viernes, 19 de diciembre de 2014

America Latina: IMPASSES DE GOBIERNOS PROGRESISTAS

 “ESTA REGIÓN SIGUE SIENDO LA MÁS DESIGUAL DEL MUNDO. 
82 MILLONES SOBREVIVEN CON MENOS DE U$ 2.50 POR DÍA. 
564 NIÑOS MENORES DE 5 AÑOS MUEREN 
CADA DÍA POR CAUSAS EVITABLES" 
Bernt Aasen- UNICEF

Escribe FREI BETTO (*)
 Fuente ALAI Revista América Latina
No.500 de diciembre de 2014.
 Publica “ARGENPRESS,Info” 
19 de diciembre 2014

(*)Carlos Alberto Libânio Christo (FREI BETTO –1944) Fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación. Es autor de más de 50 libros y de más de 20 Premios a su obra. En 1966, en dictadura fue encarcelado y torturado. En 1966 paso 4 años en la cárcel militar. En los años ’80 empezó a asesorar a algunos «países socialistas» sobre las relaciones Iglesia-Estado. Viajó a Cuba, Checoslovaquia, China, la Unión Soviética, Nicaragua y Polonia


Predominan en América Latina, hoy, a mediados de la segunda década de este siglo XXI, los gobiernos democráticos populares. La mayoría fue electa por fuerzas de izquierda. De los jefes de Estado, cinco actuaron como guerrilleros
bajo dictaduras: Dilma Rousseff, de Brasil; Raúl Castro, de Cuba; José Mujica, de Uruguay; Daniel Ortega, de Nicaragua; y Salvador Sánchez, de El Salvador. Ahora, ser de izquierda no es una mera adhesión a   Marx, Lenin o Trotsky. Es una opción ética, con fundamento racional.  Los llamados gobiernos democrático-populares reflejan varias concepciones, y persiguen, en teoría, proyectos de sociedades alternativas al capitalismo. Han provocado, de hecho, importantes cambios para mejorar la calidad de vida de amplios sectores sociales.  El 54% de la población latinoamericana vive en países regidos por gobiernos progresistas. Es un hecho inédito en la historia del continente. El otro 46%, unos 259 millones de personas,

vive bajo gobiernos de derecha aliados a Estados Unidos e indiferentes a la agudización de la desigualdad social y la violencia. Sin embargo, nuestra región sigue siendo la más desigual del mundo. Otra forma de imperialismo prevalece en América Latina: la dominación del capital financiero, centrado en la reproducción y concentración del gran capital, que se basa en el poder de sus países de origen para promover, desde los países de acogida, la exportación de capitales, bienes y


tecnologías, y apropiarse de las riquezas naturales y el valor agregado. La fuerzade penetración y obtención de ganancias del gran capital no se redujo con los  gobiernos progresistas, a pesar de las medidas regulatorias y cobro de impuestos adoptados en algunos de esos países. Si, de un lado, se avanza en la implementación de políticas públicas favorables a los más pobres, por otro, no se reduce el poder de expansión del gran capital. Las fuerzas de izquierda de América Latina siguen centrando su atención en la ocupación del aparato del Estado. Luchan para que los sectores marginados y excluidos se incorporen a los marcos regulatorios de la ciudadanía (indígenas, sin tierra, sin techo, mujeres, recolectores de materiales reciclables, etc.). Los gobiernos y movimientos sociales se unen, especialmente durante los períodos electorales, para frenar las violentas reacciones de la clase dominante alejada del aparato estatal. Sin embargo, es esta clase dominante la que mantiene el poder económico. Y por más que los inquilinos del poder político implementen medidas favorables para los más pobres, hay un escollo insalvable

en el camino: todo modelo económico requiere de un modelo político coincidente con sus intereses. La autonomía de la esfera política en relación con la económica es siempre limitada. Esta limitación impone a los gobiernos democrático-populares un arco de alianzas políticas, a menudo espurias, y con los sectores que, dentro del país, representan al gran capital nacional e internacional, lo que erosiona los principios y objetivos de las fuerzas de izquierda en el poder. Y lo que es más grave: esa izquierda no logra reducir la hegemonía ideológica de la derecha, que ejerce un amplio control sobre los medios de comunicación y el sistema simbólico de la cultura dominante. El modelo económico imperante, gestionado por el gran capital y adoptado por los gobiernos progresistas, se orienta a aprovechar las ventajas de la "globalización" para exportar commodities y recursos naturales con el fin de recaudar dinero para financiar, a través de políticas públicas, el consumo de los sectores excluidos por la deuda social.    

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