LLEGÓ EL TURNO DE EUROPA
Escribe SUSAN GEORGE(*) Fuente : “Transnational Institute
(TNI)” Tradujo Beatriz Martínez – Publicó “Rebelión” 1º de Agosto 2013 .
(*) SUSAN GEORGE (1935 Estados Unidos, se nacionalizo francesa en 1994). filósofa y analista política.Presidenta del comité de planificación del Transnational Institute de Ámsterdam. doctora en Ciencias Políticas (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, University of Paris), licenciada en Francés (B.A.Smith College, EE.UU.) y Filosofía (Sorbonne, París), etc. Su trabajo actual va encaminado hacia la lucha contra el modelo actual de la globalización, organización del comercio mundial, las instituciones financieras internacionales y las relaciones norte-sur.
Al igual que la peste en el siglo XIV, el azote de la deuda
ha ido migrando paulatinamente del Sur al Norte. La Yersinia pestis del siglo
XXI no se propaga a través de las ratas infestadas de pulgas, sino del letal
fundamentalismo neoliberal, infestado de ideología. Antes, sus adalides tenían
nombres como Thatcher o
Reagan; ahora suenan más bien a Merkel o Barroso. Pero
el mensaje, la mentalidad y la medicina prescrita son básicamente los mismos.
La devastación provocada por ambas plagas también es similar. Sin duda, se
registran menos muertes relacionadas con la deuda en Europa hoy en día que en
África hace tres décadas, pero seguramente se está causando un daño más
permanente a lo que en su día fueron las prósperas economías europeas. Los
fieles –y más veteranos– lectores de la revista New Internationalist recordarán
la temida expresión ‘ajuste estructural’. ‘Ajuste’ era el eufemismo para el
paquete de recetas económicas impuestas por los ricos países acreedores del
Norte a otros menos desarrollados en lo que entonces llamábamos ‘el Tercer
Mundo’. Una gran parte de estos países
había pedido prestado demasiado dinero
para demasiados fines improductivos. A veces, los líderes se limitaban a
ingresar los créditos en sus cuentas privadas (recordemos a Mobutu o Marcos) y
endeudar aún más a sus países. Devolver los préstamos en pesos, reales, cedis u
otras ‘monedas raras’ era inaceptable; los acreedores querían dólares, libras
esterlinas y marcos alemanes. Además, los líderes del Sur habían suscrito los
préstamos a tipos de interés variable, que al principio eran bajos pero que
subieron a niveles astronómicos a partir de 1981, cuando la Reserva Federal de
los Estados Unidos puso fin a la era del dinero barato.
Cuando países como
México amenazaron con no pagar la deuda, cundió el pánico entre los ministros
de Economía de los países acreedores, los grandes banqueros y los burócratas
internacionales, que se pasaron unos cuantos fines de semanas sin dormir,
alimentándose con comida para llevar e improvisando planes de emergencia. Para
el Sur, los contratos rezaban: ‘Limiten la producción de alimentos y dedíquense
a cultivos comerciales rentables. Privaticen las empresas estatales y abran
actividades lucrativas a las compañías transnacionales extranjeras, sobre todo
en el sector de las materias primas y las industrias extractivas, la
silvicultura y la pesca. Reduzcan drásticamente el crédito, y eliminen los
subsidios y las prestaciones sociales. Presenten propuestas para el pago de la
salud y la educación. Economicen y obtengan divisas fuertes a través del
comercio. Su principal responsabilidad es para con los acreedores, no para con
su pueblo’.
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