EL SOCIALISMO PETROLERO
Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Fuente “La Vaca”
Publica “Otramerica”
Viernes 4 de abril 2014
(*)
RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador y escritor Analista internacional en Red Voltaire. Logró
en 2003 Premio José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios
del continente y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las
luchas sociales en nuestra América.
Escribe la sección internacional de “Brecha” (Uruguay).
Profesor en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
Llenar
un tanque de 70 litros de gasolina vale la mitad del precio de una botella de
medio litro de agua mineral. Lo mismo que un cigarrillo detallado (suelto),
cinco bolos (bolívares fuertes). La última semana de marzo el dólar paralelo
estaba a 52 bolívares, nueve veces más que el oficial que había alcanzado
semanas atrás la astronómica cifra de cien bolívares. Esta distorsión de los
precios es el emergente
de una economía deformada, que ya no funciona como una
economía capitalista tradicional (dominada por los monopolios privados) y
parece encontrarse a medio camino de la economía llamada socialista (monopolio
estatal), con las tensiones y contradicciones que supone semejante tránsito. En
suma, la economía es escenario de una aguda lucha de clases, en el sentido más
tradicional del concepto. Una de las distorsiones evidentes puede palparse
recorriendo los diversos barrios de una ciudad de millón y medio de habitantes,
como Barquisimeto, capital del estado occidental de Lara: en los barrios
populares se aprecian colas frente a tiendas y supermercados, de diferente
extensión pero casi
señalando un francotirador |
diarias; en los barrios de clases medias altas como
Fundalara, no se ven colas y los comercios parecen bien abastecidos. Las
familias salen de los comercios con pequeñas bolsas de alimentos, mientras en
los barrios populares las amas de casa acarrean grandes bultos para aprovisionar
sus familias numerosas. La principal diferencia es que en los barrios altos
pueden verse, con la misma cotidianeidad que se observan colas en los
populares, manifestaciones de estudiantes que portan banderas venezolanas en lo
alto, sin que nadie los moleste y aplaudiendo algún que otro bocinazo de apoyo.
La última semana de marzo la impresión es que tanto las colas como las
protestas tendían a disminuir. La imagen de una sociedad dividida en partes
casi iguales, y además polarizada, parece la más cercana a la realidad. La
s
elecciones presidenciales que llevaron a Nicolás Maduro a la presidencia, casi
un año atrás, reflejaron ambos hechos al marcar una diferencia del 1,5 % entre
el actual presidente y el aspirante opositor Henrique Capriles. La división tiene,
además, una lectura territorial necesaria que puede contribuir a explicar la
situación actual. En los estados de Zulia, Táchira y Mérida, entre otros, ganó
la oposición. Se trata de la región que limita con Colombia donde las protestas
alcanzaron durante el mes de febrero una situación de “zona liberada”, como en
la capital de Táchira, San Cristóbal, cuya universidad pública fue incendiada
por los manifestantes con, por lo menos, la complicidad de las autoridades
municipal y estatal vinculadas a la oposición.
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