22 DE LOS 81
MUNICIPIOS FUERON TOMADOS.
LA CUENTA CRECE.
LA REVUELTA BLOQUEA LOS CABILDOS.
LA MULTITUD ANALIZA ORGANIZAR
GOBIERNOS PARALELOS.
Escribe
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO (*)
Fuente “La Jornada” de
Mexico
11 de Noviembre 2014
(*) LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO (*) (MEXICO 1957) Periodista. Escritor.
(Profesor
de Estructura Social Contemporánea de la UCM), Es Director editorialista y coordinador de
la sección de Opinión del diario La Jornada
de Mexico. Integra Red Voltaire. Conferencista en temas
de la Reforma Eduactiva.
La lumbre que devora edificios públicos y automotores
expresa la rabia y la indignación crecientes de cada vez más jóvenes en la
entidad. Es el termómetro de una insurgencia cívica y popular de largo aliento
que sacude todo su territorio, y se extiende a más municipios y sectores. Es la
evidencia de una ira que cada
día que transcurre se radicaliza más y más. En un
primer momento las protestas se centraron a las autoridades locales y el
Partido de la Revolución Democrática. Edificios municipales y las oficinas del
sol azteca fueron incendiadas. Las flamas de la cólera se extendieron después
contra el gobernador con licencia Ángel Aguirre. Hoy han alcanzado al
presidente Enrique Peña Nieto. La exigencia de su renuncia es un clamor a lo
largo y lo ancho de la entidad y del país. Como resultado del alzamiento
cívico, la economía local funciona a trompicones. Los hoteles se han vaciado.
Los interminables bloqueos carreteros estrangulan el transporte de carga y de
pasajeros. El cerco a los grandes centros
comerciales frena las transacciones
comerciales. Esta nueva insurgencia cívica y popular recuerda la vivida en la
entidad entre 1957 y 1962, en contra del despótico gobernador Raúl Caballero
Aburto y en favor de la democratización, a la que el gobierno federal respondió
con dos masacres (Chilpancingo, en 1960, e Iguala, en 1962), y que culminó, años
después, con la formación de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria
(ACNR), conducida por el profesor Genaro Vázquez Rojas. La revuelta actual
tiene en normalistas, maestros, policías comunitarias y organizaciones
campesinas su columna vertebral. Su larga tradición de lucha y su experiencia
organizativa son el sustrato que sostiene la
movilización. Sin embargo, el
levantamiento va mucho más allá de ellas. En algunas regiones participan hasta
empresarios. En Guerrero existen desde hace 45 años organizaciones insurgentes.
Según un recuento periodístico, desde 1994 se han manifestado públicamente 23
de ellas. Hay evidencias serias de la presencia y actuación de, al menos,
cinco. Tienen implantación social en varias regiones, capacidad de fuego y
experiencia en la acción. Varias han acordado formas de entendimiento y
coordinación. La expansión de la insurgencia cívico popular guerrerense ha sido
acompañada y cobijada por un amplísimo y creciente movimiento nacional de
solidaridad. El mundo universitario está en ebullición. Al menos 82 escuelas y
centros de educación superior pararon exigiendo la presentación con vida de los
43 normalistas rurales desaparecidos. En las redes sociales son apabullantes
las muestras de descontento contra Enrique Peña Nieto. La estrategia
gubernamental para enfrentar la crisis ha sido desastrosa. Error tras error,
cada paso que las autoridades dan las acercan irremediablemente al borde del
abismo. Incapaces de comprender la naturaleza de la insurgencia cívica que
tienen frente a sí, han respondido echando mano de politiquería barata y
maniobras burdas. Su apuesta de ganar tiempo y esperar un milagro tiene saldos
cada vez más negativos. El gobierno federal pretende establecer un relato
oficial de la masacre y una verdad jurídica para evadir su negligencia y
responsabilidad en los hechos y librar posibles demandas internacionales en su
contra. Busca ocultar que se trató de un crimen de Estado y de delitos de lesa
humanidad. Sin embargo, su explicación está llena de omisiones, inconsistencias
y contradicciones. No es creíble.
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