DISCURSOS
ANTAGÓNICOS
PARA UN
AUDITORIO SORDO
25 de septiembre de 2013
La
mayoría está pendiente de las piedras o pañuelos que intercambian Estados
Unidos e Irán o de las declaraciones entre líneas sobre Siria, pero lo más
interesante que acontece en la Asamblea General de la ONU no se escucha.
Analizamos los discursos de los presidentes de Uruguay, Chile y Brasil.
Discursos antagónicos de un mundo que no se escucha.
“Soy del SUR y vengo del SUR a esta asamblea”.
Así, con mayúsculas, matizó ayer su procedencia cardinal y política José
Mujica, el presidente de Uruguay, para dejar clara su posición política, humana
y decolonial ante la Asamblea General de la ONU.
Podrán afirmar algunos que a
Mujica, a sus 78 años, le puede el sentimentalismo y la filosofía y que rehúye
los grandes asuntos geoestratégicos, pero el veterano mandatario dio ayer una lección
de visión hacia el futuro. Si la ONU fuera un foro real para imaginar el
planeta a futuro, las palabras de Mujica ganarían en importancia. Sus
compañeros del Cono Sur se dedicaron a otras cosas. Dilma Rousseff trató –sin
éxito- de dar un golpe en la mesa como presidenta del subimperio brasileño al
reclamar a Estados Unidos su programa de espionaje y calificarlo como la mayor
violación de “los derechos humanos, la libertad civil y la soberanía”. Roussef
autodefinió a su país como democrático y defensor del derecho internacional,
olvidando su insumisión ante las resoluciones
de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, y pidió regulación de Internet y respeto a la privacidad como
bases de una nueva democracia global. Su discurso, centrado en la afrenta, no
mereció más que un vaga frase de Obama en la que ni siquiera nombró a Brasil ni
sus preocupaciones: “Hemos comenzado a revisar la forma en la que recolectamos
inteligencia para equilibrar las preocupaciones de los norteamericanos y sus
aliados respecto a su privacidad”. La dinámica de los grandes medios de
comunicación era buscar ese choque entre la superpotencia estadounidense y la
potencia emergente de los BRICS, pero Barack Obama estaba concentrado en Irán y
en Siria, el auditorio dormitaba en los costosos sillones de la 68 Asamblea
General de la ONU y las palabras de fondo de oradores como José Mujica no
lograban el eco que, en un entorno decente, habrían tenido. Al
mismo estrado se
subió el ya casi saliente presidente chileno, Sebastián Piñera. Los encargados
de elaborar su discurso consideraron que el escenario de la Asamblea general
requería algunos brindis generales dedicados al amor mundial: “no debemos
olvidar que todos vivimos en una misma época, todos habitamos el mismo el
planeta, todos respiramos un mismo aire, a todos nos alumbra el mismo sol y
todos -¡todos!- amamos con pasión a nuestros hijos y nietos y queremos un
futuro de paz, progreso y bienestar para nuestras naciones y pueblos”. Pero
eran palabras de introducción para luego pedir la reforma del Consejo de
Seguridad de la ONU proponiendo a los países con poder de veto que “se
abstengan de utilizarlo en situaciones de crímenes contra la humanidad,
crímenes de guerra, genocidio o limpieza étnica”. Chile quiere ser votado como
miembro no permanente del Consejo.
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