miércoles, 5 de marzo de 2014

EN OTROS PAÍSES: EMPRESAS NO APARECEN EN OPINIÓN PUBLICA - GOBIERNO LAS DEFIENDE: ¿Y EN URUGUAY?

EL DERRAME ARATIRÍ


Escribe EDUARDO GUDYNAS (*)
 Fuente “Observatorio Minero” 
15 de febrero 2014

(*)EDUARDO GUDYNAS (Uruguay, 1960). Ecólogo Social. Formado en Facultad San Buenaventura de Roma, con una tesis sobre el movimiento ambientalistas en América Latina.  Secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES) profesor visitante en cursos de varias universidades. Entre ellas la Universidad San Andrés, La Paz (Bolivia), Universidad Nacional F. Villarreal, Lima (Perú), Universidades de Buenos Aires (Argentina), Santiago (Chile), la Universidad de Campinas (Brasil), Quito (Ecuador). Georgia, Athens el College of the Atlantic y el College of the Atlantic (EE.UU.), Wirtschafts universität Wien (Austria)etc. Periodista y escritor. 


El extractivismo minero no sólo tiene impactos locales; afecta la marcha de todo un país, a juzgar por las naciones vecinas. Algunos de los primeros síntomas parecen asomar en Uruguay. Aratirí se ha enfocado en impactos que generará a nivel local, y
en sus beneficios económicos. Observando países vecinos se observarán efectos que cubren varias dimensiones. que podríamos llamar de “derrame”, ya que alteran formas en que se desenvuelve la política, el papel del Estado, la dinámica económica o la planificación territorial. Los medios de prensa, salvo excepciones, no han ayudado a explorar esas particularidades. Las tertulias no lo han discutido, y los analistas económicos se los han salteado. Pero es lo que ha sucedido en otros países obliga a mirar con más atención, al menos algunos de esos derrames. El extractivismo minero afecta la marcha de todo un país, su economía y política.Las consecuencias económicas de la megaminería están repletas de incertidumbres. El
  gobierno repetidamente dice que será muy exitosa, pero casi nadie investiga el origen de sus números. Todo es más incierto dado que los dichos sobre las ganancias para el país cambian con el paso de los meses. Los extractivismos están rodeados de los llamados “subsidios perversos”. Son las ayudas que otorga el Estado para retener al inversor (por ejemplo, energía eléctrica subsidiada, agua gratis, infraestructura, exoneraciones tributarias, etc.). Son calificados como “perversos” en tanto implican deformaciones dentro del mercado y alientan impactos sociales y ambientales, que ese mismo Estado tendrá que atender económicamente (por ejemplo, tolera la contaminación, pero en el futuro, el gobierno o el municipio, lidiará
  con ese costo). Incluso el Estado cambia bajo los extractivismos. En los países vecinos se ha visto que el Estado a veces se comporta más como “socio” de actores empresariales, autolimitándose en la independencia que vela por el bien común. Las empresas mineras o petroleras aparecen poco en público, y es el gobierno el que activamente las defiende. Se llega a extremos de contratos de estabilidad tributaria, sean públicos o secretos (repetidamente usados en Perú por Alan García, por ejemplo). Este síntoma es más que evidente en Uruguay, donde el proyecto Aratirí es sucesivamente defendido por el presidente y su equipo de secretarios, luego por ministros (especialmente el de Industrias, y ahora con el apoyo del de Ganadería), y más tarde por algunos legisladores. Como el extractivismo es apenas defendible en términos de rentabilidad, sin contabilizar los costos sociales y ambientales, no es fácil encontrar otros argumentos de peso para defenderlos. Ante esa carencia, en los países vecinos, los gobiernos caen en deformaciones, ocultamientos, exageraciones, etc. 

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