DEL OPIO A LA COCAÍNA
MANUEL GARÍ (*)
Economista español. Periodista.
del equipo de “Tribuna de
VIENTO SUR”
22 de septiembre 2013
(*) MANUEL GARÍ RAMOS
(ESPAÑA) Economista. Director de la
Cátedra Trabajo, Ambiente y Salud de la UPM, fundó y dirigió el Instituto
Sindical de Trabajo y Ambiente. Periodista y escritor. Autor de "La
refundación capitalista de la Unión Europea" El nuevo gobierno significa
un cambio cualitativo de gestor de los intereses capitalistas en la crisis. Co
autor de “Qué hacemos por
otra cultura energética” con Javier García Breva, Begoña María-Tomé y Jorge
Morales
No
se ha equivocado. Acierta usted si al leer el título del artículo infiere que
afirmo, parafraseando a Marx y copiando descaradamente sus metáforas, que el
deporte es la cocaína del pueblo. Purito polvo blanco para las gentes de abajo.
Religión y
deporte son complejos fenómenos en el avatar humano. Tuvieron y
tienen un importante papel civilizatorio. Han jugado y juegan papeles muy diferentes
en distintos momentos y sus significados no siempre son unívocos. Uno de ellos
-y no el menor- es que ambos, religión/opio y deporte/coca son dos formas de
dopar al cuerpo social para que olvide la miseria cotidiana. La una adormece,
la otra suministra un “subidón” de adrenalina que concluye en desplome. Ambas
enajenan. Ahora bien, no se preocupen ustedes, no proclamo el sedentarismo. No
soy contrario la práctica deportiva, máxime en un mundo urbano y una sociedad
cercados por el colesterol y los triglicéridos. Menos aún estoy en contra del
juego
que comporta el deporte como tal. Juego que exige esfuerzo individual
pero también ponerse de acuerdo entre varios para practicarlo y/o para hacerlo
más agradable. Es el deporte-superación, deporte-cooperación y
deporte-diversión. El deporte que tantas alegrías da a menores y mayores en las
campas rojizas de Mali, las playas brasileñas, los descampados asiáticos o los
patios de los colegios y polideportivos (allí donde los hay). Es el deporte
necesario, el que teje sociedad, el que confiere protagonismo a las gentes, el
que forja personalidades. No me refiero a ese. La mala droga es el deporte
espectáculo, el deporte de élite, profesionalizado y mercantilizado: el
deporte-enfrentamiento, perfectamente funcional con la ideología neoliberal: la
vida es competición. Conviene que recordemos que sin gladiadores no hay circo y
que de un circo se trata. No es un
asunto nuevo y con razón afirma Daniel
Vázquez Sallés que “ Las distintas edades de la historia han tenido el deporte
que merecían las retinas sedientas de espectáculo de sus ciudadanos”. Y
podríamos añadir, que el espectáculo deportivo tuvo una constante: siempre fue
impulsado por los poderosos (panem et circenses), particularmente si faltaba el
primer término de la ecuación del engaño. Me preocupa e impacta que hubiera
miles de personas, con mucha probabilidad desempleadas o precarias, llorando en
la Puerta de Alcalá porque se hubiera desvanecido el despropósito del sueño
olímpico. Esta gente realmente creyó las
patrañas sobre el empleo que manaría de los Juegos, se sintió parte de una mayoría favorable a su realización que alcanzó, según la candidatura Madrid 2020, Pero el fiasco ha sido de tal magnitud y la crisis social y política que atraviesa la sociedad de tal envergadura que quienes intentaron hacer de las Olimpiadas su pase a una nueva mayoría electoral absoluta han tenido muchas dificultades para impulsar la nueva felonía. Y, aprovecho para decirlo, no hemos tenido que soportar tampoco –si hubieran concedido la sede olímpica a Madrid- la insoportable soberbia y altanería de los señoritos que nos gobiernan.
( Nota de Manuel Gari en
“Viento Sur”)
patrañas sobre el empleo que manaría de los Juegos, se sintió parte de una mayoría favorable a su realización que alcanzó, según la candidatura Madrid 2020, Pero el fiasco ha sido de tal magnitud y la crisis social y política que atraviesa la sociedad de tal envergadura que quienes intentaron hacer de las Olimpiadas su pase a una nueva mayoría electoral absoluta han tenido muchas dificultades para impulsar la nueva felonía. Y, aprovecho para decirlo, no hemos tenido que soportar tampoco –si hubieran concedido la sede olímpica a Madrid- la insoportable soberbia y altanería de los señoritos que nos gobiernan.
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