domingo, 1 de junio de 2014

LA CIENCIA ORIENTÓ SU MIRADA Y EXPLORACIÓN HACIA CONOCIMIENTOS ESTRATÉGICOS, MECIDOS POR LOS INTERESES

NATURA HA MUERTO

Esçribe  
ANDRÉS CARRASCO (*) 
Fuente “EcoPortal” 
30 de mayo 2014(*)

ANDRES CARRASCO, (ARGENTINA) Profesor de embriologia de la uba, investigador del CONICET. Principal investigador  y Director del  Laboratorio Embriología Molecular Instituto Biología Celular y Neurociencias Facultad de Medicina. En la Universidad de Buenos Aires

La ciencia es un loco que ya mató a Dios. Pero ahora dicta: natura ha muerto. O por lo menos eso se desprende de su larga marcha por un camino negro, donde ningún ciclo evolutivo quedará exento de la mano invisible del mercado de la ciencia. Una mirada que nos pone paranoicos y nos deja atónitos. Ojo con esa semilla. Por
primera vez en la historia los humanos se encuentran técnicamente habilitados para intervenir el genoma, alterando, modificando, agregando, o retirando información de la base genética de los organismos vivos. Estamos ante un salto revolucionario de imprevisibles consecuencias, no solo en la diversidad biológica del planeta sino en relación con el equilibrio evolutivo. El discurso científico que legitima el uso de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) pertenece esencialmente a la biología molecular, por ser el cuerpo de conocimiento que permite la manipulación de la estructura de los genes con el objeto de producir ciertos efectos deseados en los fenotipos. Pero el marco teórico de la investigación que produce OGM no está en
condiciones de decir nada acerca de las modalidades de su uso, ni de los “efectos colaterales” sobre la salud y el medio ambiente. Nos estamos ahorrando la reflexión social capaz de determinar si vale la pena aplicar esta tecnología, si es deseable alterar los tiempos evolutivos naturales de las especies, y si estamos dispuestos a violar el derecho de la naturaleza introduciendo cuerpos extraños en ella. Después de la segunda guerra mundial hubo "avances" enormes en química, metalurgia y aviación, entre otros, y se configuraron los programas denominados Big Science, como la NASA o el Proyecto Manhattan. Estos megaproyectos corporativos del complejo tecnológico-militar generaron las
condiciones para el descubrimiento de la estructura del ADN y el desarrollo técnico de su manipulación. De allí al programa del Genoma Humano, casi sin discontinuidad. El énfasis, la competencia y la adrenalina que circulaba en estos planes de investigación globales permitían a las grandes corporaciones jugar con el control tecnológico del desarrollo químico, molecular, atómico y espacial, sustentados en campañas que invocaban nobles principios de mayor bienestar, avances médicos o producción más barata y segura de energía. En los años setenta comienza la manipulación genética de organismos vivos, justificada en el hambre de cientos de millones de seres humanos en el mundo, de tal manera que aseguró a los países triunfantes el derecho a ejercer el poder del dominio tecnológico. El viaje del átomo al gen fue uno de los pilares fundantes de lo que hoy conocemos como globalización. Nunca más la Big Science encaró proyectos que no estuvieran en línea con demandas corporativas. Nunca más la ciencia fue creíble en su prédica de neutralidad, custodia de la verdad y autonomía de sus desarrollos.   (…ir al informe completo)

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