Escribe IGNACIO RAMONET (*)
Fuente “Le Monde Diplomatique”
en Español. 31 de diciembre
2013
(*) IGNACIO
RAMONET (1943 España) Entre 1990 y 2008 fue director de Le Monde Diplomatique. Es
doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la École des Hautes Études en
Sciences Sociales (EHESS) de París y catedrático de Teoría de la Comunicación
en la
Universidad Denis-Diderot (Paris-VII). Especialista en
geopolítica y estrategia internacional y consultor de la ONU, actualmente
imparte clases en la Sorbona de París.
Yo
había llegado a Cuba cuatro días antes. Venía de la Feria de Guadalajara
(México) donde estuve presentando mi nuevo libro Hugo Chávez. “Mi primera vida”,
conversaciones con el líder de la revolución bolivariana. En La Habana, se
estaba celebrando con inmenso éxito, como cada año por estas fechas, el
Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Y su director, Iván
Giroud, tuvo la
gentileza de invitarme al homenaje que el Festival deseaba
rendirle a su fundador, Alfredo Guevara, un auténtico genio creador, el mayor
impulsor del cine cubano, fallecido en abril de 2013. Como siempre cuando llego
a La Habana, había preguntado por Fidel. Y a través de varios amigos comunes le
había transmitido mis saludos. Hacía más de un año que no lo veía. La última
vez había sido el 10 de febrero de 2012 en el marco de un gran encuentro “por
la Paz y la preservación del Medio Ambiente”, organizado al margen de la Feria
Internacional del Libro de La Habana, en el que el Comandante de la revolución
cubana conversó con una cuarentena de intelectuales . Se abordaron, en aquella
ocasión, los temas más diversos, empezando por el “poder mediático y la
manipulación de las mentes” del que me tocó hablar en una suerte de ponencia
inaugural. Y no se me olvida la pertinente reflexión que hizo Fidel al final de
mi exposición: “El problema no está en las mentiras que los medios de
comunicación dominantes dicen. Eso no lo podemos impedir. Lo que debemos pensar
hoy es cómo decimos y difundimos nosotros la verdad”. Durante las nueve horas
que duró esa reunión, el líder cubano impresionó a su selecto auditorio.
Demostró que, a sus entonces 85 años de edad, conservaba intacta su vivacidad
de espíritu y su curiosidad mental. Intercambió ideas, propuso temas, formuló
proyectos, proyectándose hacia lo nuevo, hacia el cambio, hacia el futuro;
sensible siempre a las transformaciones en curso del mundo.
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