BARBARIE ANTICIVILIZATORIA
Y ANTIHUMANISTA DEL CAPITALISMO REAL
Escribe
SALVADOR LÓPEZ ARNAL (*)
Fuente “Rebelion” 2 de enero de
2014
(*) SALVADOR LÓPEZ ARNAL (Barcelona, 1954) es
profesor-tutor de Matemáticas de la UNED y profesor de informática de ciclos
formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet Profesor de
Física e Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Catalunya.
Escritor, es coautor, junto a Eduard Rodríguez Farré, de “Casi todo lo que
usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la
salud”.Periodista, Columnista de "Rebelión" y de otros portales
alternativos de la Red.
El nudo de la noticia: “reclutadores” contratados,
free-lance o en nómina de “grandes” corporaciones buscan personas sin hogar que
cobran menos del salario mínimo japonés para realizar tareas arriesgadas en la
central siniestrada de Fukushima. Sin miramientos, sin obsolescencia humanista.
Un ejemplo. Seji Sasa recorre, antes de que amanezca, “la estación de tren de
Sendai, una ciudad al norte
de Japón, cada mañana”. Busca indigentes, personas que
duermen entre cartones protegiéndose, intentándose proteger del frío del
invierno nipón. No es, por supuesto, un trabajador social. Él es un liquidador…
perdón, perdón, un reclutador quería decir. Las personas empobrecidas,
desinformadas, desesperadas, al límite de todo, que malviven en esta estación
de tren, son potenciales trabajadores (“peones” escribe Reuters, el mismo
término –“peón no cualificado”- que se usaba para designar a trabajadores como
mi padre en el fascismo español, el de Fraga y Samaranch), posibles “peones”
decía, que Sasa el reclutador enviará a contratistas a Fukushima. La
retribución que obtiene: 100 dólares por cabeza. Como en los carteles de
recompensas de las película imperiales del Oeste. De hecho, pensando fríamente,
se trata de un procedimiento. Técnicamente impecable. Fuerza de trabajo más o
menos legalmente contratada,
salario mínimo en muchas ocasiones. Oferta y
demanda. Me das, te doy. Trabajo, sin apenas protección (saldría más caro y eso
no es económico), en la limpieza de residuos radiactivos. Hablamos, no hace
falta recordarlo, de la tercera economía del mundo, hasta hace poco la segunda,
un referente para muchas corporaciones y para numerosos países, una de las
vanguardias tecnológicas del mundo, la productora de muchos de los cachivaches
que pululan por las ciudades de las grandes megalópolis (nuestras antiguas
ciudades). Un “argumento” subyace a la situación o permanece en la recámara por
si fuera conveniente airearlo: puestos a correr riegos, a veces es inevitable,
¿por qué no arriesgar la vida de los que tienen menos salud, menos vida por
delante, una vida menos
satisfactoria? ¿No vale su vida menos, mucho menos, que
la de los otros si hablamos con franqueza económica-existencial? De hecho, el
esfuerzo realizado en Fukushima “se ve dificultado por la falta de supervisión
y la escasez de trabajadores”. Si es así -¡y es así!-, ¿cuál es entonces la
pega? En enero, octubre y noviembre de 2013, “gangsters japoneses fueron
detenidos y acusados de infiltrarse en la red de subcontratas de
descontaminación del gigante de la construcción Obayashi Corp” y también de
enviar, ilegalmente por supuesto (¡las leyes están para ser trasgredidas!), “a
trabajadores al proyecto financiado por el Gobierno”. El pasado octubre, Sasa
el liquidador-reclutador “reclutó a varios sin techo en la estación de tren,
que después terminaron limpiando el suelo y escombros radiactivos en la ciudad
de Fukushima por menos del salario mínimo”, según la policía y los relatos de
las propias personas involucradas.
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