esperar una tormenta de odio y violencia, el triunfo de Tánatos. Y que tras los muertos anónimos hay siempre intereses, hombres con nombre y apellido. La plaza Tahrir en El Cairo fue el símbolo de que el cambio era posible en ese país tan viejo como la civilización misma, según lo pregonaba el discurso modernizador de la juventud, expuesto a tiempo y hora con los deseos de las masas, de suyo
desencantadas por el desempleo y la amenaza nada hipotética del hambre, es decir, por el fracaso de un Estado autoritario incapaz de afrontar la crisis contemporánea. Ganaron. La revuelta cívica, la acción individual, la resistencia de la mayoría bastaban para anular la respiración del adversario, obligándolo a ceder. Gracias a eso, la democracia directa fue reivindicada de nuevo como la alternativa para sacudirse del peso muerto de los políticos parasitarios y como solución al divorcio entre las instituciones del Estado y la gente corriente.
Frente al poder paralizante de los medios la instantaneidad de las redes sociales; la cultura de la modernidad contra la solemne rigidez de las fabulaciones del poder decadente. Y detrás, la crisis de un orden incapaz de reciclarse sin ahondar los sufrimientos del pueblo.Pero la revolución soñada tuvo que esperar a que el ejército decidiera el rumbo del país. Los militares quitaron a Mubarak, aceptaron celebrar elecciones, vigilaron el proceso constituyente y se
aseguraron de tener la última palabra como garantes del Estado. La sociedad civil aplaudió como héroes a los jefes del Ejército, reviviendo el recuerdo de otras épocas gloriosas. Los observadores se congratularon con la victoria electoral del islamismo moderado, en el entendido de que la naciente democracia egipcia sería la llave para mantener la unidad del país, cosa que por desgracia no ocurrió, como trágicamente los demuestran los hechos posteriores. Los hermanos quizá se creyeron intocables al creer que la cúpula militar no se atrevería a romper la
solución vigilada por Estados Unidos, el gran patrocinador del orden. Y, en efecto, el ejército dio el golpe, aunque el gobierno estadunidense prefiera calificarlo con eufemismos para no alterar el papel de sus aliados egipcios en Medio Oriente. Lanzó a los islamistas a la protesta reclamando respeto al voto popular, ahora envuelta en el ropaje religioso más agresivo e intolerante. La ley del talión, en un mar de sinrazones. La escritora egipcia Ahdaf Soueif, en 2011, reflexiona sobre lo ocurrido. "Una de las cosas más deprimentes que vimos fue cómo una rama progresista o liberal de lo que fue la revolución retrocedió por completo, apoyó e incitó a los militares y a la policía y demonizó completa e implacablemente a los Hermanos Musulmanes y a las corrientes islamistas", como si se tratara del guión de una mala película y no de la realidad.

(Analisis de Adolffo Sanchez Rebolledo)

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