jueves, 22 de mayo de 2014

GRAN DESPLIEGUE DE LAS EMPRESAS MUNDIALES DEL SECTOR COMENZÓ EN 2OO3 Y SE REAFIRMÓ EN 2O12

TRANSGÉNICOS PROSPERAN 
ENTRE PRAGMATISMO
Y DAÑOS COLATERALES

Esçribe 
FABIANA FRAYSSINET (*)
 Fuente “EçoPortal”Latioameriça
 martes 20 de mayo 2014   

(*) FABIANA FRAYSSINET (BRASIL- Rio de Janeiro) Periodista que publicaen varios medios de la prensa escrita y online. Se especializa en las temáticas sociales. Los temas de género, el contexto socio ambiental donde viven la salud, el empleo y los derechos humanos.  Se ocupa de información libre y alternativa, contra información, noticias de actualidad, opinión, laboral y economía..

La expansión de la biotecnología agrícola privada en América del Sur se da de la mano de gobiernos catalogados progresistas. Aviva un debate entre quienes la ven como un avance científico y económico y quienes resaltan sus daños sociales, ambientales y políticos. El gran despliegue de las empresas mundiales comenzó en 2003 y se reafirmó en 2012, cuando gran parte de los países del Cono Sur tenían gobiernos  del neoliberalismo. En las dos potencias agrícolas de la zona,
Argentina y Brasil, hay una implantación masiva de cultivos transgénicos, con un alto uso de pesticidas. Esto se relaciona “con la creencia ciega de sectores progresistas en los avances de la ciencia y la tecnología como proveedores de bienestar y progreso”, dijo a Tierramérica el portavoz de GRAIN Latinoamérica, Carlos Vicente. “No se cuestiona el poder corporativo que las impulsa, ni se analizan sus impactos socioambientales”, añadió. Se suma un factor “pragmático”, es decir “la alianza con el agronegocio para mantener la gobernabilidad”, especialmente en Argentina, donde los impuestos a las suculentas “exportaciones de soja son una importante fuente de ingreso para el Estado”, opinó Vicente. En su opinión, la lucha contra la instalación de una planta para semillas de maíz de Monsanto en Malvinas Argentinas, en la central provincia de Córdoba, llevó a otras transnacionales a mantener un perfil bajo y “omitir lugar de sus futura
s localizaciones”. Vicente incluye en la lista a otras empresas que crean agrupaciones de siembra y controlan millones de hectáreas, como las alemanas Bayer y BASF, la estadounidense Cargill, la suiza Nestlé y Bunge, de raíces argentinas. En la declaración “América Latina punta de lanza del crecimiento de Syngenta”, sobre sus resultados financieros en 2013, la compañía destacó que su facturación de 14.688 millones de dólares fue impulsada por un crecimiento de siete por ciento en esta región y de seis por ciento en Europa, África y Medio Oriente y otro tanto en Asia Pacífico. En tanto las ventas en América del Norte cayeron dos por ciento. El buen desempeño en América Latina lo impulsó
Brasil, donde “el portafolio de semillas de soja en expansión registró avances significativos con el lanzamiento de nuevas variedades”, destacó Mike Mack, su director ejecutivo mundial. Los grandes sembradores nacionales de soja, como Gustavo Grobocopatel, del Grupo Los Grobo, defienden esta forma de agronegocio con corporaciones extranjeras de las que se sienten aliados. La buena marcha de estas empresas es a costa del incremento de problemas sanitarios y ambientales causados por los pesticidas, el desplazamiento de pequeñas producciones y de pueblos originarios y la concentración de la propiedad de la tierra. Pero estos son solo “efectos colaterales” para los gobiernos de la República Unida de la Soja, dijo Vicente.  

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