LOS OCCIDENTALES
A BOMBARDEAR SIRIA?
THIERRY MEYSSAN (*)
Fuente “Red Voltaire Damasco (Siria)”
27 de agosto 2013
(*)
THIERRY MEYSSAN (1957 Gironda, Francia) es un periodista y activista
político francés, autor de investigaciones sobre la extrema derecha, así como
sobre la Iglesia Católica, entre otras. Escritor y analista internacional. Presidente fundador de la Red
Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política
exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra
publicada en español: “La gran impostura II.” Manipulación y desinformación en
los medios de comunicación” (Monte Ávila Editores, 2008).Traducida a varios
idiomas.
Fingiendo
creer en la existencia de un ataque químico del gobierno sirio contra su propio
pueblo, Washington, Londres y Paris hacen sonar los tambores de guerra. ¿Hay
que tomar en serio esas amenazas provenientes de los mismos Estados que llevan
2 años anunciando la caída inminente de Siria? Aunque es una opción que no
puede excluirse. ¿Qué mosca ha picado al Premio Nobel de la Paz Barack Obama?
El domingo 25 de agosto de 2013, la Casa Blanca publicó un comunicado en el que
un alto funcionario anónimo afirmaba que hay «muy pocas dudas» del uso en Siria
de armas químicas contra la oposición. Las fotos de los satélites rusos no
permiten determinar si se trata de obuses químicos pero sugieren que la
«Brigada del Islam» que ocupa la localidad de Duma quiso matar tres pájaros de
un tiro: eliminar a sus rivales en el seno mismo de la oposición, lograr que se
acusara a Siria de usar armas químicas y contrarrestar al mismo tiempo la
ofensiva del ejército
sirio contra las posiciones de los grupos armados que
hostigan la capital. El gobierno sirio no es signatario de la Convención contra
las Armas Químicas –como tampoco lo es su enemigo israelí– y dispone de ese
tipo de armamento. Pero los yihadistas también lo tienen, como ya lo confirmó
Carla del Ponte en declaraciones que desataron la cólera de la Alta Comisionada
de la ONU para los Derechos Humanos. Ya en diciembre de 2012, el Ejército Sirio
Libre difundió un video en el que realizaba un experimento de laboratorio con
un gas venenoso y amenazaba con utilizarlo contra los alauitas. Esta misma
semana, el gobierno sirio descubrió en las afueras de Damasco varios escondites
que contenían armas químicas, mascaras antigases y dosis de antídotos. Los
productos provenían de Arabia Saudita, Qatar, Estados Unidos y los Países
Bajos. Es, por
cierto, a pedido del gobierno sirio –y no de los occidentales–
que los expertos de la ONU se encuentran en Siria por dos semanas para
investigar las alegaciones de uso de armas químicas. A pesar de todo eso, el
presidente Obama reunió su Consejo de Seguridad Nacional el viernes 23 de agosto
para examinar las opciones de ataque contra Siria en presencia de su embajadora
en la ONU, Samantha Power, cabecilla de los halcones liberales. Decidió
entonces reforzar la presencia de la marina de guerra estadounidense en el
Mediterráneo con el envío del buque de guerra USS Ramage, un destructor
portador
de misiles crucero, que se une a otros 3 –el USS Gravely, el USS Barry y el USS Mahan– que ya estaban en la zona. El sábado, el presidente Barack Obama se comunicó telefónicamente con el primer ministro británico David Cameron. Y el domingo habló con el presidente francés Francois Hollande. Los tres estuvieron de acuerdo en que había que intervenir, pero sin precisar cómo. También el domingo, el secretario de Estado John Kerry llamaba a sus homólogos del Reino Unido, Francia, Canadá y Rusia para decirles que Estados Unidos está convencido de que Siria había traspasado la «línea roja». Sus tres primeros interlocutores lo escucharon asumiendo lo que los militares llaman «posición de firmes». Pero el ministro ruso Serguei Lavrov le expresó su asombro ante el hecho que Washington se pronuncie antes del informe de los inspectores de la ONU y le advirtió sobre las «consecuencias extremadamente graves» de una intervención en la región.
(El informe de Thierry Meyssan
en Red Voltaire)
de misiles crucero, que se une a otros 3 –el USS Gravely, el USS Barry y el USS Mahan– que ya estaban en la zona. El sábado, el presidente Barack Obama se comunicó telefónicamente con el primer ministro británico David Cameron. Y el domingo habló con el presidente francés Francois Hollande. Los tres estuvieron de acuerdo en que había que intervenir, pero sin precisar cómo. También el domingo, el secretario de Estado John Kerry llamaba a sus homólogos del Reino Unido, Francia, Canadá y Rusia para decirles que Estados Unidos está convencido de que Siria había traspasado la «línea roja». Sus tres primeros interlocutores lo escucharon asumiendo lo que los militares llaman «posición de firmes». Pero el ministro ruso Serguei Lavrov le expresó su asombro ante el hecho que Washington se pronuncie antes del informe de los inspectores de la ONU y le advirtió sobre las «consecuencias extremadamente graves» de una intervención en la región.
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