AL PASO DEL TIEMPO, LA DIRIGENCIA SINDICAL
SE
CONVIRTIÓ EN UNA CARRERA PROFESIONAL,
YA NO MOVIMIENTO EN FAVOR DE UNA CAUSA.
Escribe
PAUL CRAIG ROBERTS (*)
Fuente: “Tribuna Hispana USA”
5 de septiembre 2014
(*) PAUL CRAIG ROBERTS (1939 Atlanta EU) Es un economista y
periodista conservador estadounidense. Graduado en Instituto de Tecnología de
Georgia, Universidad de Virginia. Subsecretario del Tesoro en la administración
Reagan. Editor Asociado de la página
editorial del Wall Street Journal y editor colaborador de National Review.
Publica en CounterPunch/AK Press y otros
varios medios. Coautor de "The Tyranny of Good Intentions" (La
tiranía de las buenas intenciones.) Su último libro es "How the Economy
Was Lost" (Como la economía estaba perdida). Se le ubica muy crítico hacia
la actual política de Estados Unidos.
El Día del Trabajo es una fiesta que ha
sobrevivido con el tiempo. Como la Navidad, el Día del Trabajo se ha convertido
en un día festivo muy esperado. Así como la Navidad se ha convertido en un día
de compras, el Día del Trabajo se ha convertido en los últimos días de las
vacaciones de verano. La fiesta se originó en 1887 para celebrar la
contribución de los trabajadores. El primer lunes de
septiembre fue elegido por
el presidente Grover Cleveland, para evitar que la fecha del 1ro de Mayo de la Masacre de Haymarket, se mantenga viva en la memoria de los
trabajadores muertos por la policía de Chicago, en una huelga por la jornada de
ocho horas. A medida que pasó el tiempo, la dirigencia sindical se convirtió en
una carrera profesional en lugar de ser un movimiento en favor de una causa,
pero el movimiento obrero en sus primeros años era reformista. Logró
condiciones de trabajo más seguras en la industria y la manufactura. Los
sindicatos sirvieron como un contrapoder y restringieron el poder explotador
del capital. En aquellos tiempos, un trabajo industrial o de fabricación era
una escalera de ascenso social, lo cual hizo que los EE.UU. sea una sociedad de
oportunidades y estabilizara el sistema socio-político
con una gran clase
media. El enorme y próspero sector industrial y manufacturero proporcionó
muchos puestos de trabajo para la clase media de cuello blanco,
como gerentes,
ingenieros, investigadores y diseñadores, y las universidades de los EE.UU.
florecieron del mismo modo como lo hicieron sus graduados. El sistema
bipartidista, que había mantenido un equilibrio razonable en el manejo del
poder, se transformó en un sistema de partido único en el que ambas partes
(Republicanos y Demócratas) son dependientes de los mismos intereses monetarios
y, por lo tanto, responden a los mismos amos. La consecuencia fue la
desaparición de la clase media y el aumento del uno por ciento. Hoy los EE.UU.
tiene el ingreso y la riqueza más desigualmente distribuida de todas las
economías desarrolladas y una de las peores en el mundo entero. Uno puede tener una opinión favorable o
desfavorable de los sindicatos, pero su desaparición es también la desaparición
del poder compensatorio. Un sistema en el que no hay poder de negociación es
una tiranía, en la que el poder no tiene restricciones ni es responsable por lo
que le suceda a la clase laboral. El pueblo estadounidense ha sido sometido y
convertido en un rebaño de ovejas. ¿Se irán a rebelar otra vez?
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