viernes, 28 de noviembre de 2014

ESTADO, MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA Y LEGITIMIDAD

LO QUE OCURRE CON CIERTAS DEFINICIONES 
(CASO ABRAHAM LINCOLN ) ES QUE FLOTAN EN EL AIRE 
SI NO SE CONSIDERA AL ESTADO COMO PORTADOR 
DEL INTERÉS DE LAS CLASES SOCIALES DOMINANTES.

Escribe
ÁNGEL GUERRA CABRERA (*) 
columnista en “La Jornada” de Mexico 
– 27 de Noviembre 2014

(*) ANGEL GUERRA CABRERA -Periodista cubano residente en México y columnista del diario La Jornada y en CubaDebate, entre otros medios del continente. Latinoamericanista y analista internacional, graduado de periodismo en la Universidad de La Habana. Invitado frecuente en teleSUR. Participó en la lucha contra la dictadura de Batista y después del triunfo de la revolución cubana ocupó diversas funciones en las Milicias Nacionales.

Max Weber afirmó que el Estado ejerce el monopolio de la violencia por definición. Pero añadía que esa facultad debe cumplirse a través de un proceso de legitimación, que en el caso de las monarquías absolutas es aceptada por los

subordinados como derecho divino; pero también puede provenir de un liderazgo carismático (los subordinados aceptan el poder basándose en la santidad, heroísmo o ejemplaridad de quien lo ejerce) o de una legitimidad racional (los subordinados aceptan el poder de acuerdo con motivaciones objetivas e impersonales) que deviene en sinónimo de legalidad. De una manera sencilla y más de un siglo antes, el lúcido Rousseau establece que la legitimidad la otorga la voluntad general de los sometidos al poder. Versión que se aviene con el concepto moderno de democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, feliz definición de Abraham Lincoln. Lo que ocurre con estas definiciones es que flotan en el aire si no se considera al Estado como portador del interés de las clases sociales dominantes. En América Latina tenemos gobiernos de orientación popular y política exterior independiente de Washington
Abraham Lincoln

, que en distintos grados representan y defienden los intereses de las clases populares. Entre ellos Cuba y los demás estados integrantes del Alba han avanzado considerablemente en instituir la participación popular en la toma de decisiones sobre políticas públicas. Pero también los gobiernos de Argentina, Uruguay y Brasil escuchan al pueblo y tratan de abrirle canales de participación en las decisiones. Mientras tanto, México, Colombia, Perú y Chile, miembros de la Alianza del Pacífico, se reconocen como aliados de Estados Unidos y su política exterior e interior responde, aunque no siempre totalmente, a los dictados de Washington.  En Chile, aunque se mantienen en lo esencial las políticas neoliberales en la esfera económica y no se reconocen sus derechos al pueblo mapuche, la presidenta Bachelet trata de acercarse más al proceso de unidad latino-caribeño y de dar repuesta al


formidable movimiento estudiantil y popular a favor de la educación pública y gratuita y en contra de la hiriente desigualdad social. El gobierno de derecha de Santos en Colombia debe su elección al apoyo de la izquierda y del movimiento popular en virtud de su compromiso con el proceso de paz en contra de la voluntad del feroz sector oligárquico encabezado por Álvaro Uribe y apoyado por la extrema derecha yanqui. Si el proceso de paz llegara a buen puerto implicará un empoderamiento de los sectores más conscientes, que seguramente presionarán para debilitar o abrogar el tratado de libre comercio con Estados Unidos, impulsar la soberanía alimentaria, la vigencia de los derechos


políticos y sociales y reclamar participación en la decisión del destino del país. En México se observa una profundización de las políticas neoliberales que privatizaron el enorme patrimonio público y crearon una rapaz plutocracia cuya única divisa es la ganancia, empobrecieron a más de la mitad de la población, anularon importantes derechos garantizados por la Constitución de 1917 y generalizan un clima de extrema violencia, corrupción e impunidad que ha llevado a una insondable crisis de legitimidad de todas las instituciones del Estado, la mayor desde los albores de la Revolución de 1910.  





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